jueves, 24 de octubre de 2013

Indígenas y criollos: Elección vocacional en adolecente.

Escrito por Silvia Sisto
Generalmente un relato de experiencia, implica una apuesta fuerte de aquel que la vivenció. En este caso el lector sabrá entender cierta falta de objetividad ya que quien relata ha sido objeto de la misma, a punto tal que pasaron muchos meses y recién ahora pueden decantar algunas letras, escuchando a Nanna Muskuri cantando en griego y con mi gato en las faldas…ser objeto y sujeto a la vez es algo sobre lo que los analistas hablamos mucho. Necesariamente siempre lo somos. Esta experiencia recorre ese momento a veces difícil de apresar, aunque esté siempre presente.
La vida llena de caminos nuevos, me llevó a un pueblo en el chaco formoseño, en el seno de una comunidad indígena de la etnia Wichí. Allí una escuela agrotécnica aloja a alumnos aborígenes y criollos que cursan su educación secundaria. Las alumnas de sexto año demandan un trabajo de elección vocacional. Estando yo en el lugar y de mano de uno de sus profesores, planificamos el trabajo fuera del horario escolar en casa del docente. De los 6 alumnos que egresarán concurren tres criollas. Improviso un trabajo apelando a recursos que conocía pero adaptándolos a las circunstancias.



Llegaron las tres muchachas muy nerviosas: “nunca hablamos con una psicóloga” dijo una de ellas. Serví jugo y unos dulces, el calor es muy fuerte durante la siesta. En la mesa había dispuestos unos materiales para escribir y dibujar, cada una ocupó un lugar que fue el mismo durante todo el proceso. Si bien ellas se conocían muy bien, no sólo por ser compañeras sino porque el pueblo es pequeño y las familias se conocen de épocas antiguas, les propongo un juego de presentación donde yo participaría. Nos reunimos en parejas y cada una le diría a la otra algo para que la presente y lo que fue muy sorprendente para ellas fue que se dijeron cosas que nunca se habían dicho. “Soy malhumorada, me gusta el chocolate, no quiero irme del pueblo, tengo miedo…” y éste fue sólo el comienzo. A cada una la esperaba una hoja en blanco, les propuse que escriban lo que “querrían hacer… no ser”. No importa si les parecía imposible, ridículo o mal…lo que fuera… y allí apareció un listado que incluía: actriz, modelo, peluquera, ingeniera agrónoma, técnica en producción animal, guía turística… reían alegremente cuando llegó el momento de leer al grupo las ocurrencias…tan cercanas a la asociación libre.
Si bien este relato va rápido, el tiempo real fue lento. La vergüenza, los nervios, el calor y sobre todo… el miedo, que no es zonzo, hacían de telón de fondo. La siguiente propuesta fue que cada una arme el clásico “árbol genealógico familiar” que incluye trabajos y estudios que hayan atravesado sus padres y abuelos. No fui ingenua, sabía que nos metíamos en relatos para armar. Y así fue, cada una se enfrentó a lo que sabía, lo que no sabía y lo que no quería saber. Hubo silencios y detenimientos fuertes, lápices caídos, miradas perdidas. Estábamos tomando nota de un salto muy significativo.
En los dibujos, (porque esos árboles genealógico resultaron dibujos con colores, letras, flechas, caritas, guiones), aparecía claramente el quiebre en la historia, en el relato o la circularidad sin corte. Los leímos juntas. Ellas entendieron rápidamente de qué se trataba, los lazos parentales y sus dificultades asomaron. Una le dijo a la otra… ¿y a tu papá no lo ponés? Lola puso a todos, no faltaba nada, hasta que Patri dijo…la mamá de ella murió, y Lola empezó a llorar y las otras dijeron: ella nunca lloró. Y seguimos andando.

