jueves, 27 de junio de 2013

Convocados por la tragedia

A una semana del horroroso incendio, los familiares de las víctimas o la banda o las seguidores de la banda, no se sabe bien quien, convoca a una marcha[1].
Piden justicia, piden que se vaya Ibarra,...piden, necesitan desesperadamente elaborar ésta traumática situación.
¿Son sólo ellos, los afectados directos?, ¿o es un ritual necesario aunque no suficiente que la sociedad en su conjunto necesita atravesar?. Algunos en el lugar, otros a través de lo que alguien les podría relatar y la mayoría a través de los medios. En todos los casos se trata de una noticia mediatizada sin embargo los medios masivos de comunicación en su gran mayoría se destacan por lo que no dicen.
Esta nota va en esa dirección. Fui a la marcha porque lo necesitaba subjetivamente pero también con una mirada diferente a la que podría haber tenido en otro momento de mi vida, fui como ciudadana y también como psicoanalista. Intentaré contarles algo de lo que los medios no mostraron, no dijeron.
Plaza once siempre está llena de gente, pero ésta vez la gente se juntaba en un “santuario”. En el santuario hay fotos, frases, velas, flores...angustia. La concentración era bastante silenciosa, todos parecían hablar bajo, como en un sepelio. Una parte de los familiares decidió quedarse allí a esperar las 23hs, momento que se produjo el incendio, otra decidió marchar hacia Plaza de Mayo con carteles que mostraban las fotos de sus hijos muertos. El reclamo de justicia y la renuncia de (2) Aníbal Ibarra era la consigna más fuerte. Sin embargo creo que no se trataba sólo de eso. Decidí apurarme e ir mas rápido para recorrerla en su conjunto y así me fui encontrando con pedazos de nuestra historia reciente y pasada.
En ese paneo a velocidad se escuchaba: - paredón, paredón!!!, el - “que se vayan todos”- no lograba imponerse demasiado, había unas señoras con cacerolas que tal vez esperaban desde el 2001 para subir a la próxima marcha.
Esa es la imagen, un colectivo donde se subía cada uno en su parada. La consigna que unificó a la masa fue: - ni las bengalas ni el rock and roll, a los chicos los mató la corrupción. Por supuesto los insultos a Ibarra abundaron.
Otro elemento fueron las velas, las velas son todo un símbolo, no es la primer marcha con velas, pero en ésta ocasión tenían un valor muy diferente. Habían muerto muchos en un incendio, llamar a una marcha de velas con cuarenta grados de calor y tantos adolescentes sensibles, daba miedo.
Av. Rivadavia se encontraba sin luz en varios tramos, al pasar por allí se hacía silencio, parecía que se iba con pié de plomo y las velas...no muchas, en algunas manos quemaban.
Frente a la Jefatura de Gobierno la tensión fue fuerte, se compactó la gente, no había luz y no se podía salir aunque se quisiera, los gritos y la catarsis llegó a un punto álgido. Si el espíritu de la mayoría hubiera sido quemar todo, ese era el momento, hasta fuego había, sin embargo la marcha marchó y cada grupo frente a ese lugar gritó lo suyo y llegamos a plaza.
Ingresé antes, quería ver entrar las columnas. Un grupo de familiares corrió para tomar la cabecera, una mujer sin voz y destrozada de dolor decía: la van a pagar, se van a morir todos ustedes...señalando la casa de gobierno.
Hablaron con megáfono y casi nadie podía escuchar. Los más jóvenes se sentaron en círculo en medio de la gente, abrían espacios en medio del amontonamiento y pegaban las velas al piso, allí se sentaban ...hablaban...miraban las velas. La gente quería pasar y no se podía...muchas velas en el suelo...mucho calor. Los jóvenes con un fuego extra...como aquel día en Cromagnón, tal vez la diferencia fue que había muchos adultos.
