Escrito
por Silvia Sisto
Sus padres se
separaron cuando él tenía dos años. Ahora, vive con su mamá, sus dos hermanos y
su padrastro, aunque en realidad esto no es tan así. También vive en lo de su
novia y a veces con su abuela y tía abuela, cerca de la casa de la novia.
El padre de Manuel está preso hace más de un año.
Se presenta como
enojado, errante. Dice que se olvida de todo, que tiene la cabeza llena de
pensamientos que no lo dejan ni dormir. Que es el “renegado” de la familia. Él
quiere progresar y los demás, no. En medio de este relato y
haciendo como que repaso mis notas le digo: - ¡Ah!...pero vos casi caes
preso como tu papá!! –“Si la verdad… no lo había pensado”, dice Manuel.
Por otro lado, él
es acusado por llevar un arma y a la vez acusa a la policía por maltrato
y golpes. Le señalo esta doble situación que tampoco había notado. Acusa y es
acusado. Este no es un detalle menor teniendo en cuenta que vive bastante
cerca de la comisaria y se cruza muy seguido con los policías que lo golpearon.
A pesar de todo lo que sufrió y de lo amenazante de la situación, no
tiene miedo.
Comenzamos a trabajar
en este contexto. Le doy un horario y a la siguiente sesión él llega y yo ya
estaba atendiendo. Se trata de un Centro de Día, donde al llegar hay un espacio
de “sala de espera” allí alguien recibe y contiene hasta que son atendidos.
Manuel, tiene que esperar y se exaspera, cuando salgo no me mira tengo que
acercarme y tocarlo:- Hola…¿pasas? Con muy mal gesto pasa al consultorio y me
dice:- “¿Qué?!! ¿Estoy pintado yo acá?!!”. Y ahí comienza un
dialogo tenso y ajustado, donde trato de mostrarle que no lo atendí
antes, porque él no estaba. Yo, estaba en el consultorio.
Salimos de esa
tensión con un chiste mío. Más que chiste, un sentido posible al malestar. Le
digo: - ¿Sabés lo que pasa…? Que vos sos un cabrón, ¡engranás de
nada…! -se ríe, y creo que ahí se instala alguna
transferencia posible.
Habla de cómo lo
torturan sus pensamientos, de que no puede dormir, pero no puede contar nada
respecto a los pensamientos… no insisto.
Cierto día como si
nada, me cuenta que va a ser papá. Su novia de 16 años está embarazada por
segunda vez, el primero lo perdió, en esa ocasión él no sabía que ella estaba
embarazada. Se habían peleado y él se entera cuando la muchachita pierde un
embarazo de 5 meses en el inodoro. Ella usa ese episodio para torturarlo y retenerlo.
Aquí empiezan a
poder ubicarse, en parte, los pensamientos que lo torturan. La escena con la
policía acontece en ese momento, cuando él se entera del hijo y su pérdida, con
lo cual es posible que se haya alterado y se haya hecho pegar. Lo cual no justifica
los golpes que le dieron.
Ordenar este tramo
de la historia fue de bastante alivio para Manuel y también intentar deslindar
responsabilidades: si él no sabía del embarazo, cómo podía ayudar y aunque
hubiera sabido, hay situaciones que no se pueden evitar.
Mientras tanto su
novia lo manipula y lo maltrata, cierto día llega a la casa de ella-
donde dormía hasta las 3 de la mañana para luego ir de su abuela donde duerme
en el piso- y ella lo “ningunea” porque estaba con la prima, lo deja afuera
(tal vez como en la sesión que llega y yo no lo atiendo enseguida, por eso su
malestar). Él siempre queda afuera, no tiene casa, circula errante.
La sesión siguiente
a ese episodio, vino muy dolido, “que ella no lo dejaba estar con su hijo, que
él quiere cuidarlo…” entonces, conversamos sobre cómo hablar con ella, cómo
tratar de que no lo maltrate y si lo hace, él tal vez pueda irse a otro lugar…
¿hay otro lugar? Allí aparece la posibilidad de arreglar un galpón o de irse a
Villa Dominico- la casa de la madre y el padrastro- . Cuando vislumbra esas
posibilidades la enfrenta. Le dice que él se va, que cuando nazca el bebé se
ocupará de su hijo y que ella se quede con la prima. A partir de este momento,
empieza a poder dormir.
-“Sabe Silvia...
estoy bien, pude dormir tranquilo. Ella quería pelear pero yo, tranquilo”.
Algunas
repercusiones en su subjetividad:
- Trae un cuaderno para hacerme
preguntas sobre el parto, sobre cómo cuidar al bebé. Cómo ser padre.
- Decide escribir cartas a sus amigos presos, aclarando que
si vuelven a delinquir ya no serán amigos de él. Le señalo que con ese gesto se
está cuidando él y también a ellos.
Nace el bebé y con
este acontecimiento, un sueño: Él está en la calle yendo a lo de la novia, hay
un tiroteo. Él pasa igual y una bala le pega en el hombro. No le duele. De
pronto aparece en la casa de su novia.
Entonces le digo:
- ¿hay algún tiroteo en ese camino?
- “Y, sí… está lleno. Hay una piba que
me pasó el celular, buena onda, me dan ganas de invitarla al cine”.
Siguiente
sesión: “Le conté a mi novia el sueño y se puso celosa…”- ¿por qué le
contaste? - “No sé… para hacer “disturbio”
Le pregunto por esa
palabra, no es de uso común, y me dice: “… se entiende ...disturbio”.
Sí, le digo, pero me sonó a cuando la policía dice: “¡¡Dejen de hacer
disturbios!!”. Se ríe y agrega:- “Parece que quiero ir en cana.”
Este sueño y la
interpretación por boca del propio paciente hablan del valor preventivo del
psicoanálisis. Este chico sumamente vulnerable, sin recursos económicos ni
entramado familiar que lo sostenga pudo hacer uso de esa herramienta cuando el
Centro de Día se vuelve para él una casa. Comienza a asistir a los talleres de
panadería y de jóvenes coordinados por otra analista y un Pastor Protestante.
Concurre puntualmente a las entrevistas conmigo. Valora y respeta nuestro
trabajo, lo agradece todo el tiempo… - “Gracias, Silvia”.
El trabajo se llevó
a cabo en un Centro de día del conurbano bonaerense, donde se trabaja desde
diferentes espacios tratando de restablecer o establecer lo que Winnicott
llamó, un ambiente facilitador. Un alojamiento subjetivo. Manuel
participó de talleres y grupos, además de su tratamiento individual.
*La foto fue tomada en el barrio donde vive
este chico y dice: “No somos peligrosos, estamos en peligro. Los
chicos”.
Psicoanálisis - Práctica