jueves, 14 de noviembre de 2013

Problemas Cruciales de Salud Mental en la Actualidad. Habitar el Estado

Escrito por Silvia Sisto

Si algo me enseñó esta experiencia que voy a relatarles, y que venimos recorriendo desde hace 3 años, es que no hay lugar dado para habitar, aunque edilicia y administrativamente haya. Hay que construirlo.
Es una experiencia donde acordamos entre todos dejarnos atravesar por el otro discurso para entender de qué se trata. Acordamos también algunos principios fundamentales: la existencia del inconsciente y sus implicancias y los límites de nuestras intervenciones. No somos superhéroes. Como dijo Roberto Gutman: “para habitar el estado hay que destacar su incompletud”. Y agregaría “y la nuestra”.
¿El estado da un lugar o un espacio? El lugar se construye en espacio y tiempo. Inclusive en la calle se puede armar un lugar para habitar, aunque nos duela.
El año pasado hablé de trabajo en territorio, ir a la casa del otro a percibir, a estar, a hacerse/hacerles un lugar. El planteo sigue siendo similar, reunirme con los equipos de educación sigue siendo eso: ir al territorio del otro en el sentido discursivo, escuchar en sus modos, en sus formas, en sus posibilidades, en su estructura para bien y para mal, que se topa con la estructura de salud mental. Quiero aclarar que sin ellas no se puede encarar este trabajo. Escuchar en los actos creativos y desesperados, en las  impotencias compartidas.
Para los equipos es ir a la casa, a la escuela, al hogar de niños. A soportar en el sentido de soporte también, en los modos de esa escuela o casa, en ese otro lugar.
Decía el año pasado que no somos conquistadores del territorio del otro, en todo caso se trata de construir “entre” al modo del inconsciente.
El tiempo no es tema menor en esta construcción, está el tiempo lógico que en momentos de urgencia se hace insoportable. Mafalda decía: “lo urgente no me deja tiempo para lo importante”. Apurar una separación, una exclusión, una internación, puede precipitar males peores que los que se quieren evitar.
Cuando acepté la idea de supervisar clínicamente a los equipos de educación lo hice desde ahí, desde esa posición ética. Y desde Freud obviamente. Él ubicó: educar, psicoanalizar y gobernar como tres funciones imposibles…
¿Imposible en qué sentido? Van en contra del empuje pulsional, o sea de los otros tres: asesinato, canibalismo e incesto.
Generan ese malestar sin el cual no seríamos humanos, la cultura.
Introducen el síntoma. Cruce entre la ley y vida (S y R) para que la construcción de la realidad (S y I) sea menos insoportable.
Para mí habitar el estado, implica necesariamente, como tiempo lógico,  trabajar para tratar de transformar  a los tres antisociales que abundan en nuestra cultura actual. Y como también se dijo ayer, no es patrimonio de los más pobres. Y las políticas neoliberales sólo los engordan.
Las instituciones y reglamentos presuponen a veces un tipo de problema. La propuesta nuestra es inversa, pero a mi entender no es por complicados, sino que la velocidad de la cultura actual hace que todo cambie muy rápido. El Paco no espera estadísticas ni especialistas.
Los equipos de los que hablo si algo transmiten es desazón, cansancio, impotencia, una lucha desmedida entre: los conflictos que tienen que atender, las herramientas con que cuentan y su propia subjetividad. Si algo creo que aportó este espacio de entrecruzamiento es que desde el Psicoanálisis ampliáramos las herramientas, no sin malestar. De otra manera no podría ser. Encontrarnos con estos tres en relación a la clínica, todo el tiempo, es difícil de tramitar. Muchas veces lo traumático queda del lado del equipo.
En este sentido, hay otra clínica para atender y esa es la tarea de los supervisores: la clínica de la transferencia de trabajo. La que nos implica como equipos atravesados por estas circunstancias. 