La gente comenzó a desconcentrarse, busqué una salida para tomar un taxi, caminé varias cuadras, estaba todo cerrado...finalmente allí se ve uno, ya en viaje el taxista pregunta - ¿viene de la marcha?. Y empiezan una serie de comentarios de esos que no circulan por los medios.
-          ¡A usted le parece lo que hicieron?, la juventud es un desastre, yo cuando salen del boliche no subo a ninguno, me dan miedo.
-          ¿Será que los adultos hicimos algo mal? , le digo preguntando.
-          ¿A usted le parece? Se da vuelta , mi papá me enseñó a respetar a la gente, a ser educado....
-          Bueno, entonces usted aprendió de su papá.
-          No sé ...no, para mí no tiene nada que ver. Yo a mi hijo lo mande a vivir a 500 kilómetros con la madre..le dije:- yo no te puedo cuidar.
         Silencio...no dije nada, él tampoco.
Llegué a mi casa y no pude dejar de escribir estas líneas para contar parte de lo que los medios no dicen de lo que pasó ese aniversario de la tragedia.
Los disturbios no los vi, no dudo que hayan ocurrido, pero no fue lo importante. Sí creo en el valor de ceremonia que tuvo, el seguir sosteniendo el fuego en las manos es prueba del dolor descarnado aún. Del peligro en germen y de la ambigüedad. Del final violento. Ambigüedad que el grupo Callejeros -como representante tal vez de cierto malestar de nuestros tiempos - sostenía, pidiendo que no tiren bengalas mientras en su página Web llevaba un ranking de bengalas tiradas en cada recital. Como el taxista que dice que su padre lo educó, pero “que un padre eduque o no” no tiene nada que ver con la situación de riesgo que muchos de nuestros jóvenes viven. Será que la ambigüedad es la única forma que éste hombre encontró para soportar que no cuida a su hijo.
Según (3) Georges Bataille el sacrificio, en el sentido etimológico de la palabra es la producción de cosas sagradas. Éstas tienen su origen en la pérdida, pérdida producida en el marco del culto que exigen destrucción cruenta de hombres y de animales de sacrificio. Si las cosas sagradas tienen su origen en el sacrificio, el éxito del cristianismo puede ser explicado por la crucifixión del hijo de Dios.
En esta sociedad cristiana se sigue sacrificando hijos, ¿será por aquello de “a imagen y semejanza”?. Los hijos se vuelven sagrados después de entregarlos al sacrificio...son cosas sagradas. Cultura cruel esa que se funda en la muerte del hijo.
Esos hijos llevaron a sus hijos a realizar el culto a la música y el fuego, murieron todos, los que podrían ser nuestros hijos y los hijos de nuestros hijos. Ahora son cosa sagrada, ¿antes no tenían valor?, será que lo cobran después del sacrificio?.
Tal vez el problema reside allí y entonces no se puede tocar el tema de la responsabilidad que a cada uno de ellos también les toca, a los jóvenes, a los padres de esos jóvenes, a los músicos, cada uno en su medida. ¿Porqué no pudieron advertir que llevar niños allí era riesgoso mas allá del incendio?¿Qué falla entraña semejante acto? Y si ellos no pudieron, la ley social haciendo de tope tampoco funcionó, nadie les prohibió la entrada, empresarios y políticos corruptos en el afán de acumular ganancias son los responsables. Fallaron todos los ordenes de la legalidad interna y externa.
En este marco se vuelven cosas sagradas, intocables por la mayoría de los medios, siendo así garantía de adhesión. Ya que, soportar la verdad que descansa sobre la repetición de estos actos, seguramente convocará a los peores demonios de nosotros mismos como sociedad. A esos que no cierran sus fauces para dejar de tragar niños. Sino estarían tratando de ubicar la responsabilidad de los jóvenes que no son tarados, son jóvenes.
Voy a quedarme con lo que creo fue la diferencia, esta vez en esa marcha había muchos adultos, tal vez tratando de cuidar a esos jóvenes, sólo eso.... para no sacrificarlos.