Una de las actividades incluía unas columnas con varios ítems a completar… en la opción Tengo, Julia dice: tengo miedo, ganas y tristeza…articular estos tres en tan poco tiempo era el desafío, una vez más el “psicoanálisis al paso” se imponía como opción. Intervenciones muy cercanas a las de urgencia o aquellas circunstanciales donde uno intuye que no habrá otra ocasión. El miedo como decía el maestro Freud incluye y oculta un deseo, y la tristeza como siempre la pérdida de un objeto amado; las ganas, imaginario mediante (tengo ganas /no tengo ganas) haría de soporte y de obstáculo. Allá fuimos, se trabajó duro, hoy Julia está en Formosa ingresando a la universidad. Dudó mucho, casi ni lo intenta. Se apoyó en el deseo del Otro, que no necesariamente es el de los padres: uno de sus profesores supo contenerla para que vuele.
Para Lola, era más complejo. Muerta su mamá se aferró a una sobrinita bebé y no podía dejarla, de hecho, a uno de los encuentros vino con ella. Una de sus respuestas a: ¿Cómo lograr lo que quiere?, dice: “no encuentro la manera porque es imposible”. Y ahí acudieron en mi ayuda las categorías lógicas de Lacan...imposible, necesario y contingente…para ella se presentaba como imposible elaborar ese duelo, porque La madre la tomó desde la muerte y ella se tomó de un bebé. Lo que podría producir un cambio es la contingencia de este encuentro y la posibilidad de otra escritura. En el dibujo de Lola hay algo muy claro, no se unen con ninguna línea la generación de los abuelos, maternos y paternos, de ambas ramas ganaderos y agricultores, con la siguiente generación. Le pregunto por este quiebre y dice que lo que pasa es que “nadie cuenta nadaque nadie habla de los abuelos”, sus padres perdieron el oficio de sus progenitores, ya nadie se dedica al campo aunque viven en él…Su madre murió y ahí la transmisión se corta necesariamente. Asoma en Lola el interés por ser profesora de Historia.
Los círculos de Patri, relatos circulares que no dan opción, su malhumor muchas veces la invade. De su árbol genealógico resulta un dibujo radial, ella en el centro y desde ahí todos los parentescos, no hay relaciones entre los otros, sino de ella hacia los otros. Patri a sus 14 años vivía sola en el pueblo…una vez más el centro no es ningún lugar de privilegio, ella está mal humorada. Los humores familiares en todo sentido fueron escasos, tiene novio y quiere construir una familia, eso le obstaculiza cualquier otra elección por ahora.
En cada encuentro el tiempo transcurría lentamente, la reunión terminaba cuando llegaba el profe...en una ocasión duro casi 4hs y nadie se levantó. Hubo otros recursos con tarjetas y frases incompletas, todas excusas para hablar, allí surgió un tema que se anticipó en la presentación, ellas nunca hablan de ellas, tal vez como muchos adolescentes. Estaban sorprendidas de escucharse. Hasta que el discurso giró y empezaron a preguntarme a mí por qué era psicóloga.
Y… les conté, fui sincera y me emocioné. Una vez más me queda muy claro que la posibilidad de la elección vocacional está en relación a la transmisión generacional de deseos y goces respecto del trabajo y su función en el lazo social, además de los recursos que cada uno dispone.
Para finalizar y teniendo en cuenta las circunstancias de vida y lo novedoso de la situación para ellas y para mí, decidí hacerles una devolución escrita a cada una. Preparé un breve escrito sobre mi lectura del trabajo, le agregué una foto y un poema breve. La devolución fue individual y leímos juntas el material. La foto y la poesía se presentaron en mí al modo de atención flotante y lo respeté… para mi sorpresa permitieron una mejor elaboración de la situación a cada una. Esta construcción me permitía armar un semblante de devolución abierto y metafórico con un soporte imaginario que sostenga, que les permita volver una y otra vez a repensar en tema, esa fue mi propuesta, continúen el trabajo… sigan escribiendo.
Comparto a continuación solo una poesía y una foto que elegí inconsciente mediante para una de ellas: “Crecí en el campo y viví en mi entorno la Creación. Vi aparecer y florecer allá y acá todo y eso me marcó para siempre”… Marosa Di Giorgio

La orientación vocacional no es ni más, ni menos, que tomar los orígenes para poder hacer…

Psyche Navegante Nº 100 - www.psyche-navegante.com - Año 2012


Cuando un diagnóstico hace nombre.

