jueves, 6 de diciembre de 2012

Reportaje a Juan Vasen autor del libro: “Contacto animal. Un lazo social fuera de serie.”


Tema: La inclusión de niños y adolescentes graves en el  cuidado de los animales del zoo, facilita para algunos, la construcción de un puente en la relación con los otros. (Una parte del presente reportaje puede ser escuchada en el Bloque 5 de Psyche Oral)

Juan Vasen es Psicoanalista y especialista en Psiquiatría Infantil. Cofundador del Programa   “Cuidar-Cuidando” que se realiza desde 1990 en el Zoológico de Buenos Aires con chicos y jóvenes que concurren al Htal. Tobar García, a los CENTES  y otros hospitales y servicios del Gobierno de la Ciudad de Bs. As.. Es  coautor del libro “ Del invento a la Herramienta” y de “¿Post- mocositos? Presencias, fantasmas y duendes en la clínica con niños y jóvenes de hoy.”

S. S. :-Juan ¿por qué tu práctica es con niños graves?
J. V.:- Siempre me interesó ese proceso de cómo se fragua de alguna manera una palabra.  Se trata de  un nene, que me desafía y me pega muy fuerte  en la situación de juego.  Trato de marcarle que cuando uno se lastima ya no juega. Trato de  establecer un límite entre lo que es juego y con lo que no se juega; y él recibe esto,- un chiquito grave- como un reto. Sin que yo le toque la oreja,  le dice a sus padres:-“Juan me tiró de la oreja”. Entonces apoyado en un discurso que seguramente en algunos fragmentos se le ha ido estructurando, así él puede conectar dos cosas, un sentido social  de una expresión “tirón de orejas”con la acción de haberlo retado, sin que nadie le haya hecho nada, y todo esto agarrado de la oreja y señalando – “me duele la oreja”,  los padres llaman diciéndome – “¿usted le pegó en la oreja?”.
Entonces, cómo se fragua la palabra en nosotros,- justamente el libro  toca esta cuestión-,  que  nacemos privados  de aquello que sería lo que nos caracteriza. Los animales se sostienen en el lenguaje de la genética, de la biología de sus instintos, y  de alguna manera los pone  en una situación de ventaja de partida, -cualquier cachorrito de cualquier especie se para y camina al instante después de nacer- y nosotros en esa indefensión tan comentada, nos encontramos  privados de aquello que puede ser lo nuestro más propio, el  lenguaje y  del cual tenemos que apropiarnos. Entonces ese proceso de apropiación, de fragua, de producción, siempre me interesó muchísimo.
S. S. :-En el libro aparece como central, como punto de inicio y me pareció muy interesante, el tema de  la curiosidad. La curiosidad como  lo que se despierta entre el animal y el chico, lo que pulsa allí, ¿cómo la ubicas?
J.V.: -Yo creo que en algún sentido los animales quedan ubicados como una alteridad. Una alteridad que, a diferencia de la alteridad tecnológica cibernética y robótica, es una alteridad más amigable. Yo creo que esa alteridad es lo que impulsa la curiosidad. Eso otro que el chico empieza a reconocer diferente a él pero,  curiosamente, a la vez, con quien puede abrir una especie de puente. Es una  zona de comunicación, no de frontera infranqueable, si no de “entre”, yo creo que ahí se genera esa cuestión de la curiosidad, curiosidad por eso otro.
S. S.: ¿Por qué  un animal genera esto? Pensaba si tendrá que ver con que el animal es sin fisura.
J. V.:- Yo creo que el chico accede o puede acceder a través del animal, a ver, por ejemplo,  la vida sexual de los animales. Entonces  hay ahí como una especie de acceso a dimensiones que él no puede manifestar con “libertad” y de esta manera puede empezar a imaginarizar .Yo creo que lo de la curiosidad funciona sin duda porque a los chicos que vienen al programa no los trae la obligación. Los impulsa la curiosidad.