[1] Marcha por el incendio del boliche Cromagnón el 30/12/04
2 Jefe de gobierno de la Ciudad de Bs.As.
3 Autor del libro: La parte maldita


Psyche Navegante N° 65 - www.psychenavegante.net – Diciembre 2004

Actualidad - Dossier República Cromañón

Llora el río negro

Escrito por Silvia Sisto
Llora a sus niños, a sus jóvenes, llora a sus mayores consternados. Parece que en sus aguas yacen desde hace años, después de la dictadura dicen algunos, las almitas de esos jóvenes que encontraron un bello lugar para morir.
-          Acá se está muriendo todo, hay que irse...
Dijo Juan de 21 años, el conserje del hotel de Viedma donde pasé los tres días que duraba mi seminario sobre clínica con niños, ese que había sido programado desde hace meses. Ese que había pensando en quien sabe cuántas variantes para este tema en estos tiempos, donde se toman niños de rehenes o se los manda a la guerra, donde los niños trabajan. ¿Hay niñez allí?
Y a cuatro días del viaje, sucede “lo de Patagones”. Y me empiezo a preguntar si es solo de Patagones o si responde a un fenómeno global, donde nuestros jóvenes están enfermos de futuro y no solo de pasado como creíamos. Decido tomar el tema y ponerlo a trabajar con los concurrentes al seminario.
Están tensos, angustiados, enojados con los medios. Resulta que ese dibujo que circuló sobre un terrorista pintado en la pared de la escuela Islas Malvinas había sido sacado de contexto. Se trataba de un mural sobre la guerra y la paz. El fotógrafo solo tomó lo que consideró mas efectista.
El efecto... el efecto y las causas cuales habrán sido? Intentamos despejar las que pudieran ser psiquiátricas, con esas no hay dudas, sobre todo cuando planteo si tal vez Rafael se habrá intentado suicidar suicidando a otro, a un par, ya que el escenario no es cualquiera. No acuerdo con los que dicen que podría haber sido en cualquier lado, en un supermercado o en un cine. Fue donde había otros como él, donde hacer la diferencia “yo - no yo” era mas difícil. Ocurrió donde tal vez su espejo se fragmentó.
Es entonces que una colega interviene diciendo:
-          Sí, los chicos de la escuela dicen que Rafael también está muerto, hablan de él en pasado.
Un pasado demasiado reciente, donde el futuro anterior de la infancia:- Dale que yo era, se tornó:- Yo soy ..., yo me siento como él, quiero hacer lo que él hizo. Hubo más de una consulta por dichos de adolescentes en este sentido. Los docentes, lo padres, los colegas están perplejos.
Creo que el seminario operó sobre esta perplejidad y abrió la posibilidad de ponerle nombre a aquello que no lo tiene. En tal caso tiene el nombre que los medios le pusieron, “La masacre de la escuela”, “Terror en la escuela”, canal 9 tituló: “Rafael un asesino muy normal”.
Mientras tanto, tal vez se trate de soportar la incógnita, esa que tan bien nos pinta Goya en su cuadro:- “El cántaro roto”. Allí hay una madre, un niño y un cántaro roto, el cuadro tiene una leyenda que dice: “No importa que ha pasado con el cántaro, si la culpa es de la madre o del niño, el cántaro ya está roto”. Habrá que soportarlo y trabajar sobre eso.
Y “eso” corre en el discurso y allí en las paredes del colegio aparece escrito:
-          “Cuerpo docente cuídennos, pónganse las pilas”, los alumnos.
Escribí la frase en la pizarra en el comienzo de la segunda clase, un silencio se apoderó de la escena. El tema era el discurso.
¿De qué pedido se trataba allí? –Pónganse las pilas- ¿Se tratará de lo que suele hacerse: ir rápido, limpiar, tapar, tratar de que todo vuelva a la normalidad?. Vivimos en un tiempo de “ponerse las pilas”, “tirar para adelante”, “está todo bien”. Un tiempo de tiempo veloz, rápido y eficiente.
¿Estos jóvenes estarán pidiendo más de lo mismo?, me pregunto. Lo que me llama la atención es la expresión: “cuerpo docente”. Hay allí un pedido a un cuerpo.
Es ahí que una muchacha levanta la mano y con voz quebrada dice:
-          Mi marido es docente del turno tarde de la escuela y él y yo no podemos entender que pasó con los adultos en ese momento. Porque en los relatos de los chicos no aparece ninguno...
-          ¿Y qué pasó?
-          Salieron todos corriendo a buscar a la policía, los dejaron solos, ellos piden la presencia del adulto, que pongan el cuerpo.

