Escrito
por Silvia Sisto
Si
algo me enseñó esta experiencia que voy a relatarles, y que venimos recorriendo
desde hace 3 años, es que no hay lugar dado para habitar, aunque edilicia y
administrativamente haya. Hay que construirlo.
Es
una experiencia donde acordamos entre todos dejarnos atravesar por el otro
discurso para entender de qué se trata. Acordamos también algunos principios
fundamentales: la existencia del inconsciente y sus implicancias y los límites
de nuestras intervenciones. No somos superhéroes. Como dijo Roberto Gutman:
“para habitar el estado hay que destacar su incompletud”. Y agregaría “y la
nuestra”.
¿El
estado da un lugar o un espacio? El lugar se construye en espacio y tiempo.
Inclusive en la calle se puede armar un lugar para habitar, aunque nos duela.
El
año pasado hablé de trabajo en territorio, ir a la casa del otro a percibir, a
estar, a hacerse/hacerles un lugar. El planteo sigue siendo similar, reunirme
con los equipos de educación sigue siendo eso: ir al territorio del otro en el
sentido discursivo, escuchar en sus modos, en sus formas, en sus posibilidades,
en su estructura para bien y para mal, que se topa con la estructura de salud
mental. Quiero aclarar que sin ellas no se puede encarar este trabajo. Escuchar
en los actos creativos y desesperados, en las impotencias compartidas.
Para
los equipos es ir a la casa, a la escuela, al hogar de niños. A soportar en el
sentido de soporte también, en los modos de esa escuela o casa, en ese otro
lugar.
Decía
el año pasado que no somos conquistadores del territorio del otro, en todo caso
se trata de construir “entre” al modo del inconsciente.
El
tiempo no es tema menor en esta construcción, está el tiempo lógico que en
momentos de urgencia se hace insoportable. Mafalda decía: “lo urgente no me
deja tiempo para lo importante”. Apurar una separación, una exclusión, una
internación, puede precipitar males peores que los que se quieren evitar.
Cuando
acepté la idea de supervisar clínicamente a los equipos de educación lo hice
desde ahí, desde esa posición ética. Y desde Freud obviamente. Él ubicó:
educar, psicoanalizar y gobernar como tres funciones imposibles…
¿Imposible
en qué sentido? Van en contra del empuje pulsional, o sea de los otros tres:
asesinato, canibalismo e incesto.
Generan
ese malestar sin el cual no seríamos humanos, la cultura.
Introducen
el síntoma. Cruce entre la ley y vida (S y R) para que la construcción de la
realidad (S y I) sea menos insoportable.
Para
mí habitar el estado, implica necesariamente, como tiempo lógico,
trabajar para tratar de transformar a los tres antisociales que
abundan en nuestra cultura actual. Y como también se dijo ayer, no es
patrimonio de los más pobres. Y las políticas neoliberales sólo los engordan.
Las
instituciones y reglamentos presuponen a veces un tipo de problema. La propuesta
nuestra es inversa, pero a mi entender no es por complicados, sino que la
velocidad de la cultura actual hace que todo cambie muy rápido. El Paco no
espera estadísticas ni especialistas.
Los
equipos de los que hablo si algo transmiten es desazón, cansancio, impotencia,
una lucha desmedida entre: los conflictos que tienen que atender, las
herramientas con que cuentan y su propia subjetividad. Si algo creo que aportó
este espacio de entrecruzamiento es que desde el Psicoanálisis ampliáramos las
herramientas, no sin malestar. De otra manera no podría ser. Encontrarnos con
estos tres en relación a la clínica, todo el tiempo, es difícil de tramitar.
Muchas veces lo traumático queda del lado del equipo.
En
este sentido, hay otra clínica para atender y esa es la tarea de los
supervisores: la clínica de la transferencia de trabajo. La que nos
implica como equipos atravesados por estas circunstancias.
