Psyche Navegante Nº 53 – www.psyche-navegante.com
Área: Sociedad
Sección: En la calle
Título: Homeless
Autor: Silvia Sisto
Las grandes ciudades han generado un nuevo producto:
el deshecho humano, como pensar desde el
psicoanálisis la presencia de
este nuevo Real del malestar en la
cultura.
Bajando las escaleras allí nomás del living, duerme mi
homeless, el que me tocó en suerte en esta ciudad de Buenos Aires. Conversando
con vecinos y amigos me doy cuenta que cada uno tiene el suyo. Y el mío está
allí, solo, acurrucado, a veces cerca a veces lejos de la entrada. ¿Será una
señal, un signo, habrá algún mensaje en el lugar en que se ubica?.
Cada noche, a la misma hora llega, a la misma se va.
El BAP( Programa de la Municipalidad de la Ciudad de
Bs. As. , Buenos Aires Presente) responde, pero mi homeless no responde. Parece
que lo visitaron varias veces y no responde, solo creen que se llama Sergio.
Saber el nombre de alguien da cierta familiaridad, -se
llama Sergio-, podría dirigirme a él de otra manera. Pero algo suena
inquietante, mi homeless había dejado algunas pistas, o es idea mía?, una
petaca, una cierra de mano transformada en cuchillo, trabajo de preso. ¿Porqué
dejaría algo tan valioso? Tal vez no era de él, pero de quién si solo él ocupa
esa entrada desde hace meses.
La fiscalía contravencional dice que si fuera un
objeto lo retirarían pero una persona no lo es, así que no pueden aplicarle
infracción. ¿? Que raro, si las persona en este estado no son cosas ,
entonces este sistema ha generado algún
tipo de producto humano que además no
está catalogado en ningún libro de residuos, ni de reciclado, ni de ecología,
el sistema ha generado un nuevo producto: el
deshecho humano, que no es una cosa ni es un humano.
¿Querrán decir algo esos objetos que dejó caer? Los
dejó caer o simplemente se le cayeron. Hay algo a descifrar, una letra, o es
intentar traspolar “lo que es para un hombre lo es para un homeless”.
En mi trabajo con niños autistas a veces me hago esta
misma pregunta, pero sólo es esta forma, - hablarles- la única que los seres
parlantes tenemos para introducir al cachorro en el mundo del significante,
solo esta forma me suena a puente, a lazo , a cuerda para hacerlos pasar,
cruzar la frontera aunque sea por un ratito. Y después me pregunto sino será
peor.
Tengo que hablarle a mi homeless tengo que
hablarle...sin miedo. No hace nada.
-
Señor...señor...Sergio
Se desató el ovillo, ese
cacho de carne y trapos acurrucados se transformó lentamente en un hombre alto,
erguido. Como si hubiera visto pasar la evolución del hombre en 10 segundos. No
fue que lo llamara, fue que dijera su
nombre.
Conversamos amablemente, le dije que tal vez podríamos
pensar en otro lugar para él, le dije mi
nombre, que si cambiaba de idea me llamara que soy la dueña de casa, - es
que últimamente se me hacía complicado entrar, Sergio usaba el umbral de
almohada-.
Le dejé claro que yo soy la dueña y él mi huésped, que
no hacía falta que se fuera.
Me saludó con aire aristocrático y nunca mas
volvió, cada noche bajo a ver si está,
busco señales pero no, mi homeless desapareció en el mismo momento que le
hablé. En el mismo instante en que apareció, desapareció.
Cuando dije su nombre y le di un lugar donde
“alojarse”...se escapó.
Desapareció para mí, pero él seguirá siendo un
deshecho en algún otro umbral donde nadie lo indague ni lo haga cruzar la
frontera.
Me pregunto si tenemos derecho a hacerle esto a
alguien? Alguien que no demanda, que no llora, ni pide, que está perplejo.
Desde qué lugar me arrogué el derecho de nombrarlo? Tal vez el de dueña de
casa...él se acurrucó en mi hall, yo no fui a nombrarlo a la esquina.
Esta pregunta me acompaña en el tratamiento del
autismo y tal vez algunos de los articuladores teóricos que se piensan allí
sirvan para entender algo de este nuevo producto humano y su posible abordaje.
Pienso en mi intervención al nombrarlo, pienso en el Discurso del Amo, el que funda el
inconsciente, como con un bebé. Pero el
bebé , deseado, viene a un lugar que ya tiene antes de nacer, viene a un nombre
y a una historia. Aquí como en los niños autistas hay un a-lugar, viene a un
lugar que no era y cuando se le otorga
se va. Paradojas de la construcción....tal vez motorice su demanda, pensaría en
el marco de un tratamiento.
En este sentido podría situarse(*) que así como el autismo estaría en relación
a la ausencia de lo Simbólico y lo
Imaginario, ya que en estos casos el
espejo que el imaginario materno ofrece al niño lo devuelve permanentemente a
la esfera de lo Real y esto acontece porque dicho intermediario no puede hacer
otra cosa, no hay lugar para la circulación simbólica de ese hijo. Podría
pensarse entonces que así como en el autismo la madre en función no funcionó,
aquí hay un producto que a los humanos corrientes no nos entra en circulación
simbólica, pasamos muchas veces ante ellos y finalmente ya ni nos estremecemos,
“son eso”. Tal vez como intermediarios no sabemos qué hacer.
Será porque vivimos en un lugar donde se puede desaparecer, no morir o perderse, desaparecer. En estos días una terrible
inundación en nuestra provincia de Santa Fé hace hablar al periodismo de la presencia de 1700 personas desaparecidas. No es cualquier
significante en la historia de nuestro país. Como desaparecen 1700 personas?
Por eso pienso que tal vez estos homeless son
“desaparecidos de lo simbólico”, aparecidos en lo “Real”. Producto de la
velocidad y ferocidad de nuestra aldea ... global. Desaparecidos de la
producción, del lazo social.
Dice el diccionario de inglés del significado de la
palabra homeless: - vago, sin casa ni hogar; destituído.
En esta definición tal vez se juegue algo de verdad en
relación a la posición subjetiva de alguien y al marco social en que dicha
posición cobra vida . El vago puede ser referido a una posición de alguien
respecto de la producción en general y el destituido parece tratarse de un
estado al que se llega por la acción de algún otro. Ambas cuestiones
seguramente se entrelazan.
Este hombre creo que cruzó por un ratito la frontera,
cuando su mirada se subjetivó después que dije su nombre, ciertamente, produce dolor .
El mismo dolor que siento cuando un niño autista me
mira por un instante y se fuga rápidamente, se va, nos deja solos. A veces me
pregunto quién nombra a quién. Ellos
saben de un lugar que nosotros no, ellos nos atraen a mirar dentro, el vacío.
El mismo que dejan cuando se van, ese que llenamos de
palabras para calmar nuestra propia angustia.
Para quienes trabajamos con ella, con la angustia, la
propia y la del otro sabemos que es ella la que motoriza en gran medida nuestro
quehacer, nuestro arte. Sino hasta parece una insolencia tratar de teorizar o
pensar estas cuestiones que desgarran la carne.
(*) Posición teórica de Rosine y Robert Lefort
trabajada por Alfredo Jerusalinsky en :
“Psicoanálisis del autismo”.
Silvia Sisto
Psicoanalista
TE: 4981-3840