jueves, 29 de noviembre de 2012

Un niño monstruo, un huérfano de historia


Así llaman a los monstruos aquellos que los han estudiado en su esencia, “huérfanos por definición, no tienen nada que perder. Su aversión por el hogar es la prueba fatal de su abandono.”
Me pareció una manera interesante para pensar la psicosis en la infancia. Para sacarla de la “ciencia” y acercarla al psicoanálisis a través de  la literatura. Los monstruos son del gótico, viven en túneles, sótanos y óperas, son deformes, sus padres los han abandonado o simplemente no se sabe de ellos.
El pequeño vampiro del que les voy a hablar  trepa sobre su madre y muerde su cuello, de allí al suelo, a la biblioteca, grita, no se detiene en nada, abro la puerta y trabajo en un patio con plantas. Por primera vez mira , pregunta sus nombres. Con el correr de las
sesiones comienza un trabajo de cuidado, las riega, le agregamos tierra, yo
armo historias... el pregunta... su historia se arma. De todas las flores, prefiere "la alegría del hogar".
Su mamá,  presencia silenciosa en todas las sesiones durante los dos primeros años de tratamiento.
Es la historia de un niño de 5 años. Sin diagnóstico claro, no hay patología  orgánica, se trata de una “Psicosis simbiótica” dice el informe. Dice frases de la radio y la TV, pronóstico del tiempo y frases estereotipadas de su abuela y su mamá. Su mirada es extraña, fuerte. Su papá se fue de casa cuando el tenía 2 años.
“Recordemos que su Alteza, el conde Drácula, está solo, su discurso es la ausencia donde se juega el sentido, es un huérfano eterno extraviado por falta de espejos.”

La breve Pre- historia
Su abuela materna con quien viven él y su mamá dice: “No sé porqué este chico es así, fue tan esperado tan deseado...por lo menos por mí”. Después de mucho tiempo, en una charla informal con la mamá se reconstruye la siguiente historia, que tal vez se articula al "lo esperé tanto" de la abuela.
Cuenta la mamá que cuando ella tenía 15 o 16 años, se fueron  de vacaciones de invierno con su mamá, el papá se quedó en casa con el hermano más chico de la madre que vivía con ellos. “Fuimos al mar, era la primera vez, yo no lo conocía. Resulta que en esa semana mi tío se suicidó, se pegó un tiro. Mi papá no nos quiso avisar para no arruinarnos las vacaciones, pero cuando llegamos fue terrible. Ya lo habían enterrado.”
-          ¿Cuándo fue este episodio? pregunto.
-          El  26 de agosto, el día del cumpleaños de Gastón, es increíble.

Se construyen 3 escenas en el marco del tratamiento:

1- al irse del consultorio vuelve a preguntar por el nombre de cada planta, elige “la alegría del hogar, me pide un gajo para plantar en su casa.
A partir de allí comienza a  quejarse de su abuela, ella no cuida las plantas que él lleva.
La abuela ya no sabe todo.
2- En  una merienda el nene le mete un turrón en la boca a su abuela, ella no se inmuta, abre la boca. Entonces señalo preguntando, de quien es la boca y de quien el turrón. A partir de allí esta abuela cierra la boca.
3- Se mete debajo del diván, grita, se sacude, no escucha a la madre ni a mí. La situación era Realmente fuerte y uso esta expresión a propósito. Se me ocurre entonces tomar un libro de la biblioteca y decir ¡Se escapó el elefante del cuento, que vamos a hacer!, los gritos se empezaron a alternar con mi relato, ya que me puse a leer el cuento. Finalmente termino y le digo, en otro tono, saliendo del juego, pero sin muchas esperanzas:- Gastón es la hora, terminó la sesión. Para mi sorpresa sale tranquilamente me saluda y en la puerta se da vueltas y dice: - abajo del sillón quedó un elefante.
El reordenamiento de la criatura y su mamá a partir de estas escenas es simbólicamente  impresionante, sus accesos de vampirismo cedieron lugar a la oralidad de otra manera, además, comienza a interesarse por sus tareas del jardín.
La función de la analista  en ese momento, en esas escenas, es de S2, significante del saber, posibilitando así que algo se torne S1, facilitando ordenar. Las palabras estaban allí, pero sin orden, puros S1 sin sentido, sin significación.

El agujero

Ya tiene 6 años, y su papá ha entrado en escena. Se comunicó con la madre, por su intermedio conmigo y se iniciaron una serie de encuentros.
Es en esta época que  hace un dibujo muy elemental de figura humana y dice que es un nene se llama TROSPAL.
-          ¿quién es Trospal?
-          Un nene, y vos como le das la leche sos la mamá y yo soy el papá.
-          ¿cuántos años tiene Trospal?
-          6 y va al jardín y la mamá lo va a buscar.
Aquí él es el papá y es el hijo, es los dos, aunque parezca que armó una escena de 3, es absolutamente ortopédica, hay un significante para dos, en este caso Trospal funcionaría como neologismo. Está por un lado absolutamente cargado de sentido y a la vez vacío de posibles significados.
Trospal aparece en muchos juegos pero no tiene voz propia. Ni historia propia es un calco de lo que a él le acontece.
El papá de este nene es un caso muy grave, después de 4 años sin verlo le regala un arma con peso real, una réplica. Ningún objeto de los que ofrece este hombre es  imaginariamente real, es decir objetos velados,- condición del juguete-, son reales. Son réplicas, como Trospal lo es de él.

El  cuerpo a cuerpo
Por mi parte, con el cuerpo y las palabras, pero el cuerpo allí sosteniendo el significante, sino se descontrola, se golpea y golpea a otros. Fue muy fuerte una sesión donde no lo podía organizar y tuve que hacerme réplica de él para que entrara en cierta calma. Fue cuando el padre le dijo te voy a matar y el lo tomó literalmente. Me tiré al suelo y armé lo que él llama "los operativos" mientras él destrozaba el resto del consultorio nadie  lograba sujetarlo, ni con el cuerpo ni con la voz. Cuando miró lo que yo hacía se acercó y empezó a jugar al mismo juego de siempre, uno diría se encontró. Le armé el mundo imaginariamente real.

La voz
Por primera vez, se pone en juego la voz, recuerdo que Trospal no tenía. Se esconde debajo del diván y hace entrar a un nuevo personaje, Erik, el fantasma de la Opera. Lo hace entrar cambiando la voz. Ya no son los gemidos del elefante constituido a partir de mi intervención, sino que toma una historia que le relaté en otra sesión.
La historia de Erick, el fantasma de la Opera es una  historia que  le conté por asociación libre, historia que escuchó muy atentamente. No fue algo elegido o pensado, allí trabajó el inconsciente por boca del analista.
Hecho que me hizo advertir ese lugar de monstruo que lo habitaba, ya antes lo había pensado como vampiro.
El armó una escena donde Erick llamaba su amada, Cristina, impostando la voz. Y yo cometo el error y digo: -Hola Erick ¡al fin llegaste! el me aclara con su voz -¡No!, ella no lo esperaba a él. Y vuelve a la voz de Erick.
¿Se habrá iniciado la construcción de un cuerpo? Cuerpo habitado por una voz. Por ahora fue solo un destello, una señal tal vez.

Como usa los objetos, elemento diagnóstico en la clínica con niños
¿Qué es lo que  permite la construcción del objeto dado como exterior al sujeto, que no lo es al objeto? ¿Qué es lo que permite la construcción del objeto transicional?
Seguramente ese ambiente facilitador del que habla Winnicott, la relación de Objeto en Freud, y Lacan con su madre real que dona objetos simbólicos nos ayudarían a responder estas preguntas.
Pero Gastón a diferencia del niño del fort-da, que juega con el carretel a que la mamá está afuera, no  queda implicado en el objeto sino en la pesadez o redondez del objeto, por el goce del sonido y la repetición. Lo simbólico no opera sobre lo Real.