En el momento de crisis cada uno responde desde su propia subjetividad y con los recursos de que dispone en su particular anudamiento Real- Simbólico-Imaginario. Los adultos salieron a buscar la ley encarnada en la policía y los jóvenes se quedaron en el caos sin ley de la locura desatada por Rafael Junior.
Sí, Junior era su nombre legal, no un sobrenombre. Es que su papá -fanático de Boca- quería que llevara ese nombre. Hizo una pelea con el registro civil y lo anotó con ese nombre. “Hijo” en inglés, tal vez por eso Rafael se crió mirando y escuchando clases de inglés en video, hablaba inglés a la perfección. En su casa le decían que no parecía de la familia porque hablaba en otro idioma:- Vos tenés que hablar como tu familia (Clarín del 1/10).
¿El había sido colocado bajo un signo y desde allí hablaba? Junior hablaba en inglés, parece tener cierta lógica.
Rafael disparó a las paredes de la escuela, al cuerpo de la escuela, los gritos tal vez lo llevaron a sus compañeros. Dante no gritaba, era el amigo de Junior. Rafael no le disparó.

Es interesante pensar la cuestión del nombre, de los nombres. La escisión del objeto se vislumbra allí. Todos los actores de esta historia lo nombran Junior, Rafael apareció después del episodio.
Y vuelvo a la pregunta inicial, cómo nombrar lo que pasó. ¿Será que estamos en presencia de un fenómeno de ampliación del borde de lo Real sobre lo Simbólico e Imaginario que afecta a cada uno según sus condiciones subjetivas?.
Este proceso lo trabaja un psicoanalista de niños, Afredo Jerusalinsky[1]. Él plantea que en la infancia el borde de lo Real se duplica y allí aparecen fenómenos típicos de la infancia. En ese doble borde ubica a los Objetos Transicionales, al Jugar y al lugar del Otro encarnado. Lugar necesario para el niño.
Si algo fallara en la subjetivación del niño ese campo se solidifica y tiende a cristalizar estos fenómenos e instalar la dependencia y la debilidad mental (esto es mío).
En la infancia será la madre la que tramite la relación de objeto por el proceso de frustración. Hará soportable en el mejor de los casos la desilusión que provoque el encuentro con el objeto. De este armado irá dependiendo la capacidad de ilusión-desilusión. La madre en quien la función del padre está operando, es quien agencia este discurso.
Tal vez el discurso que agencia la ruptura de lazos sociales empujada por la precarización y el deterioro simbólico que la falta de trabajo y lo que esto implica como andamiaje de estructura, junto a la corrupción como modalidad de intercambio en gran parte de la sociedad, sea una forma de situar la causa de la duplicación de lo Real sobre S, I, desborde que retira al sujeto de una línea de producción, y esto es mucho más que la máquina, la mercancía y el valor de uso. Es el valor de cambio, incalculable, es el linaje y un lugar con un nombre que sea propio. Con este agente de discurso es probable que los fenómenos típicos de la infancia se cristalicen y la dependencia a un Otro encarnado por falla de los recursos simbólicos se perpetúen. Así los jóvenes y los niños se han quedado sin un lugar propio. Aquella idea de que la generaciones nuevas empujan a las viejas se encuentra con esta dificultad.
En este sentido creo que lo que paso en Patagones es de Patagones aunque no sólo, la humanidad en su conjunto está mostrando lo que podríamos llamar fenómenos particulares de este particular momento. La tecnología y el “avance” de la comunicaciones dan viabilidad a estos fenómenos.
Aunque crímenes hubo siempre, no siempre se mató niños como ramilletes en Bagdad, no siempre los Chechenos y putines tomaron escuelas y llevaron a la muerte a cientos de niños. No siempre la guerra ni las ejecuciones se televisaron. Cada época muestra sus garras y los psicoanalistas no podremos evitarlo. Sí, podemos leerlo y tal vez muchas veces propiciar condiciones para que a falta de Objeto Simbólico con que responder, lo Real no desborde innecesariamente.

Sobre el final de la tercer clase una directora de escuela levanta la mano y dice:
-          Te agradezco que hayas hablado, a mí me alivia escucharte pero yo por ahora no puedo.
Tal vez está diciendo que el relato propio en la voz de quien semblantea un objeto en falta, una carencia, un lugar vacío, a la vez que provoca, modula la angustia y permite su recorrido... Cuando el azar mete la cola cada uno verá como se las arregla, en este caso tomarlo fue sumamente interesante para mí y para quienes me acompañaron en este seminario sobre “El dolor en la infancia.”