Cuando recibo a este chico, que trae consigo un video en un pendrive, no imaginé que intentaba narrar su historia de la única manera que puede hacerlo, con imágenes.

Esta historia comienza así: me llama por teléfono su mamá para pedirme un turno para su hijo de 16 años, y lo primero que me dice es que es un psicótico, lo presenta de esa manera, y me cuenta brevemente una especie de historia clínica. Hubo dos analistas antes que yo, en lo que fue su primera infancia. Y de los 12 años hasta ahora que tiene 16 no hubo ningún tratamiento. Me hace como una especie de interrogatorio, como queriendo saber si yo estaría “en condiciones” de atender al hijo. Me mostraba las dificultades que iba a haber, me pregunta cómo es mi consultorio. Ella no quería perder tiempo, es una mujer muy expeditiva, y en cierto sentido creo que está bien, después lo entendí. Le dije que me interesaba escucharlos, que probablemente había que trabajar mucho entre todos. La mamá y su esposo actual, que no es el papá de Luis, concurren a una primera entrevista. Vienen de una manera desesperada porque la vida es un caos, ya no es posible vivir con Luis de esa manera, en esa casa. Todo desborda, hay episodios de violencia todo el tiempo, es un chico de dos metros. Y, “que se levante es un caos, que se acueste es un caos, a todo le pone resistencia, tiene cantidad de rituales, con lo cual todo es un obstáculo”. Él no puede dar cuenta de que le pasa y se violenta, y les dice que los va a matar. Entonces el registro de la madre es que algo allí se estaba poniendo peligroso.
El padre de Luis, ahora muy alejado, fue un muchacho adicto a la cocaína, que estuvo internado y preso alternadamente. La pareja se separa cuando Luis tiene 6 años y ya había dos hermanos más muy seguiditos. Luis es el mayor, y ella se separa de este muchacho en medio de un caos, sin dinero y sostenida por su madre.
Cuando los entrevisto detecto que no había ninguna evaluación médica,
ningún médico había hecho un chequeo ni neurológico ni psiquiátrico, ni nada, nunca. Como estábamos cerca de las vacaciones, les recomiendo que se tomen el verano para consultar, que yo incluso les hacía una nota, un pedido y que de acuerdo a esos resultados íbamos a evaluar un trabajo también con un psiquiatra. Y ahí la madre se angustia terriblemente, y dice que no puede tolerar que Luis sea un paciente psiquiátrico, que tenga que tomar medicación, que entonces no se va a curar, y empieza a relatar una cantidad de cosas que tienen que ver con sus ideales y que no coinciden ni un poco con la realidad. Ella dice: “no se va a poder casar, no va a poder tener hijos, no va a poder…” y yo le digo que seguramente habrá cosas que no podrá hacer, así como también habrá muchas que sí, que vamos a ir viendo porque uno nunca sabe cuál es el límite. Son esas apuestas que un analista hace para empezar a trabajar. Y yo tenía muchas menos expectativas de las que ahora, por suerte, se están armando.
En cuanto a su modalidad, su hablar literal produce un efecto gracioso en el que escucha pero para él no es gracioso, él lo dice de verdad, murió Lita de Lazzari, y me dice, muy serio “bueno, ya no va a poder salir más a buscar precios por ahí” Yo por supuesto me rio, y él, muy serio me dice “no te rías, estamos hablando de una persona que falleció”
Entonces, cuando dice “te voy a matar”, ¿es así? Ahí empecé a introducir el humor, y él se enganchó, se sintió cómodo. Ahora me permite que me ría porque le explico por qué me rio, le cuento qué es lo que me causó risa a mí, y ahí entiende. La metáfora está en falla, pero la explicación lógica tiende a funcionar.
En las primeras entrevistas que tengo con él, viene con la madre y su marido, que él dice que es el padre porque desde los 6 años que vive con él. Él los quiere hacer pasar, así que durante un mes más o menos trabajé así.