“Recuerden que cuando Nosferatum es desenmascarado por Nina, cuando ésta lo retiene con abrazos y lo fija en su necesidad sin fondo de ser bebido por el deseo del (Otro), este muere.”
No hay ley que detenga el goce mortífero.

¿La construcción de lo dado podría producirse en el recorrido de un tratamiento?
La voz de la madre parecía tener alguna incidencia en la estructuración significante. Esa voz, ¿no podría ser acaso uno de los velos del objeto que divide al sujeto en su estructuración subjetiva?
La voz saliendo de la oscuridad, de abajo del diván, de los túneles de la Opera. En ese lugar claroscuro, donde se situaría  el punto desde donde se ubica el ojo para ver la conjunción que se produce entre la imagen real e imaginaria en aquel dispositivo del florero y las flores. Angulo exacto desde donde el objeto emerge del agujero.

Asoma el ser

Gastón insulta a su mamá en  la calle, en la casa y porqué no en la puerta del consultorio, cuando llegan.
Conchuda hija de puta, la puta que te parió, carajo, mierda.... a los gritos y en la vereda. A pesar de escuchar espero a que toquen timbre y abro preguntando qué pasa.

- nada, dice la madre, él que grita, ves lo que yo te digo
- insisto, ¿pasó algo?
- no que va a pasar.

Gastón entra al consultorio y comenzamos un diálogo, circular en un principio, pero insistí, más de una vez me agotó en el camino:

-porqué insultabas?
-porque sí
-no, porque sí no es una respuesta
-porque me gusta
-que te gusta
-decir palabras
-y porque no decís, nariz, boca, oreja a los gritos?
-Se ríe
-Entonces no te gusta cualquier palabra, te gustan esas que usaste.
-A mí que me importa, las digo igual
-Te gusta como suenan
-Silencio
-Sabes lo que quiere decir puta
-Se ríe, parece gustarle que yo las diga
Si no sabés lo que quiere decir para que las decís, no tiene sentido, yo pensé que les había pasado algo y peleabas con alguien, que se lo decías  a alguien, las palabras son para hablar con otros no para gritar solo.
¿O se las decías a tu mamá?
-          Nooo
-          Pero ella se enojó y ahora te va a poner una penitencia
-          que me importa  a mí me gusta
-          que te pongan en penitencia?
-          No, se ríe
-          Pero es lo que conseguiste, para mí que te gusta que te reten
-          No
-        ¿Y entonces porqué decir palabras sueltas que enojan a tu mamá y no son para nadie y además no sabes que quieren decir?
-         Me mira como casi nunca lo hizo y casi agotado dice: porque soy un tarado.

Sigue un período de trabajo muy interesante. Aprende a leer y escribir, le dejamos cartas que el escribe al mago de Hoz, le manda cartas a mi sobrina y dibujos a mi hija. Pregunta si a mi hijo lo reta la maestra, si se porta bien, si dice malas palabras. Como verán lo integre imaginariamente a un imaginario  familiar. Su abuela manda obsequios y la mamá me llama seguido para hacerme comentarios y consultas.

El desapego al objeto confirma el diagnóstico inicial
Hoy una mudanza precipitó la separación, la mamá no puede venir a mi nuevo consultorio, le resulta muy complicado, su imaginario no lo resiste. Cuando le comunico el cambio advierto la tensión entre lo que me dice y lo que creo va a hacer y se lo digo.

Me cuenta allí que pensó en hacerlo ver por una psicóloga de la obra social que atiende cerca de su casa es mas ya lo hizo ver 2 veces. Gastón no lo había contado, lo ocultó bajo la indicación de su mamá.
Nunca creí que podría captar en esta  dimensión aquello “de crear lo dado”, Gastón nunca creó conmigo algo, fue una construcción exterior a él y él a la construcción.
Su diagnóstico es el mismo de cuando llegó, tal vez psicosis simbiótica,  pero sus condiciones de posibilidad son otras, ya no es un vampiro sin historia que muerde desesperadamente para amarrarse a la vida.
Tal vez como dice el poeta este episodio de los insultos pueda ser un intento de
“Buscar la pista que conduzca a lo desconocido de sí mismos, algún crimen capaz de interrumpir la obligatoria fijeza del mundo, su aburrimiento esencial.”


Las citas son de:  Museo Negro de María Negroni


*Artículo publicado en la revista Psyche Navegante N° 60 y N°62 - www.psychenavegante.net 

El juego de la transferencia: -Peón 2 Dama-


La transferencia, en su estructura moebiana, propone un juego que se instala “entre” paciente y analista, implicándolos en el saber inconsciente producido allí.

En el número anterior (Artículo: Oiga, qué me quiso decir?) presenté un caso donde traté de poner en tensión la relación paciente - analista en su estructura moebiana y en lo que “eso” operó allí, tal vez en este caso pueda seguir rodeando el tema y precisar algo mas sobre lo que trabajé  como el primer aspecto del acto psicoanalítico : la transferencia. Me interesa plantearla también en su estructura moebiana, para salir de la especular contratransferencia.

Recuerdo aquel paciente que jugando al ajedrez me pregunta ¿de qué se trata en este juego en realidad? –era un pibe de unos 10 años-. Él sabía jugar pero pedía un relato, una historia entre reinas, reyes y valientes alfiles, los caballos se desbocaron y para darle un final contundente digo: “ se trata de matar al padre” glup...!, quise decir de matar al rey.

Fue un lapsus mío pero en la relación discursiva de este paciente en particular. Traté entonces – no en ese momento claro - de analizar que había ocurrido allí, qué entrecruzamiento transferencial se había producido. Momento crucial de apertura o cierre?, ya nos advirtió Freud que  intervenir sobre la transferencia no es de buenos augurios, las defensas se levantan y a dormir la eternidad. Aunque también Freud dice que hay que esperarla para empezar a dar la interpretación. Parece el juego del gran bonete...pues entonces quien lo tiene?

Como en un sueño, “entre” – percepción y conciencia - irrumpió el lapsus, me despertó del ritual del juego, de la cadencia propia de ese encuentro tantas veces repetido, con muchas jugadas pre-establecidas, siempre la misma apertura: -Peón dos Dama- , las negras él, las blancas yo, cada pieza en su lugar.

Seguí entonces el camino de las asociaciones:  hacía poco tiempo había fallecido mi padre y el juego era una herencia de él. Bueno, en realidad no es que mi padre me lo donara especialmente antes de morir, yo me lo quedé, siempre me había gustado.
El nene tenía un síntoma, robaba, a su mamá y a sus hermanos. De alguna manera al quedarme con el juego de mi padre sin consultar con mi familia, estaba apropiándome de un objeto en cierto sentido“robado”.

Guiada por mi lapsus convoqué a una entrevista, viene  la mamá - el papá casi nunca podía - y relata la siguiente historia: Resulta que el papá  de M. no era el verdadero padre y ni el niño ni el hombre lo sabían, ella tenía un amante,- un amigo de la familia- que veía regularmente y el padre era ese hombre que tampoco sabía que ese era su hijo.

Claro, estamos hablando del saber de la conciencia, el del yo pienso, sin embargo el saber del inconsciente por boca del analista supo. Para matar al padre hay que saber que se lo tuvo. El mío había muerto, la vida por la vía de la muerte lo había robado, emprendía yo el camino del duelo con un pequeño robo. Pero a M. le robaron su historia. El no sabía que no sabía quien era su papá. El síntoma entonces toma otra dimensión, el ladrón había sido robado.