[1] Psicoanálisis en problemas del desarrollo infantil- Nueva Visión



Psyche Navegante N° 65 - www.psychenavegante.net – Diciembre 2004
Actualidad - Dossier “Tragedia en Patagones: ¿Quién es el dos en la Folie-á-deux?


miércoles, 19 de junio de 2013

La obra como biografía: Melanie Klein

Voy a tomar algunos rasgos de una mujer que hizo marca como psicoanalista, en el trabajo con niños: Melanie Klein. Pienso que tal vez, Freud y Winnicott no pudieron intercambiar ideas entre ellos pero Klein pudo haber hecho de bisagra sin saberlo. Esa es la función que me interesa tomar y lo haré con diferentes autores, tomando nota de sus hallazgos en relación a sus historias de vida. Sólo algunas pinceladas. 
Esta mujer, cuenta [1]Julia Kristeva, que fue una esposa infeliz y una madre deprimida, que emprendió un análisis con Ferenczi y lo terminó con Abraham, que no era médica ni tenía ningún otro título, en 1919 realizó su primer estudio de psicoanálisis de niños pequeños, basándose en el análisis de sus propios hijos - no fue sin consecuencias para ellos- y se convirtió en psicoanalista en 1922, a los 40 años.
Winnicott supervisaba con ella, él quería que Klein analizara a la que fue su primera esposa, que tenía una gran fragilidad emocional, pero Klein no aceptó ya que prefirió que él analizara a su hijo Erich. Éste aceptó, lo que no aceptó fue la supervisión de Melanie en ese caso.
En su autobiografía -cuenta Kristeva- ella habla de sus inicios en el psicoanálisis bajo la dirección de Ferenczi -uno de los primeros discípulos de Freud que se destacó como uno de los más fervientes y talentosos, que junto a Jung, acompañó a Freud en su viaje a los Estados Unidos en 1909, para hacer conocer el descubrimiento freudiano.
Dice Melanie Klein: “Durante mi análisis con Ferenczi, él llamó mi atención sobre el don real que yo tenía de comprender a los niños, y sobre el interés que despertaban en mí, y me alentó sin reservas en mi idea de consagrarme al análisis, y en particular al análisis de niños. Por supuesto, en esa época yo tenía tres niños que eran los míos. Yo no encontraba que la educación bastara para proporcionar una comprensión total de la personalidad, y en consecuencia que tuviera toda la influencia que se puede desear. Tenía siempre la sensación de que, detrás, había algo que yo no llegaba a captar”.
El primer caso de análisis de niños que Melanie Klein presentó ante la Sociedad Húngara de Psicoanálisis, en 1919 le valió su admisión como miembro. Allí expuso el análisis de su propio hijo, Erich, presentado con el nombre de Fritz, al que observaba desde los 3 años de edad.
Klein fue y es cuestionada por haber tomado como objeto de estudio a sus propios hijos. Y si bien esto es cierto: Erich fue presentado como Fritz, Hans como Félix y Melitta como Lisa, hay un detalle que no es menor, también tomó a su propia maternidad, a ella misma, como objeto de su estudio. Ella hablaba de analista/madre o madre/analista, hablaba de la superposición de las funciones. Aun así, sobre el final de su obra no recomienda atender personas del entorno cercano, tal vez ella como Freud en su momento, no tuvo opción.
M. Klein realizó una exposición en el VII Congreso de Psicoanálisis realizado en 1922 en Berlín, el último al que asistió Freud, que parece que estuvo ausente en el momento de su intervención. Sin embargo evidentemente el maestro recibió noticias de ella, que aparecen en Más allá del principio de placer y su postulación de la pulsión de muerte (1920). Ya que ella fue la precursora en trabajar la hipótesis de la existencia de una pulsión de muerte en el bebé, como respuesta al miedo de ser aniquilado.
Para Klein, el inconsciente del niño nos confronta con otro saber, un saber enigmático propio de la fantasía, rebelde a las explicaciones, un saber que no quiere conocer el mundo real en el sentido de aprender y adaptarse a la realidad (en oposición a Ana Freud). Este saber inconsciente es filogenético e innato. ¿Qué hace entonces la madre-analista? Yo creo que acá está el hallazgo de Klein: fabula, juega, narra. Acompaña la curiosidad sexual y también el miedo a la castración o el miedo a la muerte que entretejen las fantasías del niño, sin vacilar en proponer ella misma pequeños relatos cuando el paciente no encuentra uno.
