Resulta que se
conocieron cuando ella era muy joven, una adolescente. Su padre le había
regalado un caballo pero no era el que ella quería. Lo montó y el caballo la
tiró. Sufrió graves heridas que la inmovilizaron durante un año.
Hoy, ella cree
que él se casó apenado por su situación. El joven era buen mozo y culto. Sería
un excelente cirujano, pero -sin ella- no hubiera sido nada. Juntos pusieron la
clínica mientras vivían en el petit hotel del centro.
Ella, una dama
extraña, según cuenta su hija – “Mi mamá siempre fue rara, en algún punto no
era normal para su época, siempre vestía raro y se movía estruendosamente”.
Las artes plásticas la “deliraban”. Hubo hijos vivos, muertos, nietos, casas,
viajes, glamour, dinero. Siempre juntos, siempre raros.
La salud de
esta mujer empieza a deteriorarse con los años. Cada vez mas rara. Nunca estuvo
internada ni medicada, sus ataques los toleraba el marido, la calmaba. Cuando
ella viajaba al campo él descansaba de las guerras matrimoniales. Su hija lo
describe como lúcido, inteligente, brillante hombre de ciencia que operó hasta
hace poco tiempo y se hizo operar de cuanto pudo. Ella sigue empeorando. Casi
nadie puede entrar a la casa. Todos son enemigos. Están solos y recluidos. Él
hace las compras, ella come. Él limpia, ella ensucia. Un idilio que bordea los
67 años.
Ella se
deteriora físicamente. Una diarrea se instala y no hay forma de parar la
mierda, sale, sale, sale. La internan y sale, vuelve a la casa. Él se
descompensa, hay que operarlo de una obstrucción intestinal, hay materia fecal
retenida. Es de urgencia. Llega la ambulancia y se lo llevan. Mientras tanto la
señora miraba fotos con su nieto mayor. Parecía no registrar nada, hasta que
gira su cabeza y ve salir la camilla con su hombre allí : “Qué hacen? Quiero
saludar a mi marido!!”.
Nadie hace
caso y la dejan allí sola con el jovencito. Fue entonces que se desencadenó:
-rompe, grita, llora, insulta, amenaza. Es un huracán de 92 años con diarrea.
El nieto escapa y los vecinos llaman a la policía. Cuando llega la ley ella
está muy tranquila y explica que internaron a su marido y no la dejaron saludarlo,
parecía muy lógico su enojo.
Entre tanto,
el señor se desorganiza mentalmente, sus manos se mueven como si estuviera
anudando los hilos en una cirugía. No sabe donde está. Sólo mueve sus manos
como cuando operaba y pregunta por su mujer. ¿Quién la estará cuidando?
La operación
es de riesgo y no podrán saludarse antes. Ella se desintegra cagando. Él se
obstruye con mierda hasta la necrosis de sus vísceras. Y no podrán saludarse,
ni gritarse, ni morderse, ni odiarse. Se rompió el circuito que los mantenía
unidos. El cuerpo de él no lo soportó mas, de todos modos aguantó
bastante.
El cuerpo, ¿un cuerpo? La
hija tenía razón. Se trató de una vida. Se trata de un cuerpo que se
empieza a separar y se hace mierda en el intento. En el final hay cierta complementariedad sintomática: uno, larga mierda sin límite; el
otro, la retiene. “Como fue toda la vida , dirá la hija.
Me interesa
pensar el siguiente aspecto del caso: el circuito que los mantenía
unidos, donde es claro que no estamos en el terreno del amor y del
deseo. Tal vez se trate entonces del circuito de la satisfacción?
Este tipo de
vínculo es bastante frecuente de encontrar en la clínica con niños graves y la
relación con sus madres, lo que comúnmente es diagnosticado como “psicosis
simbiótica”. Allí, el objeto en cuestión aparece en su versión tapón, como
objeto de la pulsión, como un intento tal vez de rehacerse de la primera
pérdida. Pero la pregunta prefiero hacerla en relación a la falta de objeto,
“... de eso se trata nuestra práctica”, dirá Lacan(1). Pero
en éstos casos se trataría de la falta de falta de objeto.
Si me ubico en esta zona, me
ubico en relación con la frustración y entonces lo que se estaría poniendo en
juego en esta triste y tormentosa escena es el objeto Real que falta en lo Imaginario
generando el dolor de la frustración. El objeto con su envoltura imaginaria
producto de la castración no está funcionando en este tipo de relación amorosa,
por eso la vida y la muerte se precipitan con una especularidad feroz.
Tal vez a la falta de falta
de objeto imaginario cada uno respondió con el cuerpo como versión Real
del objeto. Como tapón.
Lacan plantea
que habría aquí un agente: la madre, dice- ¿La función madre? Me inclino
a pensar en La Madre. Un todo sin barrar que podrá solo ofrecer objetos reales
que no devendrán simbólicos .
A sus propios
hijos se los “llevarán puestos” taponando.
Los ancianos de esta historia se
estabilizaron durante años en una psicosis simbiótica. Uno podrá creer que la
pasaron mejor que en un hospicio -lo cual es bastante cierto- sólo que “se
llevaron puestos”[1] a sus hijos. El menor está desaparecido por
problemas de mafia. El mayor, herido a
cuchilladas inflingidas por su amante, parece que ha ido inscribiendo su cuerpo
a manos de un buen cirujano. Y la hija, quien relata esta historia en el diván
de esta analista, es quien parece que podrá contar la historia con el dolor de
tener a su hijo hecho mierda y darse cuenta por qué.
Tres
generaciones hacen falta. En la tercera, la falta de falta está
eclosionando... Hace unos años este nieto mayor -el que acompañaba a la abuela
cuando internan a su marido- corría a su padre con un cuchillo. Me tocó
intervenir en aquella ocasión. Claro, aún no conocía la historia del abuelo
cirujano.
Silvia Sisto
Psicoanalista
Bibliografía:
1) Lacan:
Seminario IV, De las Relaciones de Objeto
2) S.
Rodríguez- R. Estacolchick: Escenas, causas y razones de la vida erótica
[1] Argentinismo que alude en
este caso a matar simbólicamente al otro.
*Artículo publicado en la revista Psyche Navegante N°62 - www.psychenavegante.net
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