jueves, 6 de junio de 2013

Ana y sus olores.

Este escrito es también el resultado del intercambio realizado en el espacio de Relatos Clínicos de Psyche Anudamientos.
Ana es arquitecta, tiene 30 años y una demanda feroz… su discurso es veloz y desesperado. Es muy delgada, casi etérea, podría ser bella pero hay algo de frialdad en su gesto y en su enunciación que la deja una estación antes. Siempre parece estar enojada y despectiva, es muy fina para vestir con un toque de masculinidad. Su gesto es adusto.
Esta paciente me obligó a buscar allí, en esos lugares traumáticos porque acontecieron antes que el lenguaje se hubiera encarnado, cuando la percepción se ordena por el olfato y no por el significante. Cuando el Otro primordial, la madre, no pudo. Me obligó a tratar de escuchar lo más arcaico en ese vínculo. Las tensiones amor/odio.
Su madre no escucha, no pregunta, no percibe su presencia ni su ausencia. Es una madre que opera… -dice ella-, es rápida, eficaz, inteligente.
Va y hace. Viene y deshace. Sobre ella, sobre su cuerpo y sobre la vida y obra de toda la familia. A los 20 quedó embarazada y su madre la llevó a abortar sin preguntar, sin hablar, sin pensar. De golpe.
Ana, nació unos días antes que el golpe[1]  militar arrasara a su familia, cuando su tía materna fue chupada, sus primas fueron a vivir a su casa y sus tíos paternos estaban escondidos y escapando. Sus padres aterrados, encerrados cobijando sobrinos y llorando ausencias. No hay fotos ni recuerdos de los años de la infancia. Ni cumpleaños, ni vacaciones. Ni entiende nada de política ni le interesa.
Tiene dos hermanas:
Juana, la mayor, que hace años  busca quedar embarazada y no puede.
Karina la del medio que es naturista, hace yoga, terapias alternativas y vive sola. Pero sola, sola. No habla ni entra en lazo social con nadie. Los padres la mantienen… sola. Las tres bellas y gélidas.
Ana consulta hace ya unos años por mal de amores, no consigue novio o mejor dicho consigue y lo descarta o la descartan, ninguna relación se instala. También hubo varios intentos de tratamientos.
Fueron estos años, complicados, donde ella  no quería ni podía hablar de la familia, eso la tenía harta!! Siempre lo mismo:- que mis viejos, que mi mamá… eso no me importa ya está, ya pasó.
En ese derrotero (francamente yo me sentía derrotada) surge la posibilidad de un trabajo en Europa, la posibilidad de estar lejos de la madre y de sus erráticos varios amores, de estar sola de verdad no en compañía, supo decir Ana.
Trabajamos la partida con detenimiento, analizando pormenores y detalles.
Ella como la madre es eficaz y eficiente.
Hoy Ana se encuentra trabajando en Francia por un tiempo y decidimos seguir nuestro trabajo por teléfono.
Parece que la distancia le sienta bien.
Su madre no le mandó ni un mail pero a ella no la sorprende. La aclara.
Su ex novio, el objeto de sus desesperaciones la llama, la confunde, ella no entiende. Este es un estado muy común en Ana, no sabe qué está bien o qué está mal, necesita que se lo digan. Respecto del viaje la alivia y decide una intervención mía, cuando le digo:
- si no lo hacés no lo vas a saber. A lo que ella respondió: -tengo que hacerlo, no hay dudas.
Por primera vez parece que no duda. Está segura y tranquila.
Pero ojo, antes no era la duda neurótica. Era la urgencia porque alguien le diga qué hacer y no cualquier cosa, porque es muy inteligente.
Si no, sobreviene el vacío. Y allí alcohol, mucho cigarrillo, marihuana y drogas pesadas. Sobre todo éxtasis pasando antes por la cocaína. Entonces el tiempo se divide en días de éxtasis y días de resaca. El éxtasis le aumentaba sobre todo sus percepciones olfativas... los olores la enloquecían. Los olores del cuerpo del otro se potenciaban, eran únicos y… sin éxtasis… nada era igual. Se encerraba tres o cuatro días con su novio a extasiarse, él despegaba rápidamente y se podía volver a su casa. Ella no se podía levantar.