Ella propone juegos, inventa, y creo que ha dejado algunas marcas negativas que hace que no se pueda valorar esa estrategia, que solamente se tome lo que tiene de complicado. En realidad, cuando con un paciente se inventa una historia hay que preguntarse por qué se inventa esa y no otra, y en ese sentido no es cualquier historia, es la que el inconsciente de uno captó del inconsciente del paciente, en esa comunicación inconsciente-inconsciente algo se produjo.
En esas fábulas, esos relatos “ella se proyecta en la escisión de él; le da las palabras, las historias que está segura son “las de él y las de ella”.
Cuando dice que las historias son “las de él y de ella” está hablando de lo que Winnicott llamó Espacio Potencial de juego, lo que se produce “entre”.
Pero fue en Berlín, donde Melanie Klein, dirigida por Abraham, puso a punto la técnica del juego, lo utiliza como una escena onírica sometida a los procesos primarios (desplazamiento y condensación), conjuntamente con el lenguaje del niño, pero también con la semiología diversificada de sus afectos, que ella descifra en el comportamiento sensorial o emocional o en la gestualidad no verbalizada (Kristeva).
Por otro lado, Melanie Klein nos deja una pregunta, que es el punto más criticado de su clínica: ¿Se puede decir todo lo que se cree saber que ocurre en el inconsciente del paciente? ¿Sin tener en cuenta lo que Lacan llamó, los tiempos lógicos?
Lo que quiero resaltar también, es que Melanie Klein puso el acento en las sensaciones corporales: para ella las relaciones objetales existen desde el inicio de la vida, el primer objeto es el pecho materno, que se divide para el niño en un pecho “bueno” (gratificador) y un pecho “malo” (frustrador). Esto lleva a una separación del amor y el odio. La relación con el primer objeto implica también su introyección y su proyección.
En su teoría, el niño percibe muy pronto, no sólo el pecho como “objeto parcial” del amamantamiento, sino también otras partes del cuerpo materno (la voz, el rostro, las manos, el regazo, y yo agregaría el sostén, el tono muscular con que se lo sostiene),toda una “presencia, una intimidad física” con el conjunto por lo menos “vago” de un “otro” que aún está en vías de diferenciación respecto del yo, dice Klein..
El objeto interno kleiniano es un conglomerado de representaciones, sensaciones y sustancias, la complejidad del objeto interno, según Klein, resulta indispensable para seguir las particularidades de la fantasía en la infancia, así como en los estados límites o las psicosis.
El concepto de “posición” en Melanie Klein también es muy interesante, no equivale al de “estadio”, ni al de “estructura”. Klein habló de las “posiciones” designando con ese término la movilidad o la alternancia de un sitio psíquico al otro, desafiando con ello la cronología.
Las posiciones de Klein, la “posición esquizoparanoide” (predomina la escisión y la idealización no hay culpa, hay disociación) y la “posición depresiva” (hay integración y posibilidad de reparación también intensidad de la depresión y angustia), nombra una especie de estructura de la vida afectiva, que aparece en un cierto momento de la historia del paciente y es capaz de recurrencias en el inconsciente.
La posición depresiva es una invención teórica que Melanie Klein formuló después de un duelo que relatan, fue devastador para ella. En abril de 1934 murió en un accidente de montaña Hans Klein, su hijo mayor. La madre en duelo no asistió a las exequias de su hijo, y se presentó en el XIII Congreso Internacional de Psicoanálisis realizado en agosto del mismo año. Dice Kristeva: el duelo por el hijo y la postulación de la posición depresiva, están seguramente relacionados.
Aquí es nuevamente donde la producción es autobiografía. Como Klein supo precisar: “la sublimación tiene la ruda tarea de salvar los trozos a los que ha quedado reducido el objeto amado”.

Fragmento de la clase1 del Seminario: Los niños nos enseñan a psicoanalizar.