Entre tanto, neurológicamente no tiene nada detectable, entonces la neuróloga, con muy buen criterio dijo que si la psicóloga indicó que fueran a un psiquiatra era válido, y con todo esto ella hizo otro informe y pudimos hacer la derivación a psiquiatría. Se lo empezó a medicar con Risperidona a 1mg diario. Con mucha resistencia por parte de la familia, que no quería, pero en el medio hubo dos episodios de violencia. No fueron graves, pero a mí me obligaron, y a ellos también, a decir “bueno, este es el límite”. Es muy triste y muy penoso como queda él después de esos episodios. Queda arrasado, se mete en la cama y se pone a llorar. Y llora como un bebé. Hubo mucho intercambio telefónico en ese período. Les expliqué a sus padres el valor de los rituales para Luis, y la importancia de que le permitan hacerlos, que vayan negociando algunas cosas, al menos hasta que la medicación hiciera algún efecto. De igual manera que con él fui apelando a la lógica y la explicación con ellos.
Las entrevistas familiares eran muy impactantes porque se sentaban él de un lado, los padres enfrente y yo en el medio. Los padres muy juntitos, muertos de miedo. Y él, expandido: “Porque estos dos a mi me maltratan, me dicen que soy un Psicótico” y empezaba a quejarse “yo quiero decirlo todo acá, y ahora, adelante de ellos” y los padres trataban de justificarse: “bueno Luis, pero vos, etc.” En ese tiempo, se negociaron algunas cosas, algunos permisos. Por ejemplo, él se quejaba de que la madre lo higienizaba, y tenía razón, entonces pudimos negociar que lo haga solo. Y me parece que ahí empezó a ponerse en escena la relación simbiótica entre la madre y Luis. La dificultad de ella para ver que ahí había un muchacho, no un nene de tres años.
Un detalle más: en la escuela no había armado lazo social con nadie a pesar de haber hecho la primaria y lo que iba del secundario en el mismo colegio. Cuando tocaba el timbre del recreo realizaba un ritual hasta que volvía a sonar el timbre, entraba y se sentaba. El punto es que en el colegio lo cargaban, y este chico iba a terminar agrediendo. Por ahora lo hacía con insultos.
En ese contexto, entre estas entrevistas con él y con los padres, conversaciones con la psiquiatra, advierto también su frialdad, parece como una máquina, no tiene nada afectivo. A veces pensaba: “pero este pibe... puede matar”, si la situación lo presiona lo suficiente.
Cuando vuelve de la escuela, él baja del colectivo y va hasta su casa corriendo porque no puede soportar el tiempo de recorrido hasta llegar a su casa donde se siente seguro mientras todo funcione. Un día en su casa se cortó la luz y él estaba solo. Fue una situación bastante delicada porque se desestructuró: fue a buscar la caja de juguetes de cuando era nene, que la madre tenía guardada arriba en la baulera, sacó sus juguetes y se quedó jugando en la oscuridad. Buscó apaciguarse con algo.
El video del que hablo en el inicio dura 27 minutos, es muy denso, oscuro y da cuenta un poco de este caos interno en el que él vivía hasta ese momento, se llama “El espanto en la mano”. Él actúa algo que tiene en su cabeza, no hay un guión ni nada por el estilo. Es pura improvisación. Una escena la filmó la madre, y el maquillaje se lo hizo la madre también. Como ve muchas películas, ve muy buen cine, con eso armó frágilmente las escenas. Una de ellas es tremenda: se mira la mano y le resulta extraña. Esta escena transcurre en el baño, en la ducha. En este video él muestra la vida en su casa, el horror que vive, hay algo circular todo el tiempo, encerrado, en esa relación con los hermanos, la madre, los perros. Y también su desesperación porque no lo entienden. Creo que – con este trabajo - se contuvo a sí mismo.
Lacan, en “Dos notas sobre el niño”, ubica el síntoma del chico en relación a la pareja, a la familia o al fantasma de la madre. Pienso que en este caso, este jovencito ocupa el lugar del síntoma en los tres lugares.
En un momento del video aparece la imagen de un médico y atrás aparece un chico de 12 años. Cuando él tenía 12 años su madre pierde un embarazo del hombre con el que vive ahora, que hubiese sido su cuarto hijo. Lo pierde en un estado muy avanzado, tenía casi 8 meses, pero lo peor del caso es que ella estuvo muy grave, y casi se muere. Luis respondió derrumbándose en plena pubertad, además no estaba en tratamiento. Este episodio familiar fue justo en el peor momento, en el momento del pasaje de la infancia a la adolescencia, evidentemente sin una construcción simbólica que lo acompañe, y a eso se sumó el episodio familiar.