“Estando en Francia llama a su último ex, es de madrugada y está borracha, él le dice:
- Todo bien, llamáme cuando quieras, no te preocupes.” ¿?
El siguiente intercambio transcurre vía mail:
“Después de este intercambio telefónico con él, Ana relata el siguiente episodio:
- Velocidad del pensamiento... mucha, mucha... no sé qué me pasa, me angustio, tengo miedo. De “golpe” me detengo y recuerdo que esto a mí ya me pasó.
Este "ataque" que no se bien cómo describirlo, me recordó que en algunos momentos cuando era chica, me ocurría algo muy parecido, y me pasaba cuando estaba sola. En su momento recuerdo haber ido al neurólogo para descartar que no fuera algo físico. Después no me ocurrió más... Hoy me volvió a pasar, me asusté y se me vinieron muchas cosas a la cabeza con el tema de mi soledad y mis "fobias" y necesitaba ordenarlas y hablarlas con vos, me pareció importante.”
- “Sigamos un poco más... ¿cómo te atacás?”
- “Es como una especie de gran agobio, se me acelera el corazón, se me acelera la cabeza, me pasan miles de cosas por la cabeza, como si yo me observara desde afuera... pero son pensamientos como muy rápidos, entrecortados... Cuando era chica me pasaba que sentía que el cuerpo me iba despacio, como en cámara lenta y la cabeza a mil. Pero también recuerdo esto de sentir como que me estuvieran observando... Hoy fue algo parecido pero todos los pensamientos eran sobre mi soledad y mis relaciones, uno tras otro... yo mirándome de afuera... es raro... Estaba sola adentro de casa, y sentía como que todos me observaban y pensaba a la vez... -lo único que me falta es no poder salir de mi casa. Y observaba a la vez como eran mis relaciones y me entré a torturar y a ver todo mal... y enseguida recordé esto que te digo que me pasaba de chica, mi manera de curarlo era llamar a alguien y ahí al rato se me pasaba...”
- “Sí, pero, si no entiendo mal, esta vez sucedió después de hablar con Lito y con tu mamá, después de llamarlos. ¿Ahora cómo te sentís?”
El siguiente envío de ella decido interlinearlo, en un intento de hacerla entrar en discurso y funciona. La siguiente sesión telefónica fue muy importante ya que habló de sus “ataques” en la infancia-pubertad:
“Su madre la llevó al neurólogo y éste le hizo algunas preguntas que ella no olvida.
- ¿Escuchás voces? -Sí a veces, como si fuera mía pero lenta, metálica.
- ¿Sentís olores?- No...-Ah! bueno, entonces no es nada. Andá a hacer terapia.”
Allí comenzó un largo recorrido... hasta hoy. Pero esa pregunta por los olores le quedó picando, nunca pudo olvidarla y la intriga saber qué quiso saber el médico con eso.
Algunas ideas que precipitan mientras escribo el caso y luego de haberlo presentado en el ateneo clínico.

- El suceso actual/histórico, ella lo puede empezar a subjetivar después de ese episodio y su vinculación con la adolescencia, donde me entero que su tía -la “chupada”- tenía un nombre que contiene su nombre. Como si les dijera "Susana". Esta tía no es una desaparecida, fue blanqueada y vivió muchos años en Europa muy cerca de donde ella reside ahora.  Su tía es la hermana menor de la madre y es quien le puso su nombre.
Este relato lo hace porque cuando empezamos el intercambio de mail cuyo asunto era “Olvido” y en ese día particular –era 25 de marzo, al otro día del aniversario del golpe-, conociendo yo parte de la historia, le digo si no pensó que tal vez habría alguna relación. Relación entre el episodio, el llamado, el día y la historia. Y rápidamente habla de esta historia y de su familia en esta historia y su rechazo a querer hablar de eso.
 La semana siguiente me dice que la madre le mandó un mail y quiere enviármelo ya que hay algo que le molestó mucho y es que la madre diga que ella es como un “imán”, aquí va parte del texto:
- “…Papá está terminando de alambrar el terreno (...) el otro día supe que Irma  va a viajar... y pensaba que desde que vos estás allá es un movimiento constante... ¿serás como un imán...?
Recordé que en un viaje previo, ella me trajo de regalo unos bonitos imanes que arman una familia con estilo “Miró”. Ahora puedo leer algo de lo acontecido en la transferencia. Su familia y ella están unidos como con un imán. No hay distancia óptima. O se pegan o se rechazan.
Mi lectura, confirmada por este detalle transferencial, es que apenas nacida y en ese contexto de terror y angustia no pudo vincularse corporalmente con la madre. Algo del primer tiempo, de la oralidad y el olfato están en juego. La oralidad y la mirada también. En la escena del sostén materno y amamantamiento, el bebé y la madre están conectados por la boca-pezón y por la mirada (los imanes eran dibujos estilos “Miró”).
En sus cartas a Fliess de 1807-1902 escribe Freud: “…Recordemos a este respecto que el sentido principal de los animales (también para sus propósitos sexuales) es el olfato, el cual ha perdido su hegemonía en el hombre. Mientras domina el sentido del olfato (y el del gusto), el pelo, las deyecciones y toda la superficie del cuerpo -así como la sangre- ejercen un efecto sexualmente excitante.”
Dolto trabaja clínicamente el tema, ya que al trabajar con bebés capta y lee el momento mismo en que la historia acontece. Y plantea que si cuando el niño nace la madre no puede estar con él por distintos motivos y queda al cuidado de varias personas que cambian todo el tiempo o su madre es sumamente inestable y cambiante, su percepción -la del bebé- que durante los primeros 10 días se ordena sólo por el olfato, enloquece.
¿Podremos hablar de Pulsión olfativa? En este caso por lo menos parece que al decir de Freud “dominaba el sentido del olfato” hay allí un objeto que no caía. Cayó de “golpe” cuando Ana conectó dos episodios y su historia. Lo hizo vía mail, donde prima la escritura y vía telefónica donde la oralidad no pasa por chupar sino por hablar. En ambas modalidades el olfato está perdido en tanto goce en el cuerpo pero no como articulación real-simbólico-imaginaria. Ya que lejos de estar perdida y enloquecida su “olfato” empieza a ordenarla.
Hoy se encuentra mucho mejor, ya no hay consumo de drogas.



 




[1] Golpe militar del 24 de marzo de 1976

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