[1] El genio femenino. La locura II. M. Klein, de Julia Kristeva


Psyche Navegante N° 93 - www.psychenavegante.net – Agosto 2010
Psicoanálisis - Vida y Obra
Autor: Silvia Sisto



La obra como biografía: Donald Winnicott

Voy a tomarme de la idea de juego para jugar con algunos autores sin ataduras cronológicas, pero sí tomando nota de la época en que vivieron, en un vaivén de matices y hallazgos que se entrecruzan básicamente en un contexto de guerra.

Si alguien habló de contexto, de ambiente, ése fue Winnicott. –Winnicott fue un niño aristocrático enviado tempranamente por su padre a la escuela alejándolo de sus “múltiples madres” como él decía (madre, hermanas, cocinera). En el ámbito familiar, Winnicott estaba rodeado de muchas mujeres. En general dicen que disfrutó de esas atenciones. De esas vivencias con sus múltiples madres como él dice, tal vez surgió su concepto de madre “suficientemente buena” que por ende, y me parece que ahí está lo interesante de Winnicott, también es suficientemente mala. Las dos cosas están allí. Yo creo que para captar a Winnicott hay que captar los hallazgos en una estructura paradojal. Tal vez la de su propia vida. No por cualquier razón Winnicott escribía y a lo mejor pensaba paradojalmente.
Como único hijo varón, su padre quiso convencerlo de que se uniera a la empresa familiar cosa que no logró. A pesar de una infancia buena algo lo perturbó, hecho que lo llevó al estudio de enfermedades graves y de situaciones graves. Al cumplir 67 años escribió un poema a su madre y se lo entregó a un colega, se lo dio a leer haciéndole saber lo que le había costado y dolido “sacárselo”, ésta es la expresión que él usó, “sacarlo”. El poema es muy breve y dice:

La madre abajo llorando
llorando
llorando
Así la conocí
Una vez, extendido sobre sus rodillas
Como ahora sobre el árbol muerto
Aprendí a hacerla sonreír
a detener sus lágrimas
a deshacer su culpa
a curar su muerte interior
Darle vida era mi vida.

Este poema por lo menos sugiere una madre muy triste, no sé si decir depresiva pero había un niño ahí que se había propuesto alegrar a su madre. Por eso creo que esa madre suficientemente buena también incluye a la otra, en su propia vida.
En años posteriores Winnicott escribió ¨ El análisis es el trabajo que he elegido, la forma en que siento que mejor puedo ocuparme de mi propia culpa, la forma en que puedo expresarme de modo constructivo”
Según dicen no llegó a tener una lectura completa de las obras de S. Freud. Cuando empezó a estudiar psicoanálisis muchos de los escritos de Freud todavía no habían sido traducidos al inglés. Winnicott nació en 1896, Freud en 1856, los separan muchos años y un mundo que no era el actual. Sin embargo en varias cuestiones parece que hubieran tenido una misma intuición.
Hay preguntas como: ¿Cuándo empieza el juego? ¿Hay juego antes de poder separase de la mamá? ¿Hay objeto cuando se juega? Preguntas que, aunque de manera diferente, rondaron a todos nuestros maestros.
Según Freud “el juego sintetizaba el logro cultural del niño, la gran renuncia instintiva realizada a fin de dejar partir a su madre sin protestar.” Se detectaba allí la ganancia de placer en el dominio del objeto, y de ahí la compulsión a la repetición.
Winnicott no estará del todo de acuerdo con Freud – aunque no pudo polemizarlo con él- respecto a la voluntad de dominio que hay en el juego, o, de que sólo haya eso. Él dice que no trata sólo de dominio, él habla de “uso” de objeto donde hay que tener en cuenta la naturaleza del objeto, como una cosa en sí misma. Él va a decir, para usar un objeto es necesario que el sujeto haya desarrollado una capacidad que le permita usarlos. Y en ese sentido, nuevamente la paradoja, el objeto tiene que soportar el uso.
En este sentido quiero detenerme un poco en la cuestión del analista cuando ofrece su presencia, su cuerpo, su consultorio, a ser usado, tiene que poder dejarse usar, pero, y acá viene el aporte de Lacan, que me parece que es lo interesante: hasta cierto punto.
Winnicott va a seguir un poco más y va a decir que esto del uso y de la relación de objeto es posible en tanto exista un ambiente facilitador, que no es poco.
Retomo, es Lacan quien va más allá del uso, él habla del usufructo (éste es un término del derecho): uso interdicto por la ley. El uso sin ley, goce, goce del Otro, espacio sin tiempo, juguetes que no lo son (autistas mordiendo todo o babeando). En el usufructo la ley se manifiesta en la modalidad de uso. Las cosas se usan para lo que han sido hechas. Cuando uno trabaja con un autista, ahí es bien claro que algo de la legalidad no está funcionando, que el objeto perdió la calidad de objeto, la pelota es redondez para decirlo de alguna manera, es algo que siempre tiende a querer ser incorporado, a querer ser mordido. Entones el Objeto Transicional que emerge del Espacio Potencial de Winnicott podría ubicarse entre la presencia-ausencia de la madre y la interdicción del padre. Y el Objeto Transicional, provocando a la estructura significante.
Entonces, es importante repensar con Winnicott[1] la construcción en cada caso del Espacio Potencial de juego, Objeto Transicional y Fenómenos transicionales, que dependen de esa zona hipotética que hay entre la mamá y el bebé. Estos elementos serán necesarios que aparezcan en el espacio del consultorio pero sólo será posible si tenemos en cuenta ese concepto muy importante que es el de ambiente facilitador. Cómo semblanteamos para facilitar que algo de eso aparezca, es lo más difícil.
El ambiente, la atmósfera que anidará a una criatura es fundamental para que los otros elementos particulares de la infancia aparezcan. Ese ambiente facilitador que pueda armarse para determinada familia, en nuestro consultorio, hace a nuestro arte de encontrar el semblante que facilite y posibilite el trabajo. Hay una anécdota de Winnicott, cuando lo llaman para que asesore en un orfanato y le preguntan cómo tenían que abordar los terapeutas esos casos tan terribles de niños que habían perdido a su familia en la guerra. Winnicott recorre el lugar y dice algo así: "Antes de hacer nada, pongan cortinas y cubrecamas acogedores". Está en "Deprivación y Delincuencia" un libro muy interesante y tal vez de poca circulación actual.