Nos vemos con los tres antisociales, en los equipos, en las modalidades de los equipos y no es sólo por especulares respecto de quienes nos consultan, es por humanos. Ningún animal es capaz de esos tres, tampoco del lenguaje.
Como somos intelectuales, estructurados como un lenguaje, nos devoramos con palabras, quejas, denuncias, recursos en apariencia simbólicos. Digo apariencia porque no toda escritura es simbólica como no todo golpe es Real.
Pareciera que complejiza la tarea cierta abundancia de actores, ¿qué raro no? Es que a veces lo mucho no es bueno. A esta abundancia de actores, a esta especie de disgregación organizada, nos sobrepusimos con una de las herramientas más nobles que nos dejó Lacan, los Discursos.
Trabajamos bastante alrededor de los amos, el fundante y el universitario. Donde los saberes comandan congelando al otro de la historia, tratamos de salir de ahí, de evaluar el caso por caso. Hablo en plural  justamente porque en este trabajo se trató de que el saber circule. Verónica Colombo y Virginia Rodriguez fueron mis copilotos, ellas logran, realmente son magas, que la burocracia sea útil. Que pueda usarse en beneficio del caso por caso.
Algunos miembros de los equipos llamados, ayer de Alta complejidad, se nombraron a sí mismos como de “alto impacto”.
Esta nominación es efecto de la transferencia de trabajo, transferencias que hay que pensar atendiendo a lo que se habló ayer también sobre la disgregación social a la que la cultura actual empuja. Esto es psicoanálisis en extensión.
Un recorte muy breve:
Consideremos una familia con varios hermanos quienes, en un momento, dejan de concurrir a la escuela. La asignación universal por hijo implicó documentar a los niños, llevarlos al médico y hacer que asistan a la escuela. Si bien la fuerza del impacto que provocó estas medidas se centró en el déficit educativo, tuvo como efecto colateral beneficioso el aumento de la visibilidad de los niños para nuestros equipos de trabajo. Si por alguna razón no van a clases por tiempo prolongado ninguno de los hermanos, y no hay como comunicarse con la familia, se pide la intervención de los equipos que menciono: EDIA, EIPRI y COF (educación inicial, primaria o familia), según el caso.
En el caso que menciono el equipo llega a una casa sumamente humilde donde 7 niños y su mamá se encontraban en estado de abandono total. Una de las criaturas se hace ver, se levanta la ropa y muestra… parecía lepra dice la colega. Pero no, era sarna en estado muy avanzado. Esa señora ya no tenía fuerzas para salir a pedir ayuda. La intervención fue compleja, con los aciertos y errores que se imaginen, pero si ese equipo no asistía esos chicos y esa mamá, se morían. Habitar el estado es esto, no es ninguna entelequia, el tema es cómo.
Aquí tenemos un caso ideal para tratar de diferenciar “asistencialismo de estado” de “intervención clínica” con los recursos que el estado nos da. La intervención clínica permitió escuchar a ese nene.
Creo que esa búsqueda de diferencia es lo que llevó a estos equipos a pedir un espacio clínico. Tratar de leer más allá de la urgencia social pero no sin ella. Pensar con los articuladores teóricos que el psicoanálisis brinda, hizo posible situar en ese caso: el deseo mortífero como única salida, pero, a iniciativa del nene que se acerca y dice: mire, todos tenemos esto… se puede ubicar que al menos uno, quería vivir.
No es poco, por poco que parezca…
Dije antes que el espacio a habitar se construye… es lo que decía Winnicott… crear lo dado. Ahí, acá, en la constitución y en la ley de salud mental tenemos el lugar, ahora hay que crear con eso. Esta experiencia desde esta dirección de Salud Mental y en estas circunstancias abre en mí una gran “ilusión” en el sentido más psicoanalítico de la palabra respecto a cómo habitar el estado.


Revista Psyche Navegante N° 100 - www.psyche-navegante.com - Año 2012


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