Nos
vemos con los tres antisociales, en los equipos, en las modalidades de los
equipos y no es sólo por especulares respecto de quienes nos consultan, es por
humanos. Ningún animal es capaz de esos tres, tampoco del lenguaje.
Como
somos intelectuales, estructurados como un lenguaje, nos devoramos con
palabras, quejas, denuncias, recursos en apariencia simbólicos. Digo apariencia
porque no toda escritura es simbólica como no todo golpe es Real.
Pareciera
que complejiza la tarea cierta abundancia de actores, ¿qué raro no? Es que a
veces lo mucho no es bueno. A esta abundancia de actores, a esta especie de
disgregación organizada, nos sobrepusimos con una de las herramientas más
nobles que nos dejó Lacan, los Discursos.
Trabajamos
bastante alrededor de los amos, el fundante y el universitario. Donde los
saberes comandan congelando al otro de la historia, tratamos de salir de ahí,
de evaluar el caso por caso. Hablo en plural justamente porque en este
trabajo se trató de que el saber circule. Verónica Colombo y Virginia Rodriguez
fueron mis copilotos, ellas logran, realmente son magas, que la burocracia sea
útil. Que pueda usarse en beneficio del caso por caso.
Algunos
miembros de los equipos llamados, ayer de Alta complejidad, se nombraron a sí
mismos como de “alto impacto”.
Esta
nominación es efecto de la transferencia de trabajo, transferencias que hay que
pensar atendiendo a lo que se habló ayer también sobre la disgregación social a
la que la cultura actual empuja. Esto es psicoanálisis en extensión.
Un
recorte muy breve:
Consideremos
una familia con varios hermanos quienes, en un momento, dejan de concurrir a la
escuela. La asignación universal por hijo implicó documentar a los niños,
llevarlos al médico y hacer que asistan a la escuela. Si bien la fuerza del
impacto que provocó estas medidas se centró en el déficit educativo, tuvo como
efecto colateral beneficioso el aumento de la visibilidad de los niños para
nuestros equipos de trabajo. Si por alguna razón no van a clases por tiempo
prolongado ninguno de los hermanos, y no hay como comunicarse con la familia,
se pide la intervención de los equipos que menciono: EDIA, EIPRI y COF
(educación inicial, primaria o familia), según el caso.
En
el caso que menciono el equipo llega a una casa sumamente humilde donde 7 niños
y su mamá se encontraban en estado de abandono total. Una de las criaturas se
hace ver, se levanta la ropa y muestra… parecía lepra dice la colega. Pero no,
era sarna en estado muy avanzado. Esa señora ya no tenía fuerzas para salir a
pedir ayuda. La intervención fue compleja, con los aciertos y errores que se
imaginen, pero si ese equipo no asistía esos chicos y esa mamá, se morían.
Habitar el estado es esto, no es ninguna entelequia, el tema es cómo.
Aquí
tenemos un caso ideal para tratar de diferenciar “asistencialismo de estado” de
“intervención clínica” con los recursos que el estado nos da. La intervención
clínica permitió escuchar a ese nene.
Creo
que esa búsqueda de diferencia es lo que llevó a estos equipos a pedir un
espacio clínico. Tratar de leer más allá de la urgencia social pero no sin
ella. Pensar con los articuladores teóricos que el psicoanálisis brinda, hizo
posible situar en ese caso: el deseo mortífero como única salida, pero, a
iniciativa del nene que se acerca y dice: mire, todos tenemos esto… se
puede ubicar que al menos uno, quería vivir.
No
es poco, por poco que parezca…
Dije
antes que el espacio a habitar se construye… es lo que decía Winnicott… crear
lo dado. Ahí, acá, en la constitución y en la ley de salud mental tenemos el
lugar, ahora hay que crear con eso. Esta experiencia desde esta dirección de
Salud Mental y en estas circunstancias abre en mí una gran “ilusión” en el
sentido más psicoanalítico de la palabra respecto a cómo habitar el estado.
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