Por efecto de la medicación se empieza a calmar. Él empieza a darse cuenta de sus dificultades, me dijo “yo tengo problemas de sociabilización, no puedo relacionarme con los demás”. Me hizo acordar a Temple Grandin en el libro de Oliver Sacks[i], cuando ella se da cuenta de que hay algo en las relaciones afectivas a las que los otros pueden acceder y ella no. Él se da cuenta que los demás pibes pueden algo que él no puede. Me pregunta: “bueno, si yo me encuentro con alguien en la calle, ¿qué le digo?”Entonces empezamos a practicar, como si fuera un nene que está jugando a la vendedora. Le digo: “hola, que tal, cómo le va”, y con estas situaciones él empieza a sentirse con más recursos disponibles.
Aparece entonces Facebook. Él trata de hacerse un Facebook como sus compañeros, pero no lo entiende, y ahí queda bien claro que el estadio del espejo no está atravesado. Porque en el Facebook, uno ve lo del otro y lo propio dependiendo en qué lugar del Facebook se pare, hay dos lugares: uno oculto y otro público, y además de muchos otros a la vez. Para él esto era imposible, su uso era tan caótico que sus amigos, que no eran muchos, lo bloquearon.
Entonces se le ocurre abrirse una cuenta en Twitter. En Twitter, es diferente, se sigue una determinada noticia, se trata de seguir a otro. Empieza entonces a subir cosas. “Lita de Lazzari no podrá seguir recorriendo supermercados” fue la primera noticia que puso. Porque él está siempre muy atento a las noticias, los noticieros y programas de espectáculos, sus rituales de hecho tenían que ver con estos programas. Uno lo lee y se muere de risa, y de hecho lo empezó a seguir mucha gente, ¡que se moría de risa con lo que él escribía! Él empezó a seguir también a otra gente, y a armar así algunos lugares, y algunos se fueron estabilizando, en el sentido de que los mismos fueron siguiendo varias cosas.
Ahora dice que quiere tener amigos y también quiere tener novia. Claro, lo que quiere es tener una vida normal, quiere lo mismo que todos. Me dijo “yo sé que no tengo que decir algunas cosas”. “¿Cómo hago yo para tener una novia?” me pregunta. Le digo que si le gusta una chica se tiene que acercar, la tiene que saludar, mandarle un mensaje por twitter, etc. Él dice que no sabe en dónde conocer chicas, porque en su colegio no hay, y las que hay a él no lo miran, además no sale a ningún lado porque hay mucha inseguridad.
Algo importante es que empezó dos talleres de cine. Uno individual y uno grupal. Le gusta mucho el individual. El profesor parece que le tiene mucha paciencia, le explica, ven películas, conversan. Y en la grupal, se pierde un poco, cada uno tiene una función: uno es guionista, otro director, otro se ocupa de la cámara. Y él sólo quiere ser director. Pero claro, no puede ser siempre director en el grupo, entonces empieza “pero yo no soy buen guionista, a mí los guiones no me salen – él no puede escribir un texto - yo sí me puedo imaginar imágenes de lo que escribe otro”. Entonces empezó a darle lugar a esa posibilidad, de pensar escenas. Y se le ocurrió comparar en algunas películas, el guión con la película y ver en qué cambiaron, si es textual o si hubo cambios. Un trabajo minucioso, que el profesor le permitió hacer.
Finalmente en su video, cuenta la historia de un chico que toma a su propia mano como extraña para sí mismo. Esa mano lo mata. El médico llega y dice: “El paciente es un esquizofrénico y el espanto estaba en su propia mano”.
Él llega con este trabajo, puramente imaginario como intento de acotar lo Real y el trabajo analítico es un intento de aportarle lo simbólico en falta. El video por sí solo no alcanzaba, es en la articulación del video y el relato que hace cuarto nudo, que aunque frágil anuda. Luis y su familia salieron del caos….