Volvamos al juego, Winnicott le da un estatuto vital en la construcción de la subjetividad a la posibilidad de jugar. Si un niño puede jugar, me parece que tiene una cantidad de recursos, aunque tenga que venir al consultorio de un analista, una cantidad de recursos disponibles que rápidamente hacen que la situación empiece a andar bien. El tema es cuando no juega. Se nos plantea aquí una dificultad de traducción que hay que aclarar para no simplificar.
El inglés dispone de dos palabras para nombrar aquello que nosotros sólo podemos decir de un solo modo: jugar. Ellos dicen play o bien game. El game es el juego reglado, se desarrolla en un espacio y un tiempo preestablecido, con un inicio, un desarrollo y una conclusión definidos; el ajedrez sería un ejemplo, dará como resultado ganadores y perdedores, y otorga a quien lo juega la sensación de dominio (Freud) de una estrategia posible para dirigir su juego. Y algo que resulta importante es que todo game admite una vuelta más, un volver a intentarlo. El play, en cambio, está más cercano al despliegue de una actividad espontánea; es en su propio movimiento como se construye el área de juego; no define “ganadores” o “perdedores”, pero los participantes no salen del mismo modo al que habían ingresado. En el play no hay una preocupación intelectual, en el game sí. Y, finalmente, en el play no hay “revancha” ya que difícilmente se puedan reeditar las alternativas que lo hicieron posible; en todo caso, si las cosas van bien vuelve a intentarse, continúa. Creo que el arte del analista es llevar al paciente a usar la “y” no la “o”. Tal vez sea play y game.
Winnicott aclara que en el play no hay dominio, y somos más jugados que jugadores. En este sentido Winnicott es bastante lacaniano, somos objetos del juego. Y Lacan es muy winnicottiano ya que su conceptualización de objeto “a”, la toma de Winnicott y la sigue trabajando.
Decía en el comienzo que Freud y Winnicott no pudieron intercambiar ideas pero tal vez Klein hizo de bisagra sin saberlo…

Fragmento de la clase1 del Seminario: Los niños nos enseñan a psicoanalizar 


[1] Realidad y juego- D. Winnicott



Psyche Navegante N° 93 - www.psychenavegante.net – Agosto 2010
Psicoanálisis - Vida y Obra
Autor: Silvia Sisto