S. S. :- No es  una cuestión burocrática, no hay que pasar por ahí necesariamente.
J. V.:-Esa es la diferencia que planteamos entre el alumno y el aprendiz. La posición del aprendiz es fundada en la curiosidad y ligada a un supuesto saber del otro lado, que en este caso es el cuidador.
S. S. :- ¿Los cuidadores son personas entrenadas para estar con chicos, tienen alguna formación?
J.V.:-Y mirá, estas son personas entrenada para estar con animales y con cachorros. Así como un chico puede mirar con otro chico un animal y hacer lazo a partir de ese otro alter  distinto. Los dos lo miran, charlan del animal. Así también los cuidadores hicieron lazo en función de estar con los chicos. Cuidamos  que no fuera una especie de obra caritativa, el cuidador distraía un rato de su tiempo en función de enseñar, de mostrar y pensábamos esto a partir de un cartel que hay en el zoológico – que comento en el libro- que dice que “busquen a un cuidador que es hijo de otro cuidador” notamos  que hay un linaje ahí en juego y que entonces tienen muchas cosas interesantes para contar. Ese intercambio va entre la curiosidad del lado del chico y trascendencia de inscripción en un linaje por parte del cuidador. Ésta es la dimensión totémica  del zoológico. Hay cuidadores ubicados en relación al cuidado de ciertos animales y ciertas zonas. Hay una especie de  re- inscripción de base totémica que Freud decía que era hasta más fuerte que los lazos familiares. Entonces ahí  se produce como una suplencia, se podría plantear, como algo que reorganiza, estructura alrededor del tótem, de ese valor del linaje. Una estructura organizativa familiar supletoria,- para los mas grandes -, para los que trabajan con un cuidador.
S. S. :-En el libro no lo mencionás, pero ¿la familia interviene en algo en la actividad del programa?.
J. V.:- Si, nos hemos ocupado crecientemente, al principio no lo hacíamos; porque estábamos entre manos del hospital o de los distintos espacios  desde los que los chiquitos venían derivados. Progresivamente se fue haciendo más necesario, tener más contacto con la familia. Actualmente estamos trabajando sobre lo que es “el después”.
En el primer libro que escribimos, que se llama “ Del invento de la herramienta”,  uno de los capítulos es: - “¿Y después que?”. En ese sentido,  después hay que poner las barbas en remojo  para que estos chicos tengan espacios de inserción social.
Para que esta actividad, funcione como un puente.
S. S. :-En algún momento  mencionas el “dolor de la infancia en la actualidad”, el sufrimiento. Decís que hay cierta  precarización familiar que favorece que aparezcan casos cada vez más graves. La precarización la pensás  en términos de pobreza económica, de ruptura de los lazos familiares .
J. V.:- La familia  “moderna y tradicional” se sostenía habitualmente en la figura del Estado, y esto tambaleó, por el lado de la precarización económica - la pobreza,  la marginalidad, la desocupación-, que es lo que debilita un linaje ligado al trabajo, a la producción y cuando me refiero a producción, no solamente producción de bienes materiales, es producción de subjetividad, entonces así como los bienes materiales enriquecen la producción de subjetividad; la marginación, la expulsión  lo que se llama la desinserción deja una pobreza que no es solo material, produce una subjetividad diferente que tendrá otros valores y otras riquezas pero también deja debilitadas un montón de cuestiones. Puede debilitar la ligazón con un padre que está desocupado, ausente, deteriorado, violento, que está alcoholizado y sobreponerse a ésta circunstancia  es un esfuerzo enorme para todos. Por el lado del consumo creo que también hay todo un debilitamiento muy importante de lo que serían los lazos habituales. “Papá lo sabe todo”, se convirtió en una especie de “Homero Simpson”. Hay un libro que yo comento allí que es sobre  marketing para niños donde una persona comenta, “si los chicos tienen problemas con los padres porque los padres se niegan a adquirir aquellos bienes de consumo que ellos reclaman deberían recurrir a los comerciantes para que los asesoremos”. El consumo se pone del lado de los niños en conjunto, fomentando un modo de lazo con los objetos y con la relación de consumo, que deja de la vereda de enfrente a los padres a los que hay que criar y educar en el consumo, cuando se oponen. Decía Cristina Corea[1] en su libro, que en el D.N.I.[2] dice “MERCOSUR” arriba y “República Argentina”, abajo. Esto produce un fuerte trastocamiento que genera una subjetividad nueva, un sufrimiento nuevo porque quien se siente excluido del consumo se siente absolutamente excluido. Se genera además un espacio en la escuela diferente, de capacitación en lugar de formación.