[i] En Sacks, Oliver: Un antropólogo en Marte. Capítulo del mismo nombre. Ed. Anagrama, Barcelona, 1997.

Psyche Navegante N° 103 – www.psyche-navegante.com – Octubre 2012
Psicoanálisis - Sección: Práctica


Crónica de un Congreso en Tucumán… Septiembre de 2012

El vuelo fue increíble, el avión parecía detenido en la nubes… San Miguel de Tucumán, estaba allí con la zafra a punto, un humo blanco y dulce envolvía la ciudad. 
Me cuenta Eduardo, el profesor de educación física del Centro de día del Hospital de Clínicas Nicolás Avellaneda, quien me fue a buscar al aeropuerto, que la quema se produce todos los años. Él se quejaba un poco de las alergias que produce hace siglos, pero a mí me parecía una niebla con aroma.
El congreso se realizaba en un salón en las afueras de la ciudad, unas veinte cuadras…mucho calor y mucho tránsito. Da la sensación de que no entramos, le dije al profe y me dice: es que es una ciudad antigua con calles angostas y ahora todos tiene autos y motos, no entramos.
Al congreso asistirían los 180 inscriptos, seguramente en forma alternada. Sin embargo al llegar, viernes a la mañana, el salón estaba a pleno. La avidez y ganas de participar entre los jóvenes del interior es muy estimulante. En las mesas no se puede parar el debate y las preguntas. Nunca alcanza el tiempo. Esto es algo que observo en casi todos los lugares del interior de nuestro país a los que asisto. A mi entender las ponencias de los equipos de los hospitales Padilla, Obarrio y Nicolás Avellaneda, todas de carácter clínico y con fuertes interrogantes sobre políticas de salud fueron muy interesantes. Mucho más que algunos trabajos que llegan de la metrópolis en plato volador.
Tuve la fortuna de participar en la mesa de cierre sobre prácticas comunitarias: Cómo se trabaja con quienes no llegan a las instituciones. Junto a la Lic. Beatriz Baldelli del Centro de Reducción de Daños del Hospital Piñeyro de Buenos Aires; a Natalia Ferrandismiembro del equipo del Hospital Avellaneda y a Ignacio Ygel y su experiencia en el proyecto “ Casa del barrio” -Programa de Prevención de las Adicciones del Ministerio de Educación, Grupos Esperanza Viva.

La mesa fue muy agradecida por el auditorio, para mi sorpresa por algo que yo no había advertido: la mayoría señaló que era una mesa donde se ponía el acento en que algo era posible.
Justamente se trataba de la mesa que apunta al trabajo más creativo, menos pautado burocráticamente, el trabajo con los que no llegan al hospital. También el trabajo más duro. Sin embargo fue el que abrió ilusiones y entusiasmo. Hubo que suspender el intercambio porque se nos iba el avión. 
Por estar en la última mesa y habiendo participado de buena parte del evento, pude tomar notas.
Habían circulado muchas versiones sobre el consumo en general, el pegamento en particular. También la idea de Le Poulichet de la droga como suplemento. La droga siempre presente en la vida del adicto como una sustancia, en presencia o en ausencia. Entonces propuse la siguiente lógica:
Un aspecto difícil de tolerar, es soportar que estos jóvenes tienen sus recursos, sus linajes y sus goces…en sus cuerpos pegados, pegoteados. Se habló de pegado y de suplemento (la sustancia como suplemento) así también se llama a la leche que se da a un bebé cuando la materna no alcanza: suplemento. Y luego algo que me resultó muy interesante, que dijo Héctor López es que la droga está en presencia y en ausencia. Siempre está. La vida de alguien adicto gira alrededor de eso.
Entonces, pegado, suplemento, presencia-ausencia. Estamos hablando de los primeros tiempos en la constitución subjetiva. Tal vez un adicto no hace más que tratar de restituir aquello que no hubo, de suplementarlo.
Sobre el final vino el debate… y volvieron sobre mi planteo, me pidieron que lo repita, que me explaye, que diga cómo se me ocurrió. Finalmente todo giro alrededor de temas centrales en psicoanálisis. Quedo evidenciado que las especializaciones obnubilan.
Hubo un momento realmente genial, el viernes por la noche, antes del cierre de ese día, aparecieron: “Los payamédicos”. Fue la mejor intervención teórica hecha en el congreso. Ingresaron con bolsas de tutucas[i] y comenzaron a repartirlas advirtiendo que son muy adictivas. Lograron que se armen dos bandos. Los que estaban a favor de las tutucas y los que estaban en contra. Con una cinta que decía “peligro” fueron armando escuadras. Y no se sabía en qué ángulo estaba cada uno. O, si adentro o afuera. Genial es poco. Finalmente señores: todos somos adictos a las tutucas!!!…ja!
Un caso clínico que me dejo pensando: Margarita la joven colega que presentó el caso de recuperación de un joven adicto a la Marihuana no advirtió y luego lo conversé con ella, el valor del significante en juego que no era la palabra Marihuana (eso ella lo remarcó). Lo que no pudo leer fue uno de los efectos de la transferencia. La droga producía en el joven según sus dichos: bienestar, tranquilidad… lo mismo que encontró en ella. –Usted me tranquiliza doctora. Conversé sobre el caso con la colega, quedó muy sorprendida y a la vez perturbada. El significante no siempre es una palabra puede ser un estado.