Pero el lapsus se produce antes que la madre haga el relato, justamente éste lo precipita en esa entrevista.

Algo con el padre estaba sucediendo, alguna historia de luchas y batallas ese niño me pedía y en medio del fragor del relato...el lapsus. No fue este el único lapsus en la conducción de un tratamiento, pero sí uno de los que más me ha conmovido y más recuerdo. Ese que afectó mi propia subjetividad y me lanzó a producir un movimiento en la cura- escuchar a la madre – y a un trabajo de análisis personal.

Este es el punto donde Lacan plantearía que “ la transferencia es un fenómeno donde sujeto y analista van juntos”. El analista encarnando al sujeto supuesto al saber- en el caso de este niño, el sabía jugar ajedrez, lo que me pide es una historia, que supone yo conozco y en algún punto no se equivoca- Entonces el analista encarnando al sujeto supuesto al saber denota  la presencia de la transferencia.

Esta encarnadura no es vital para el psicoanalizando, plantea Lacan en “La proposición del 9 de Octubre”,  lo que interesa es  qué hace el psicoanalista con ese saber supuesto que en realidad no sabe nada, lo no sabido . Justamente lo no sabido plantea el armazón del saber.

Saber del inconsciente,  que en este caso,  pide por boca del analista la apertura. Los padres de M. interrumpen el tratamiento del hijo en el momento en que éste los interroga sobre el origen de ese señor al que él llama padrino. A éstas alturas el síntoma había dado lugar a la pregunta. M. inauguraba así su entrada a la adolescencia... seguramente éste joven caballerito sería capaz de dar batalla a esa “madre- reina” que él insistió durante muchas de  las partidas de ajedrez en sacar del juego rápidamente, con su insistente apertura  -Peón 2 Dama-.


*Artículo publicado en la revista Psyche Navegante N° 57 - www.psychenavegante.net 

Oiga, ¿qué me quiso decir?


La intervención analítica en la urgencia tiene sus peculiaridades y – a veces – sus efectos. En este recorte clínico la analista se pregunta por lo que intervino allí.

Trataré de poner en tensión la relación paciente - analista en su estructura moebiana y en lo que “eso” operó allí.
“Eso”, está referido al trabajo del inconsciente y no sólo, también el Ello está allí, - en francés el Ello del alemán es traducido como sa y sa  es también eso. Está en juego el inconsciente en su vertiente pulsional y no sólo.

¿Cuándo estamos de un lado y cuándo del otro? Movimiento. Pero ¿qué produce ese movimiento?. Justamente el acto o lo que podría llamarse el pasaje al acto del analista. Entonces para que haya movimiento se hace imprescindible el acto psicoanalítico también por la vía del pasaje al acto del analista.

Lo que trata de precisar  Lacan en el Seminario del Acto - Ese, el que vino después de la lógica del Fantasma- es que el acto no es acción, aunque la produzca.

“Eso”, puede ser poco y mucho a la vez. Un cambio de posición en la cura  parece el resultado de muchos años de análisis y sesudos años de estudio para quien conduce  la heroica epopeya, sin embargo trabajar el tema me hizo advertir que tal vez como casi siempre, allí nomás, están los restos de “eso”, el trabajo del inconsciente, que alivia el sufrimiento de quien nos consulta, en nuestras propias caídas identificatorias, en el trabajo de análisis, en nuestra implicación como instrumento. Tal vez en aquellos pacientes que sin demasiado estruendo y sin que podamos precisar muy bien como, advertimos su cambio de posición y el reordenamiento de su vida amorosa, está el sedimento que nos asiste en la urgencia y en los casos graves.

Suena el timbre de mi consultorio, una voz masculina dice:
- Quiero un turno con la doctora.

El muchacho había salido hacía un par de años de Olmos para casarse con la joven que lo esperó y escuchó durante ese tiempo. Ahora tenían una grave crisis, él tomaba y consumía drogas igual que en “el infierno” y ella sufría de fuertes depresiones porque él tomaba. Ella controlaba su aliento cada vez que él volvía.
Ella controlaba su dinero antes de que saliera y cuando volvía. Ella tenía las llaves de su vida. El quería un hijo, ella quedaba embarazada y abortaba, él lloraba, ella amenazaba suicidarse.....

Podría dejarlo continuar pero intervengo preguntando, ya que la angustia lo estaba desbordando y había que regularla.(se notaba en como iba desparramándose en el consultorio a través de sus objetos, cigarrillos, llaves, etc...mucho movimiento)
- pero...¿vos estas preso todavía? 
Me mira sacado, se mueve en la silla
- ¿Qué estas diciendo?, ¿Qué te pasa?
- Bueno, no te enojes...  pregunto.
- Vos me querés decir que mi mujer me tiene preso?
Silencio...mío
Se ríe a carcajadas y vuelve una y otra vez sobre la misma frase, que retoma en un par de entrevistas, donde agrega:
- Un día de estos me voy a la mierda
- ¿Y por qué a la mierda?
- ¿Qué me querés decir?
- Nada, lo que dije es que  si te querés ir, ¿por qué a la mierda?  Podrías irte a otro lado.
Se ríe nuevamente y masculla, saborea el acierto.

A la siguiente sesión llama y dice:
- Llamaba para agradecerte y avisarte que hoy no voy. Me fui de mi casa. Se armó un quilombo bárbaro pero estoy bien. Cuando termine de instalarme te llamo, gracias.

La verdad, me alegré, el tipo me caía simpático, una persona inteligente.
Eso que nuestro arte produjo en este consultante - como llamarlo... no llegó a paciente – eso, ¿De qué estofa era?  Podría pensarse en un acting, tal vez. Pero, aunque así fuera, en este muchacho esta vez era tramitado en un llamado. Sin embargo allí hubo un cambio de posición respecto a su escucha y a tomar rápidamente el valor de las palabras.
En ese sentido funcioné así, “al filo”, como dice él. Fue el tratamiento más breve que conduje y para mi gusto exitoso. Un duro golpe  para las psicoterapias.
Hay una insistencia en él después de mis intervenciones: - ¿Qué me querés decir?
Pesca cierto decir diferente al dicho, hay  un resbalar de las palabras que empieza a escuchar. Un rápido pasaje de Transferencia Imaginaria a Simbólica. Él venía para calmar a su mujer, (una  amiga de ella había consultado conmigo- justamente porque no podía tener hijos-, ella podía embarazarse y los abortaba-) y se encontró con el significante.
Sabemos que el sujeto se encuentra con el significante por la vía del deseo del Otro. ¿Pero de qué deseo se trata aquí?
Lacan dirá, el deseo del analista, ese que permite al sujeto que consulta  encontrarse con el significante en una nueva versión. Para Robert Lévy se tratará de “deseo de analista”, se trata de función y no de voluntad o propiedad a adquirirse después de varias horas de vuelo en un diván. Función en el sentido de lugar vacío, de x, de argumento a escribir.

El acto entonces instituye el comienzo, -un pedido de consulta puede serlo en la vida de un paciente. Pero, para establecer la transferencia y la posibilidad de una cura, se hace necesario una interpretación. El acto entonces queda del lado del psicoanalista. Hay una relación de la tarea al acto que quizá no pueda ser captada. Aquí ubicaría yo el pasaje al acto del psicoanalista, en lo que Lacan llama “manipulación de la transferencia”. Sin ella no hay acto psicoanalítico.