S. S.:- A veces  la computadora, la televisión en cada cuarto llevan al aislamiento de los miembros de una familia.
J. V.:-Bueno ahí yo creo que no es cuestión de satanizar a lo que  puede ser la tecnología, el  problema es el modo de lazo con eso. El problema es cuando eso viene a ocupar y desplazar otras cosas. La clásica oposición: lectura-tecnología, digo en el libro, tomando la canción de María Elena Walsh: “quiero cuentos, revistas y novelas pero no las que andan a botón, yo las quiero de la mano de una abuela que me las cuente en camisón”. Esta abuela esta desplazada por el botón en algún lado. Eso yo creo que produce un corrimiento. El saber,- a los papás se les supone un saber-, esto cada vez dura menos. Los chicos buscan el saber en otro lugar, sienten que el saber que podría ser transmitido por sus padres no les va a servir.  Si antes esos padres tenían muy “de hijos”[3] a sus hijos, ahora, los padres no saben muy bien cómo tener de hijos a sus hijos.
S. S.:-Otro tema interesante que planteás en el libro es el fantasma social del miedo al anonimato.
J. V.:-Si, el anonimato y la fantasía de ser observado, al estilo “Gran hermano”[4]. Si antes el temor tenía ese tinte de ser observado, me parece que ahora el paradigma más angustioso es la expulsión y el anonimato. Por eso los reality show producen una enorme atracción, porque es gente que sale del anonimato.
S. S. :-De todos modos implica al fantasma de ser vigilado, hay una cámara 24 horas filmando.
J. V.:-Pero ese no es el problema, el problema es que nadie te mire. El precio es ser una “celebridad descartable” – así lo plantea Ramonet en un artículo de Le Monde Diplomatique en relación a la película de Jim Carrey- , donde él se da cuenta que es una “celebridad descartable”. En la novela de “Las partículas elementales”, el protagonista dice una frase: “antes creíamos que lo que daba dignidad era el sufrimiento y ahora sabemos que lo que da dignidad es la televisión”. Esto es un signo de los tiempos.
S. S.:- Volviendo al tema del “Programa del zoo: Cuidar-cuidando”, cómo estaría implicado el hacerse cuidar? .
J.V.:- El nombre surgió del aporte de varios colegas. Para mí, lo esencial de la cuestión es que  podría llamarse “cuidar – cuidando-se” en otros, porque en esos otros hay algo de lo propio que queda ubicado y para hacerse cargo de eso otro ubicado en el animal hay que pasar por el animal  para apropiarse de eso otro como una especie de situación de localización, de proyección, de depositación de lo más propio pero negado. Hay una escena que me resultó muy interesante y relato en el libro -un video que hizo un colega- donde hay un pibe  que se sitúa frente a un tigre, cristal mediante  y el pibe[5] lo sigue con la mirada y el tigre también. Entre chico y tigre en el espejo se arma  una especie de sumatoria medio indiferenciada, fronteriza, de caras,  la del tigre y la del chico, desde ahí, un punto de conexión. Entonces yo tomo esa frase de Marcos, el subcomandante de Chiapas que frente a la pregunta de ¿por qué ustedes usan pasamontañas, decía: “primero por coquetería” y  porque “detrás de estos pasamontañas estamos ustedes”,  los animales  les pueden decir  a los chicos, “detrás de estos cristales, estas rejas, de estos alambrados, estamos ustedes, háganse cargo, cuídennos, cuídense cuidándonos”.