Yo creo que el psicoanálisis “bien llevado” es perturbador
Empecé mi ponencia tomando una frase de Emilio Rodrigué: Hay que llevar al Psicoanálisis al “fogo quenche” del análisis…
Minutos antes de mi ponencia se pasó en pantalla gigante el video de presentación del libro “Desarraigos Villeros”… con su canción, las Pastillas del abuelo. En el final se proyectó la página de la Red: Otro lugar, marginación no, con sus fotos, que es desde donde participé en el Ateneo.
Agradezco enormemente a los jóvenes colegas que propusieron mi nombre por haberme escuchado en Amaicha del Valle en 2011. Agradezco que me dejen perturbarlos con mi experiencia de analista y me perturben con sus ganas y sus relatos clínicos desde una de las provincias más lastimadas de nuestro país. Como corresponde a una sociedad largamente reprimida, sus jóvenes intelectuales irrumpen: Natalia Ferrandis, miembro del equipo del Avellaneda, presentó un trabajo crítico y muy interesante invirtiendo la propuesta, “Cómo trabajar con las instituciones que no llegan a la gente”.
Van solo dos momentos: “comenzar a hablar de la adicciones abrió la puerta a otros malestares, políticos, institucionales y personales. Según la mirada de distintos actores se tiene la percepción de que siempre es otro el que tiene la responsabilidad”.Recordó a Ramón Carrillo…1949: “Acceso universal a la salud para toda la población…” sentando las base de nuestro sistema de salud pública. “El sistema de salud debe responder a las necesidades concretas de la población. Es más importante llegar al que no se acerca al sistema de salud que al que sí lo hace por haberse concientizado de la importancia de conservar una buena salud. De nada sirven las conquistas de la técnica médica si ésta no puede llegar al pueblo…” Gracias Natalia por hacernos recordar de dónde venimos.
La ponencia de Beatriz Baldelli abrió un panorama muy interesante sobre un aspecto de esta problemática que es el trabajo con los equipos.
Respetar y poner a punto los límites de los profesionales intervinientes. Fortalecer las transferencias de trabajo a partir del análisis de las dificultades, no forzar la máquina es la clave. Ignacio Ygel por su parte puso el acento en la importancia del trabajo como estructurante de la vida, más allá y más acá del consumo, ambos, Beatriz e Ignacio plantearon esa cuestión.
Por supuesto todo el evento estuvo rodeado de muy buen clima, agasajos a los invitados y entre tiempos llenos de charlas e intercambio.

Un lujo haber participado.


[i] Tutucas: golosina de maíz inflado
 Psyche Navegante N° 104 – www.psychenavegante.net – Diciembre 2012