Para
revista Ensayos
Silvia
Sisto
Como
analista que también trabaja con niños me planteo muy a menudo este tema de la
política del inconsciente…por eso voy a empezar por el
final…por el resto, lo que queda después de lo que el juego posibilitó.¿Cuál es
el destino de esas pequeñas cosas que algunos pequeños pacientes dejan en el
consultorio? Diferentes de las que olvidan o regalan, las que dejan...
Casi
sin darme cuenta mi consultorio se fue poblando de sutiles objetos heredados,
signo de quién sabe qué cosa tramitada, o no, los fui ocultando, sutilmente
también. No incluí la posibilidad de tirarlos. Y así, casi sin darme cuenta se
fueron transformando.
El
mono de Bárbara, ese con el que ella dormía se convirtió en Arturo el
interlocutor permanente de Gastón que se lo llevó a su casa, le armó un
espacio, lo cuidó y así pudo dormir solo; finalmente lo dejó. Para aquel otro pequeño de siete años, no fue
sencillo portar la máscara del león, esa que dejó el último verano antes de las
vacaciones.
Y
así podría seguir la serie de objetos abandonados y después retomados en otra trama, bajo otro nombre,
y yo allí olvidando que Arturo es un mono y Erick una voz detrás de la máscara.
Vestiduras
de objeto, en transferencia, como la varita que sale de la lata que algunos piden que yo haga funcionar, y no sé, algo
pasa, algo se transforma a la cuenta de 1,2, 3
O
la bola de cristal que la niña maga encontró sobre esa mesita (un cairel
redondo sobre un plato) para ella fue:- ¡¡tenés una bola de cristal!!
Es
decir, no se trata de “juguetes” en el
sentido convencional del término se trata de objetos que permitan alguna
“transferencia”. Según el recorrido que ofrece el diccionario etimológico, juguete deriva de juego, o sea un juguete se
construye en un juego, no en una juguetería.
En
el trabajo con niños gravesesto se
complejiza másaún. Vemos asomar en
nuestros propios cuerpos el “dolor” de este trabajo de ligadura que es el
juego. La repetición, que a veces parece llegar hasta lo infinito, es agobiante.
Sólo una interpretación acertada de la
escena, como escena puede precipitar el juego. Recuerdo una niña autista de 9 años con síndrome de
Down que repetía el juego de hamacarse colgándose de mis brazos y dejándose
caer, movimiento seguido de una carcajada más cercana al ruido que a la risa.
Siempre igual, colgándose-descolgándose-carcajada/ruido. Cuerpo a cuerpo y carcajada/ruido, en la carcajada el goce en
el cuerpo que sale con un ruido que no llega a ser risa. Interpreté el movimiento
como juego. Jugué.
Sí,
parece extraño, pero por ambas había que interpretarlo como juego
Hasta que un día esbozó un mammmá.
Allí
instalé la escena: “- juguemos a la mamá.”
A
lo cual siguió que la criatura dijera: “-caca.”
Fuimos
al baño. Hizo caca. Esto fue en varios movimientos, no en una sesión, sino en
un tiempo.
La
lectura podría ser que: entre el cuerpo a cuerpo y la carcajada/ruido, la
palabra emergió porque algo del objeto cayó
en ese juego de colgarse/descolgarse (por la vía de la palabra caca, un
objeto cae de su cuerpo, se descuelga, la palabra hace caer al objeto del
cuerpo). La carcajada (la voz como objeto) no lograba hacer caer al objeto pero
finalmente el mammmá emergió de allí
y una sonrisa se esbozó.
Nunca
más palpable aquello de que el
significante funciona por oposición y diferencia. En el caso de esta niña, sólo
poniendo el cuerpo podría instalarse algo –aunque precariamente– ya que la
criatura tenía 9 años al momento de la consulta y no tenía ningún esbozo de
lenguaje y ningún hábito instalado.
¿Será
poco? Pero ese poco, para esta niña y su familia, puede ser un montón, diría
nuestra querida MimiLanger.
De
la clínica que practicamos emana nuestra política del inconsciente.
¿Premeditada? ¿Azarosa? Tiendo a pensar en las combinaciones de lecturas,
análisis, práctica… crisis
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