S. S. :-En esa escena del muchachito y el tigre, el cuidador interviene?
J. V.:-Para que esa escena se produzca el cuidador ya intervino. Esto es lo que yo llamo el narzoocismo, el chico se refleja en un espejo que refleja lo otro de él, puesto en el animal y ahí entra en relación con eso otro. En el libro hay un cuento que trajo una chiquita que era de un espejo que tenía hambre. Había un chiquito cautivo dentro y jugando con otro que estaba afuera quien  jugando a través del espejo logra que salga el que estaba cautivo. Hay un juego a través. Entonces, el cuidador estuvo antes en el sentido de que el chico detenta y sabe una serie de cosas respecto al animal. Está investido por el lugar –zoológico- como un representante, tiene un uniforme; si no tuviera uniforme el tigre no lo seguiría con la mirada, el tigre espera de él algo porque tiene uniforme, esa es la dimensión imaginaria que hace a la pertenencia. Para nosotros si bien el uniforme puede plantear una especie de uniformidad como defecto, plantea la integración como valor y sobre esa integración se producen las diferencias singulares de cada chico.
S. S. :-Cuando leía esto en el libro pensaba en los uniformes para los chicos pero no había pensado para los animales. Es muy interesante eso que decís porque del otro lado eso es un signo de algo, tiene un valor. Está en relación con el  “re-signar” que planteás en el libro, porque  los chicos con los uniformes, son re-signados y si bien es un lugar de signo, también es significante. Con esos uniformes son los cuidadores.
J. V.:-Ah! claro, porque está el lugar que ocupan para los otros, ellos en conjunto; el lugar que ocupan para el público, el público los ubica como detentadores de un saber, les preguntan cosas, ellos hablan con el público, son reconocidos en un lugar socialmente significativo. No es lo mismo que esto ocurra en el gallinero del fondo de la casa, aunque cuide los animales con la misma dedicación. La misma tarea que es bastante prosaica - barrer, cepillar, alimentar - esta tarea que así como tal quedaría despojada de poesía, ocurriendo en el zoológico está  investida de una cantidad de cosas que lo ponen al chico en un lugar diferente. Inclusive los más chiquitos no llevan el mismo uniforme que los cuidadores porque todavía no trabajan, ellos tienen unas camisetas que también son reconocidas por los animales de la granja .
S. S.:-Uniformarlos sería ponerlos en una serie, para sacarlos de la serie.
J. V.:-Ser fuera de serie no es  no haber pertenecido nunca a una serie, es poder romper con ciertos parámetros de la serie para recortarse como singularidad, pero para eso hay que tener un fondo común, hay que ser parte.
S.S.:-Fondo común que la familia no pudo ofrecer.
J. V.:-Claro, que la familia no pudo ofrecer y te diría que la sociedad en su conjunto no ofrece. Se piensa  en términos de inserción social precaria, esto es:  planes de jefas y jefes de hogar[6], subsidios, pero está casi fuera del horizonte de lo pensable una verdadera integración social. Las familias que forman parte de ese conjunto poco pueden hacer por integrar a sus hijos, más allá de las problemáticas psicopatológicas en juego.
S. S.:-  Me interesa que cuentes o  desarrolles el planteo de “fortaleza vacía” que hacés en el libro.
J.V.:-Hay un ejemplo que es precioso que lo contaban los colegas de Casa Cuna[7], es de un chiquito grave,  en el comienzo el chiquito  dibujaba una especie de espiral, rayaba  la hoja medio frenéticamente  dejando un centro vacío. Un año después que ellos trabajan en psicoterapia o en psicoanálisis con este chico y además le ofrecen un contacto con una perra que tienen allí en Casa Cuna . Al año el pibe hace un dibujo que tiene exactamente la misma estructura: como un espiral, en el espiral en una especie de vía láctea de constelación, en los alrededores están: él, una tacita, su familia, los terapeutas y en el centro de esa especie de galaxia está una figura regordeta de la perra. Hay muchas formas de entender la gravedad en cuadros de chicos, uno podría pensar la fortaleza vacía desde otra perspectiva, pensar que en realidad eso es una cosa compacta de goces que hay que oradar . De todas maneras a los fines de este ejemplo fue la perra la que de alguna manera ocupó el centro de esa situación y permitió otras intervenciones. La perra no sé si había sido la productora de efectos terapéuticos pero sí fue facilitadora, por eso se llama “terapia facilitada por animales”. Hay una dimensión diferente de entrada del animal. Considero un Caballo de Troya al animal con el que podemos entrar de alguna manera, desembarcar e intervenir. Esa es la metáfora.