Es un clásico aquello de que en la transferencia se actualiza la realidad sexual del inconsciente. Con lo cual el peso de la realidad sexual se inscribe en la transferencia,  a través del discurso del paciente formulado como demanda, allí se deslizan los significantes que actualizan la realidad sexual y sobre ellos interviene el discurso del analista

Pero, en el analista, ¿qué pasa allí? - ¿está en juego la misma estructura?-. En el paciente, la demanda transporta el deseo en su articulación significante, pero, el analista que demanda, ¿de qué deseo se trata allí?: que asocie, que no guarde nada, que diga todo.
En ese “qué me querés decir”, este muchacho denuncia mi deseo en tanto analista suponiéndome un querer y un saber.
Él, que estuvo en “el infierno” y “se las sabe todas”, no entiende qué le quiero decir. A decir verdad,  “yo” tampoco entiendo... “eso” está trabajando allí.

(En relación a este tema, ver el artículo “Ello: Groddeck <> Freud” de Oscar Lamorgia, publicado en este mismo número, en la sección: Marcas no registradas)

*Artículo publicado en la revista Psyche Navegante N° 56 - www.psychenavegante.net 

Intervenciones en Soledad


Los analistas frente a la consulta de urgencia y fuera del ámbito institucional. Cuando no hay tiempo.

Sábado, 22 hs. Suena el timbre de mi consultorio que se encuentra en el lugar donde vivo pero tiene un timbre separado. Pregunto quién es y una voz muy angustiada dice:
- "Busco a la psicóloga". Hago un paneo de la situación y no sé que hacer. Podría ser peligroso abrir. Además estaba por servir la cena. Pregunto entonces quién es y quién lo envía. Una voz  de hombre dice:
- “Soy el señor de la rotisería. Mi hija se descompuso”.
Allí reconozco la voz y voy a abrir.

Así fue como conocí la historia de la Sole - como le dice el papá - de 19 años y una grave crisis emocional, según le dijeron en el hospital cuando hace dos días la llevaron con un cuadro de parálisis. Le dieron un miorelajante y a casita a descansar. Pero hoy, desde esta mañana no para de vomitar y no quiere salir a la calle. En el hospital le pasaron suero y como bajó 9 kilos en dos días tiene que tomar mucho líquido pero es peor, más vomita. También dijeron que era nervioso.
-“¿Usted no puede venir a verla a casa?” - pregunta el padre más que asustado.

Respiré profundo y dije- “No, mejor mañana a primera hora usted la trae en auto aunque sea muy cerquita su casa. Hoy traten de hidratarla despacio y cuéntele que vino a verme.”
Al advertir que al hospital no querían volver, dije eso, para intentar  armarle cierto imaginario respecto de qué encontraría en el consultorio.

Allí reconocí el beneficio y la complicación del caso: la cercanía. Traté de instalar un tiempo de espera, tal vez con cierto riesgo. De todos modos la suerte estaba echada. El pedido era a mí y algo tenía que hacer.

“Si durante la madrugada se descompensa consulten en el hospital X, indiqué, no vuelvan al anterior, no sirvió de nada”.
-“¿Cuánto me va a cobrar usted, podré pagarle?” preguntó el buen hombre.
-“Mañana hablamos, primero quiero saber si podré trabajar con ella o si hace falta, tal vez, una internación”.
Palabras fatales que lo empalidecieron y aseguró traerla al día siguiente.

A las 9 en punto suena el timbre. Soledad está muy desmejorada. Yo la conocía de vista, ella igual a mí. Nunca habíamos hablado. Se sentó muy lejos  y no alejaba la mirada de sus propios pies. En estado casi catatónico trató de relatarme los últimos episodios.

-“Resulta que salgo con un hombre casado. Mis papás no saben nada. Ya me separé, no quiero verlo más. A él no le importa de mí; no pasó más por la puerta de mi casa. Lo ví con la mujer. Yo sabía que era casado pero cuando lo vi con ella fue terrible”.
“Quiero sentirme bien. No puedo más. No paro de vomitar. No quiero acordarme del hospital.  Me siento mal. Me voy”.
-“No.  Esperá. Tengo que darte algunas indicaciones”, le digo impiadosamente.
Espera y me mira.
-"Vas a tomar una cucharadita de seven up sin gas cada 5 minutos, rigurosamente cada 5 minutos todo el día de hoy. Por la noche me llamás vos o tu papá para ver como seguimos y nos vemos mañana  a la misma hora”.
        Sale muy apurada hacia el auto y hago pasar al padre, al que le doy las mismas indicaciones e insisto que si no mejora en esa tarde habrá que internarla.
Por la tarde me llaman y los vómitos habían cedido. Soledad estaba mejor. Nos veríamos al otro día.

Con el tema de la hidratación intenté ganar tiempo. Apunté a dos cuestiones básicas: Una era que retuviera líquidos (en el hospital no le aclararon que la ingesta debe ser lenta y regular). Pero por otro lado obligué al padre o a quien fuera a quedarse cerca y mirarla. Después de que acudieran dos veces a la guardia y fueran expulsados,- a esta altura digo por suerte- y frente al pánico del padre por la posible separación de la hija, pensé que lo mas conveniente era volver a estabilizar la probable simbiosis. Pero sostenidos en cierto saber que ambos me adjudicaban. Al darles algo para hacer creo que se produjo cierto reordenamiento libidinal al mejor estilo homeopático, pero con vistas a cierta estabilización imaginaria cuya fragmentación pareciera producirse, según dice ella, cuando ve a la mujer de su amante. A pesar de que sabía que era casado, la crisis se desencadena cuando la ve. Como si no hubiera podido construir una imagen que prefigurara la escena.

Empiezo a poder conocer la historia de esta joven. Ella es quien la relata. Ese día llega también en auto pero con un vaso con seven up y una cucharita en la mano. Dice que le hizo muy bien y prefirió traerla. El sostén estaba funcionando.
Ya mas relajadas las dos, intento algunas preguntas.
Con quien vivís?
Con mi papá, mis dos hermanos ( mayores que ella) y mi mamá. Pero ellos están separados. Pero ella no se va a ir, no tiene a dónde.
- ¿Están separados y viven juntos?
Si. Hace mucho. Se pelean todo el tiempo pero se llevan bien.
Porqué tendría que irse ella?
Porque es la casa de mi abuela paterna y además ella sale con un tipo.
Y vos, ¿cómo sabés eso?
Porque la vi. Ella me saca todos los lugares. Yo bailo tango desde hace 4 años, me gusta mucho y ella empezó a ir al lugar que iba yo, se vestía con mi ropa y hablaba con mis amigas. Entonces me cambié de lugar y ella también. Ahí empezó a salir con un tipo. Yo la ví y le conté a mi papá. Además dejé de ir a bailar. Ahora va ella. Ella hace la vida que debería hacer yo y yo la de ella. Me la paso limpiando y atendiendo la casa.
Antes de ese episodio, ¿cómo te llevabas con ella?
Mi mamá es impredecible, nunca se sabe como va a reaccionar. Por ahí está todo bien y de pronto grita, se enoja, es ciclotímica. Empecé a llevarme mal desde los 13 años.
Qué te acordás de esa época?
Murió mi mejor amiga y me indispuse.
Llora y trae una serie de recuerdos que parecen no encubrir nada, igual que esa pesadilla que se repite desde hace una semana: "una mujer con rulos me corre para agarrarme, no  quiero acordarme...” Llora.
- ¿Tu mamá tiene rulos?
Ahora no. Cuando yo tenía 13, sí.
 Se calma.

Vuelvo a conversar con el padre sobre esta cuestión del lugar que Soledad dice no tener.