S.S.:-Claro, Winnicott plantea lo importante que son los objetos concretos para los chicos,  y en ese sentido el animal sería algo así. Tal vez un objeto que podría ocupar el lugar del Objeto Transicional, en ese “entre” que vos planteás. Con los objetos en el consultorio el analista también desembarca.
J. V.: -Hace muchos años Rodrigué[8] escribió un trabajo que se llamaba “Interpretación Lúdica” donde contaba que una nena que había hecho una muñeca, una figura de plastilina y jugaba que era una mamá, agarra un lápiz y la rompe, la pincha y tiene como cierta sorpresa de ver que fácilmente la orada. Esa facilidad en relación a oradar el  material,  haciendo de  mamá, produjo una sorpresa y una dimensión de pensar qué pasaba con esta figura de mamá, a partir de esa situación de objeto material.
S. S. :-Hizo falta el objeto material.
J.V.:-Hizo falta el objeto material para abrir esa dimensión. Fijate que volvemos a un punto importantísimo, ese objeto animal tiene el rasgo- en el mejor de los casos - de la alteridad, de lo  que escapa a la serie. Es de otra serie diferente de lo que sería la mascota. La mascota es el animal –exagero un poquito- programado, yo tomo el subgrupo de los caniche que se llaman “Toy”, juguete. El animal no es un juguete. Es una alteridad. No es algo que el chico puede manipular, a veces lo intenta hasta que el perro lo muerde o lo araña el gato. Y ahí dice: “Epa”. Entonces ese contacto con ese objeto “transicional otro” es fuente de enorme riqueza.
S. S. :-Es muy interesante porque uno podría pensar que esto se puede producir con otro objeto también, pero no es lo mismo ya que acá la alteridad va a responder.
J.V.:-Sí, el animal responde pero también propone, con lo cual genera respuestas en el chico. La diferencia es que el animal no es un complemento si no que suplementa. Aún en el caso de un animalito que, puesto en función para un ciego, es los ojos del ciego. Pero además suplementa porque agrega una dimensión nueva per sé. Esa es la diferencia con las mascotas electrónicas- el clásico  tamagochi - que lo que generan es estar pendientes de las demandas que la tecnología introduce en esta “mascota”. A mí me parece que es un modo de generar subjetividad que responde a las demandas tecnológicas. Mientras que el contacto con un animal no tiene que ver con eso ya que el chico crea, produce algo entre el animal y él, así como lo produce en un juego en la medida en que el animal forma parte de un juego. Además el animal no miente, no puede mentir y esto creo que es interesantísimo porque el animal es de alguna manera de verdad. La posibilidad del contacto con eso que es de verdad es muy importante.


[1] Semióloga argentina, recientemente fallecida
[2]  “Documento Nacional de Identidad” en la República Argentina.
[3] “Tener de hijo”: argentinismo que alude a la imposición de pautas y conductas sobre otra persona.
[4] Reality show que tuvo gran éxito en la T.V. Argentina, consistente en filmar las 24 hs. A un grupo de personas encerradas en una casa, con un ganador final elegido por el público.
[5] “Pibe”: Argentinismo. Se le dice cariñosamente a los niños.
[6] Planes de apoyo social sostenido por el Poder Ejecutivo en Argentina.
[7] Hospital de la Ciudad de Buenos Aires, Argentina, que se dedica a la atención de niños.
[8] Rodrigué, Emilio. Psicoanalista argentino radicado en Bahía (Brasil).

*Artículo publicado en la revista Psyche Navegante N°64 - www.psychenavegante.net 

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