Es cierto. Yo soy muy estructurado. Había planificado tener dos hijos varones, por eso hice sólo dos dormitorios - uno para mi mujer y yo y otro para los varones. Todo anduvo bien. Los dos primeros fueron varones y después ella queda embarazada. No queríamos ese embarazo pero ya estaba. Nació Soledad. No había lugar. No habíamos planificado una nena y siempre durmió con nosotros. Le aclaro que yo estoy enamorado de mi hija.
Todos estos datos de la historia junto a la ambivalencia discursiva y los efectos inmediatos de las estrategias apuntan a un diagnóstico grave. Sin embargo, tomé nota de una frase pronunciada por ella respecto de su nombre: “parece que hubiera quedado condenada con ese nombre, Soledad - a la soledad- y no me gusta” 
Pensé entonces en no condenarla con un nombre diagnóstico. Le dije que ya no estaba tan sola, que contara conmigo. Se sonrió y recordó que sus pesadillas han desaparecido. 
Tal vez el trabajo recién comience, tal vez quede en esta estabilización, lo cual, no es poco.

*Artículo publicado en la revista Psyche Navegante N° 40 - www.psychenavegante.net 

Saqueos, o el dolor de la esperanza


Apenas comenzaron los saqueos, un episodio se desencadenó en el lugar donde vivo y trabajo desde hace muchos años, en medio de la angustia envié un mail a un puñado de amigos, tratando de decir algo sobre algo que no imaginé vivir.
Trataré ahora de pensar el lugar de un analista frente a estas circunstancias que no nos pasan de lejos. Están allí en nuestros consultorios.

Me detendré en dos puntos de aquel  texto:
-          suspendí el día de consultorio.....
-         hay calma, pero es solo un repliegue, sobre el que responde una amiga  periodista:
-         espero que te equivoques  y no sea sólo un repliegue

Sobre la suspensión de los horarios de esa tarde, no medité demasiado, solo llamé y avisé : "Que por razones de seguridad era mejor no andar por la zona."
Nunca pensé si estaba bien o debía esperar a que cada uno se posicionara frente a la situación y trabajarla. Tampoco pensé en el caso por caso, llame a todos.
Frente a mi mensaje me encontré con diferentes respuestas: - Gracias por avisarme, no sabía lo que estaba pasando. O - Yo pensaba ir igual, qué me puede pasar. O - vos y los tuyos están bien ?, no te preocupes recuperemos el horario otro día.
También fue: - estoy desesperada, en mi barrio pasa lo mismo, tengo miedo.

Esto me hizo pensar en la función del encuadre, esta vez había sido rígido, igual para todos. Claro que no fue así lo que  pacté con cada uno, en un segundo movimiento después de escuchar su posición.
Pero mi pregunta va  mas allá, como analista ¿debí prevenir? Teniendo  en  cuenta que esto va a contrapelo de nuestra práctica. En lacanés: la prevención no es posible. Además, el : no venga, funciona desde el discurso del Amo, no hay ni pregunta, ni semblant, hay imperativo. Inclusive, con la paciente que dice estar pasando por similar situación, me permití darle indicaciones de seguridad que tal vez ella no estaba teniendo en cuenta. A la vez que algunos de sus comentarios me hicieron revisar el dispositivo que había pensado yo.
Yo - otro, el peligro de que la especularidad se instale?, o paciente y analista, inmersos en la misma atmósfera social, tomando a la posibilidad de análisis como un  instrumento valioso a la hora de pensar  la diferencia.
Instrumentos, significante que me remite a un sueño, que tuve después de los episodios:

Algunos otros  y yo sa-que-aríamos algún lugar, era un clima raro. Se trataba de instrumentos musicales antiguos. Con-trabajo, violines y una especie de guitarra de juglar,  una jovencita decide quedarse con ella, pero le pone una tapa.

Claro, fueron muchos años, los mas jóvenes, de militancia política, ideales, sueños, la clase obrera y le revolución proletaria. Ahora tenía frente a mí, lo que muchas veces defendí, los sin-trabajo, los marginales, los pobres, pero hoy con otros instrumentos y poniéndole la tapa a los antiguos, que no es lo mismo que viejos, puedo agregar:- los que están también,  más alejados de poder pensar la diferencia entre bancario y banquero. Su lugar de residuo social, de resto sin retorno, solo un papacoto que les tira comida como animales, los instala en ese horrible y doloroso nombre que los  medios supieron bautizar como, la turba.
La turba entonces, mas allá de arengas políticas o intereses especulativos y de derrocamiento, saquea comida.
Y la clase media con la cacerola, con un instrumento, con el objeto que contendrá aquello que la turba saquea, comida. En ambos casos se trata del alimento pero en el primero la metáfora funciona, cual gran sinfonía metálica, acorde con los tiempos. En el segundo se avalanchan sobre el objeto destruyéndolo y destruyéndose para conseguirlo. Mientras  tanto otros defienden su fuente de trabajo haciendo un ejército de los con-trabajo contra los sin-trabajo.

Lástima, en el congreso no hay debate solo montaron una escena donde se elegirá al  ya elegido papacato, amigo de papacoto.

Ojalá sigamos encontrando nuevos instrumentos que hagan sonar al poder en un acorde lleno de cacerolas, tambores, violines y con-trabajos, pero no es más que un anhelo , lamento decirle a mi amiga periodista que creo que la turba vendrá por más, esto  sólo es un  repliegue. Ya hicieron la experiencia. De la otra, de la de la plaza,  no toman nota, tal vez no puedan, no posen ni los primeros ritmos para pensar alguna melodía posible, mas allá del grito. Se dejaron  saquear la esperanza, como nuestro querido Winnicott señala en su libro Deprivación y delincuencia:
“El antisocial tiene que defenderse hasta de la esperanza, porque sabe por experiencia que el dolor de perderla una y otra vez es insoportable."


*Artículo publicado en la revista Psyche Navegante N° 39 - www.psychenavegante.net 

Lo que los chicos dejan en el analista


¿Cuál es el destino de esas pequeñas cosas que algunos pequeños pacientes dejan en el consultorio?
Diferentes de las que olvidan o regalan, las que dejan... esas que no vuelven a buscar.

Casi sin darme cuenta mi consultorio se fue poblando de sutiles objetos heredados, signo de quién sabe qué cosa tramitada o no, los fui ocultando...sutilmente también. No incluí la posibilidad de tirarlos. Y así casi sin darme cuenta se fueron transformando.
El mono de Bárbara, ese con el que ella dormía se convirtió en Arturo el interlocutor permanente de Gastón que se lo llevó a su casa, le armó un espacio, lo cuidó y así pudo dormir solo, finalmente lo dejó.
Para aquel otro pequeño de siete años no fue sencillo portar la máscara del león, esa que dejó el último verano antes de las vacaciones....y así podría seguir la serie de objetos abandonados y  después retomados en otra trama, bajo otro nombre, y yo allí olvidándome  de que Arturo es un mono y Erick  una voz detrás de la máscara.

Vestiduras de objeto, vestiduras del "a"... pero es más o es menos, es en transferencia, como la varita que sale de la lata y más de uno  pide haga funcionar y no sé, algo pasa, algo se transforma a la cuenta de 1,2, 3 que lo conviertas en pez.

¿Me atrevería a tirar un objeto dejado por un paciente? ¿ y si vuelve a buscarlo?
No porque fuera a devolverlo, pero sería necesario contar la historia de la permanencia y la transformación. La historia del tiempo que llevó construir ese espacio donde ese objeto tomo determinado velo y no otro. De que ahora ya  no es, no es que sea otro, tampoco es el mismo, ha caído. Y en su caída necesaria, dejó un lugar vacante, allí un deseo anidará.

Pienso que tal vez algunos de estos objetos cayeron porque no hubo posibilidades de sostenerlos, otros ya habían dado su valor de uso, seguir con ellos habría sido un exceso, hubiera implicado destruírlos, pero no sólo simbólicamente. Otros porque eran del orden del exceso, no eran juguetes, para quien jugaba eran de verdad.
Tal vez entre la relación de objeto, el uso y el usufructo, haya un  tenue hilo conductor que de acuerdo a su tensión hará caer al objeto desde sus diferentes posiciones, entre le Real, Simbólico e Imaginario en juego.

Claro que guardaré el secreto y nunca le diré a Gastón que  Arturo era de Bárbara....

Dice Winnicott: “en nuestra labor es necesario que nos preocupemos por desarrollar y establecer la aptitud para usar objetos y reconocer la falta de ella”.
También Freud advierte sobre el  reordenamiento libidinal  que se produce allí, en el uso del objeto diría Winnicott, que cumple una de las funciones más importantes de la cultura, la represión de las tendencias pulsionales.
Winnicott diferencia “relación de objeto” de “uso de objeto”, este último  -el uso- da por sentada la relación. En la relación de objeto se trata de un fenómeno subjetivo  -esto a los analistas les encanta, dice él- pero en el uso no hay escapatoria, hay que tener en cuenta la naturaleza del objeto, como una cosa en sí misma. Para usar un objeto es necesario que el sujeto haya desarrollado una capacidad que le permita usarlos, es decir que le permita destruirlos. Y aquí creo que estamos hablando de aquello en relación a la madre Simbólica que dona objetos Reales, que devendrá Real y los objetos Simbólicos. Sólo después de esta articulación los objetos podrán usarse. Entiendo que Winnicott llama a este tiempo ambiente facilitador, ése que permite la construcción del objeto dado como exterior al sujeto, que no lo es al objeto.
Freud, en Más allá del principio del placer, cuando observa el juego de un niño de un año y medio, lo que llamará el juego del  Fort-da, dice: “observé que todo aquello era un juego inventado por el niño y que éste no utilizaba sus juguetes más que para jugar con ellos a estar afuera".
Un fenómeno transicional. Entre la relación y el uso.
Entiendo que es Lacan quien va más allá del uso, diferenciándolo del usufructo: uso interdicto por la ley. El uso sin ley, goce, goce del Otro, espacio sin tiempo, juguetes que no lo son. En el usufructo la ley se manifiesta en la modalidad de uso, significante fálico mediante, que permite el acceso al goce fálico. Donde tal vez el juguete, como vestidura de “a” y el Objeto Transicional de Winnicott podrían ubicarse  entre la presencia-ausencia de la madre, la interdicción del padre y el objeto en causa, el Objeto Transicional, provocando como “a” a la estructura significante.

Si bien Winnicott, habló de ambiente facilitador, allí donde Lacan ubicó la relación de objeto, desde la clínica no puedo leerlos sino de la misma manera,  afectando como "a" la subjetividad del analista que se atreva a darles un lugar...sutilmente.

Recuerdo aquella analista de una tardía adolescente, que creyó que el alfiler que cedió cuando saltó el botón más importante de la minifalda que la joven llevaba, debía ser restituído al santuario. ¿Por qué demandarían semejante ofrenda de parte de ella? Nunca se preguntó por la precariedad con que aquella joven había sujetado sus vestiduras después de la muerte de sus padres. Pero la analista quería el alfiler, no era cuestión de satisfacer la demanda y para colmo, objeto pinchante mediante.

A veces podemos suponer, que los objetos y su materialidad son sólo asunto de la clínica con niños, sin embargo, esa puntuación que hace Winnicott, respecto a "observar la aptitud para usar objetos y reconocer la falta de ella", no es cuestión de edad, sino de posición de goce en relación al objeto.
Reconocer que no sólo el alfiler no volvió al consultorio, tampoco la muchacha, porque se pretendió intervenir sobre el objeto dado sin haberlo construido.

Algunos pacientes y sus objetos construídos en análisis han provocado estas líneas. Sin embargo a la hora de jugar las olvido, no me sirven, sólo después o antes, no sé, operarán desde el saber del inconsciente, transferencia mediante, cuerpo incluído.


*Artículo publicado en la revista Psyche Navegante N° 35 - www.psychenavegante.net 

Entre el decir y su lectura, la producción de una periodista


Silvia Sisto: La primera cuestión: ¿cuánto tiempo hace que venís recopilando este material?
Lidia Lerner: Ya van a ser cerca de veinte años.
S.S.: ¿Cuándo y cómo salió el libro?
L.L: A fines de 1998; el libro fue el producto de la recopilación. Y la recopilación obedeció a dos inclinaciones: soy periodista porque me gusta mucho la escritura, pero también me gustan mucho los chicos. Al principio, las anécdotas me llamaban la atención en forma natural: me hacían reír, me conmovían, me sorprendían. Empecé escribiendo las de mi sobrino y chicos conocidos. Y solía comentarlas espontáneamente con amigos: “Che, no sabés; mi sobrinito...”, o “un vecinito...”.  Pero después se sumó la respuesta de la gente. Llegaba al trabajo y un compañero me decía: “¡Ah, Lidia! A vos, que te gusta, ¿sabés que hoy mi nena hizo tal cosa?”. O en una reunión entre amigos, yo contaba una historia y todos nos enganchábamos en recordar otras. Así noté que no era algo individual sino que despertaban un interés general. Y entonces empecé a recopilar
S.S.: ¿Siempre escribiste?
L.L.: Escribía notas, poemas, cuentos... En periodismo no es como en psicología, que tenés que recibirte para ejercer. Así que yo ya colaboraba con algunos medios mientras estudiaba. Y en el caso de las anécdotas infantiles, me pareció que además de ser un material atractivo por lo divertido o enternecedor, también era algo interesante desde el punto de vista testimonial. Yo registraba que entre las anécdotas que me contaba la gente grande acerca de su infancia, y las que hoy se producen entre los chicos, había diferencias que hablaban de cambios culturales, de momentos históricos. Las cosas que llaman la atención a un chico de campo no son las mismas que llaman la atención a un chico de ciudad en la misma época. Análogamente, anécdotas que incluyen, por ejemplo, malas palabras en el aula, son de hoy y no de hace sesenta años.
S.S: ¿Había coincidencias también?
L.L.: Tal cual. Hay muchas coincidencias, y son las que dan cuenta de los procesos –digamos– “naturales”. Es decir, de lo que en general es común a todos los chicos, en diferentes momentos o lugares. Se pueden encontrar variables verticales que atraviesan las épocas y que hablan de que siempre, o al menos por períodos muy largos, el ser humano cerca de los dos años piensa tal cosa y cerca de los doce tal otra. O que las nenas esto y los varones esto otro. Es decir, estos pequeños testimonios posibilitan diferenciar lo “natural” de lo cultural.
Otra cosa que me pareció interesante al decidir recopilar estas pequeñas historias es que además de permitirnos analizar las conductas de los niños nos permiten analizar nuestras respuestas como adultos. Al leer un relato observo: “¡Uy, mirá! Si vos le contestás a un pibe así, él piensa tal otra cosa”. Es decir, registrar estos testimonios nos permite también reflexionar sobre nuestra propia conducta.
S.S.: Cuando aparece el libro, ¿te parece que salís de la anécdota y se cierran en ese punto como tal, para dar lugar a otro tiempo de escritura ?
L.L.: Eh... No sé si te estoy entendiendo, pero por ahí sí. Hay dos cosas que me resuenan de lo que decís. Por un lado, sí; se cierra algo de mi proceso personal con la recopilación y del valor social o público que toma. Pero, por otro lado, no es lo mismo una anécdota suelta que el clima que se da al leer una serie de anécdotas. En el libro uno puede sumergirse, ver las historias en conjunto, asociarlas, compararlas... Además, esa fue una recopilación más lenta, más trabajosa, pero también algo más personalizada. Yo conozco a muchos de los chicos o entablé una relación más estrecha con los maestros o familiares que me contaban las anécdotas. La recolección implicó un trabajo más artesanal. Hoy, desde que se publica Palabras Mayores, la afluencia de anécdotas es permanente y masiva. La producción de la página sigue siendo absolutamente artesanal. A veces tardo meses en encontrar un título para una historia o en resolver cuestiones de escritura (por ejemplo, para que una anécdota se entienda y, a la vez, no se anticipe el final). Además, no veo las anécdotas por separado. Si hay una sobre sexualidad, sobre muerte, sobre religión, ya no pongo otra sobre ese tema; si una ocurrencia radica en el lenguaje, las demás están dadas por otros factores; si hay varias de chicos chiquitos, busco que haya también de grandes... Hay una  mirada de conjunto, sobre la página y sobre el libro. Pero en el caso del libro, también la recopilación fue artesanal, cosa que no sucede ahora.
S.S.: ¿Cómo surge el título del libro?
L.L.: El título “Los chicos dicen muchas gracias, verdades y disparates” lo buscamos con Daniel Divinsky. Es un juego de palabras con las anécdotas infantiles pero también está asociado a la línea editorial de De la Flor. Para la página de Viva me gustó Palabras Mayores porque destaca que la sección valoriza a los niños, a los lectores “comunes”, valoriza la vida cotidiana.
Irene Contardo: ¿Cuál es la función de un periodista que  publica un área como ésta? Cuando vos empezaste a estudiar y  a formarte, ¿creías que podías llegar a la gente?
L.L.: En lo que respecta a la cercanía con el lector, sí. Cada anécdota que llega yo la constato con llamados telefónicos, completando los datos de los chicos o pidiendo que me cuenten el episodio oralmente. En general, la mayoría de los envíos incluyen historias absolutamente verídicas. Pero todos al escribir modificamos la expresión; entonces me aporta escuchar las anécdotas de boca de la gente, ya sea porque me agrega datos o porque me permite verificar que el discurso no esté mejorado con sanas intenciones. Un periodista político también va a constatar bien la información y va a buscar fuentes veraces. Creo que eso hace al periodismo en sí. Por ahí, la diferencia es que la fuente, en este caso, no es un ministro, no es una oficina de prensa, sino que es gente común y corriente. O si es un ministro o un artista, está declarando en su carácter de papá, de tío, de abuelo.
S.S.:. Hay  rigurosidad en esto de verificar la fuente.
L.L.: Sí, sí. Total. Pensá que publicar un invento o un chiste consciente arruinaría el valor de la sección. De todas formas, lo que se publican son testimonios de terceros; siempre existe algún riesgo. Pero la corroboración de la fuente y del relato lo minimiza.
S.S.: ¿Cuál es la diferencia que hacés entre anécdota y “chiste consciente”?
L.L.: Te aclaro que hay gente que manda chistes conscientes de los chicos sin mala intención, por error. Pero lo que yo busco no es cuando los chicos contestan algo gracioso sabiendo que es gracioso, cuando contestan algo con el propósito de hacer reir. Lo que yo busco son las respuestas que dan cuando creen que están diciendo algo cierto, algo inteligente, interesante, acertado...
S.S.: Al estilo del adulto.
L.L.: Exacto: un pensamiento acorde a la situación. Porque es muy divertido que el chico conteste algo gracioso, y que lo haga intencionalmente, para provocar risa. Pero ése es el humor de los niños, que también existe, igual que en los adultos. Así como nosotros tenemos ocurrencias infantiles pero no somos chicos: de a ratos se nos escapan cosas que son re-disparatadas en relación a lo socialmente esperable.
I.C.: A mí particularmente me interesa, y en esto estamos involucradas, cómo es el proceso de la adquisición del lenguaje del niño. Es llamativo desde el lugar del periodismo, que te interese de este proceso de adquisición. Que además inmediatamente le interesa a la gente y es algo que repercute en otro.
L.L.: Sí, tenés razón. De todas maneras, hablar de periodismo, más allá de los objetivos, implica una relación muy estrecha con el lenguaje.
I.C.: ¿Hay temas que te parecen más convocantes?
L.L.: Hay temas sobre los que llegan muchas más anécdotas. Pero creo que porque son las grandes preguntas del ser humano: la muerte, la existencia... También porque son temas sobre los cuales los grandes tampoco sabemos la respuesta. Y a veces el adulto no dice: “mirá, no sé”, o “eso por ahora es un misterio”, o “yo creo tal cosa”, sino que elabora respuestas que transmite como reales, como objetivas. Muchas veces las anécdotas  sobre la muerte o sobre las explicaciones religiosas son muy buenas. Pero yo no quiero que haya una sobrecarga, por decirlo así, aprovechar esa veta, porque en la realidad el chico no le da un espacio tan desproporcionado. Somos nosotros los que nos reímos o impresionamos especialmente con esos temas.
S.S: Hay dos selecciones: una, la que hacen los padres cuando te mandan “tal” anécdota, y otra la de edición.
L.L.: Seguro, es cierto; son muy seleccionadas. Además “pruebo” muchas anécdotas cuando tengo dudas. En muchos adultos, el sólo hecho de hacer referencia a la muerte, a la vejez o a la sexualidad ya es suficiente. Como creo que eso es propio del adulto y no del niño, a veces lo intento equilibrar.
S.S.: Tal vez lo equilibrás cuando aparecen las secciones temáticas, como “12 de Octubre”, “Día de la Bandera”, “Comienzo de clases”, porque das lugar a que aparezca otro material, a que no sea siempre el mismo.
L.L.: Exactamente. Voy juntando y como quien dice, dejando descansar el material, porque me ha pasado de seleccionar algo que me parecía absolutamente único y que a los tres meses llegara otro relato que quizás hubiera enriquecido al primero, sea por mostrar las semejanzas, sea por oponerlo, o por dar una nueva visión sobre lo mismo. Pero también pasó, por ejemplo, que sobre embarazo y nacimiento se juntó muchísimo: es uno de los “temas clásicos” en las anécdotas. Terminé armando no una sino cinco páginas... y podría haber armado veinte, sólo que elegí lo más representativo.
I.C.: ¿La gente te manda los títulos?
L.L.: A veces sí. Algunas veces me sirvieron. Y a veces no me gustan para título pero me sirven para entender un aspecto del relato, porque a veces las historias tienen más de una lectura. Por ejemplo, una que está por salir ahora, para Pascuas. Una nena solía rezar con la mamá. Al terminar, la nena decía: “Un besito a Jesús” , y tiraba un beso a dos cruces lisas de madera que había en la pieza. Un día la chiquita va a una Misa de Pascua en la Catedral; cuando el obispo está por empezar, ve atrás un crucifijo y grita: “¡Jesús!”. La madre se hincha de orgullo... Pero luego la nena lanza un segundo grito: “¡Pero tiene un señor!”. Al leer la historia, se me ocurrían títulos como “Cruz tomada”,  “Ocupante ilegal”... hasta que en un momento me dí cuenta: ¡No!, acá la cosa es otra!. No es la Cruz con un intruso: para la nena, la Cruz es Jesús. Entonces el mejor título es: “La Cruz Invertida”.
S.S.: Tu trabajo tiene que ver con esto, con la palabra. Sea dicha por un chico, por un adulto...
L.L.: Eso es cierto. Ahora que lo decís me quedé pensando que muchas personas me preguntaron: “¿Por qué no estudiaste Psicología?”. A mí me encanta escuchar y preguntar. Pero el periodismo también tiene que ver con escuchar y preguntar. A veces soy un poco ingenua, o excesivamente curiosa. Por ahí pregunto más de lo que la gente se hubiera preguntado.
I.C.: Vos valorás la palabra, pero pudiste haber sido escritora en otro lugar también. Pero no. Fue en ese lugar de adquisición del lenguaje de los niños...
L.L.: Puede ser... Creo que a  los chicos, por su mayor vulnerabilidad o exposición, les presto más atención en general, me conmueven más.


*Artículo publicado en la revista Psyche Navegante N° 32 - www.psychenavegante.net 

La malísima Úrsula


Por la mañana vinieron sus padres, sin pedir turno, simplemente tocaron timbre.
La joven no sale de la habitación hace días, no come, no se levanta, nunca pasó algo igual. Cursa su tercer año del secundario, una chica normal.
En la iglesia donde concurren les aconsejaron consultar. Al hospital no fueron porque no saben como hacer, hay tanta gente que va y viene. Además en Paraguay ésto no hubiera ocurrido, pero la pobreza los hizo migrar. Son el matrimonio y 5 hijos, Úrsula es la mayor.
La traen por la tarde. No mira, no habla, se sienta de costado. Está rígida, casi en pánico. Le ofrezco hojas para dibujar y copia lo que tiene enfrente exactamente, con todos los detalles.
Comienzo a visitarla en su casa. Está en la cama y salen lágrimas a borbotones de sus ojos, pero no es llanto, es eso, salen lágrimas de sus ojos. La habitación es un caos, la casa es un caos. El olor, insoportable. Sin embargo nadie parece preocuparse. Todo se mueve a mi alrededor y alrededor de ella. Decidí quedarme quieta, cerca y hablando suavemente.  Primero mi nombre, por qué estoy allí, quién me invitó y de ella después, lo que sus papás me contaron. Con el correr de las visitas comenzó a mirarme, me esperó sentada, luego en el patio. Mirábamos televisión, revistas, comenzamos a hablar de la trama de una novela. Que no era cualquiera, se trataba de “la Némesis”, una joven paraguaya. Comenzó así a recordar situaciones domésticas en su pueblo. Sus hermanas y su mamá hacían comentarios mientras iban y venían.
Luego se trató de ordenar su material de estudio, sus dibujos y carpetas. Allí me encuentro con notas escritas por los profesores que decían: “no se entiende", “es incoherente”, “no tiene lógica", “¿dónde sigue la frase?”
El tratamiento y la recuperación siguieron hasta su regreso a Paraguay unos meses después. Úrsula  recuperó cierta movilidad, hacía algunas compras, ordenaba la casa y tenía una amiga con quien salía a caminar. La familia agradecida. La iglesia pagó sin complicaciones, eso había convenido con la familia. Al psiquiatra nunca fueron, eran muy reacios a la medicina  y los medicamentos. Se curaban con yuyos y pases mágicos. En ese sentido creo que creyeron que yo era una especie de bruja de ciudad.

Una bruja que se quedaba quieta, que hablaba suave. Casi me había convertido en un mueble de esa casa, claro que un mueble con cierta permanencia. Cuidé mi forma de vestir y el lugar donde me ubicaba. Creo que mi presencia permitió un ordenamiento imaginario, no solo para la joven, también para su familia. Que con el tiempo empezó a ordenar la casa para cuando yo llegara, a poner la novela , luego a preparar mate. Finalmente un como sí de  escena familiar se había armado con risas, charlas y comentarios. Se ordenó la realidad, por la vía de las relaciones “yo a yo”, de cierta rutina. El significante por la vía de mi presencia-ausencia en el sentido concreto permitió cierta reorganización imaginaria de esta joven. No fue de cualquier manera, es la iglesia  - otro con mayúsculas para ésta familia - quien sostiene económicamente el tratamiento y quien insta a la familia a consultar.
Nunca intenté correrme de ese lugar ni desligarme de este Otro, ya que creo daba cierto marco para que se establecieran las relaciones yo-otro.
Tampoco presioné mas de lo necesario para la consulta psiquiátrica , era sacarlos de su imaginario animista y supersticioso. Seguramente fue riesgoso pero tenía la certeza que meterme por esa zona - la que podía dejar en confrontación al yo con el ideal - era definitivamente lo peor. Este desprendimiento podría arrastrar la posibilidad de ser aceptada para intervenir en la historia.
Y ahora viene lo interesante: en una charla familiar pregunto cómo eligieron el nombre de Úrsula, es fuerte, un tanto extraño.
- Mi suegra se llamaba Úrsula, cuenta la madre, era malísima.
Úrsula me mira por primera vez con garra, con fuerza. Se levanta lentamente y va hacia el dormitorio. Vuelve con una foto familiar. Allí estaba ella de bebé en brazos de su abuela Úrsula y el resto de la familia, padres, tíos, primos, parientes. Al poco tiempo de sacada esa foto, la abuela muere.

Tal vez esta criatura vivió la muerte de su abuela “la mala” como una pérdida, un quiebre, eran épocas muy tempranas. No había aún posibilidades de duelar la pérdida del objeto, ya que éste no se había constituido como tal, con lo cual la pérdida de la abuela y la desorganización de la madre con su falta de previsibilidad en su caos cotidiano, la hunden en lo real, el objeto perdido no pudo ser simbólico, estaba constituyéndose. La estructura significante quedó así excluida.
La pérdida llega sin que haya posibilidades de simbolizar.
Úrsula se desprendió y cayó, no había nadie para sujetarla. Sólo la pregnancia de “la mala”, que brilla en aquella mirada, hace pensar que constituida en este lugar ,en mala, la madre no pudo. Su suegra volvía en el nombre de su hija. Tal vez, no tuvo con qué, su trama simbólica también estaba empobrecida.
 Me pregunto que habrá pasado después del viaje, ya que creo se estaba armando una relación de objeto conmigo, pero aún no estaban la condiciones para que pudiera separarse. Mi llegada se asociaba al horario de la novela. Antes era el baño y después los paseos. Siempre en ese orden y con cierta sorpresa al verme, como si no hubiera anticipado que llegaría.

Tratamiento de inicios difíciles...tal vez no tanto. Sólo se trató de ubicar el deseo del analista para autorizarse a escuchar el llanto del Urutahú(1) sin enjaularlo, para escuchar eso que en los psiquiátricos podría  llamarse esquizofrenia.



Trabajo presentado en la Jornadas de Primavera  2000 del Seminario, " Tratamiento de Inicios Difíciles...Prevención de Interrupciones Tempranas" 
Llora, llora Urutahú/ en las ramas del Yatay/ Ya no existe el Paraguay/ donde nací como tu/ Madre, padre, hermanos ¡ay!/ todo en el mundo he perdido/ Y en mi corazón partido/ solo amargas penas hay
(El Urutahú es un pájaro del Paraguay cuyo canto se asemeja a un quejido. El poeta utiliza la metáfora del Urutahú para situar el dolor de una generación desvastada por la guerra y la miseria)



*Artículo publicado en la revista Psyche Navegante N° 30 - www.psychenavegante.net