“Generación Pokemon”[1]: la influencia de los nuevos medios sobre la psiquis humana. -Así tituló Clarín una de sus notas.
“Cuál es el verdadero impacto de la realidad virtual
sobre el sistema nervioso de un individuo”. Lo interesante es que la pregunta es sobre Sistema
Nervioso Central, no sobre el individuo. También es interesante pensar qué individuo,
según el diccionario significa: “persona
considerada aisladamente respecto de su colectividad”. Entonces ya sabemos
que concepto tienen respecto del hombre poseedor de ese SNC, quienes analizan
ésta situación, un individuo. Un ser aislado.
Cuando se sentaron frente a las pantallas no
imaginaron lo que les iba a pasar. Fueron 685 japonesitos a los que les cayó
mal un episodio demasiado fuerte de “Pokemon”, un dinámico dibujo animado
global que convoca multitudes de niños extáticos allí donde se proyecta.
Ocurrió el 16 de diciembre de 1997. De pronto, y mientras los “soldados
eléctricos” despedían rayos y centellas desde sus cuerpos virtuales, esos
pequeños televidentes japoneses comenzaron a manifestar signos que
indudablemente remitían a una sintomatología epiléptica.
Los psicoanalistas trabajamos a diario con lo que podría
llamarse el “exceso”. Freud dirá que esa energía que no puede ser ligada
buscará su descarga por el único lugar que puede hacerlo, el cuerpo. Esto
podría decirse, ocurre siempre y de
todos modos y es parte de la estructuración subjetiva, pero aquí hay un agente
externo que violenta “en exceso”. Es decir esto sumaría a lo traumático de la
infancia un plus que tal vez comprometa el psiquismo mismo. Sabemos que es la madre o quien esté
en función allí, la que amortiguará el impacto de los estímulos internos y
externos. Pero en los últimos tiempos la televisión se ha convertido en una
práctica y económica babysitter. Tal vez entonces el concepto de “individuo”
tiene su lógica, no es casual ni de simple uso corriente.
“Bruscamente, y como si
algún Pokemon de los malvados y no de los benévolos, los hubiera atacado a
ellos desde las pantallas mismas, comenzaron a convulsionar, a vomitar y a
manifestar alteraciones psico-corporales que, en realidad, superaron con
rapidez. Según los exámenes pertinentes, la sucesión de imágenes muy
contrastadas de color rojo, amarillo y azul, muy contundentes, disparó aquella
epilepsia inédita alentada por la intensa fotosensibilidad de las víctimas.”
Resulta que antes era el SNC
afectado por las luces intensas y parece que ahora la lectura empieza a girar.
Se trata de un “como sí de juego”. Como si un Pokemon malvado los hubiera atacado.
“La velocidad de emisión
de la sucesión muy contrapuesta de colores, abrió los muros hacia un suceso no
tan extendido cuantitativamente, pero muy significativo: despertó un
universo de debates en derredor de la configuración mental que perpetran los
nuevos medios. Sobre todo en los consumidores que transitan los primeros
estadios de su configuración cerebral.” Los
debates que se abrieron según informa el periodista fueron con relación a:
-configuración mental y -consumidores. Podríamos inferir que se trata de
perfeccionar la maquinaria del consumo para que funcione en óptimas
condiciones. Habrá que bajar la intensidad de los colores. Para que la práctica
babysitter sea eficaz.
Sobre
lo que no se abre un debate es sobre que tipo de relación se establece entre
ese “individuo” y la pantalla. Los
psicoanalistas también sabemos que, para algunas familias la presencia de la
televisión funciona como pantalla a graves conflictos que serían insoportables
y motivo de terribles malestares. En otras ocasiones multiplica soledades en el
cuarto, “ cada uno con su bandejita frente a la TV a la hora de la cena”.
En estos días en una publicidad de
“televisores que habla de la fidelidad de la imagen y la perfección del sonido,
se ve a un joven viendo como un toro persigue a una mujer de vestido rojo hasta
que él es mirado por el toro -él lleva camisa roja- que sale de la pantalla y
él entra. ¿Quién mira a quién.? Sin duda el joven a la TV. Sin embargo este
punto subjetivo pareciera estar poniéndose en cuestión. Podría formularse así
¿dónde está el sujeto?
“Antes del imperio global de las pantallas, en tiempos de la
evolución psicogenética pre-virtual, la configuración cerebral, intelectual,
comenzaba con una fase “concreta” a la que sucedía una fase “abstracta”.
Primero era necesario contar con los dedos o con un contador en el que
las fichas podían verse y sobre todo palparse y luego recién se arribaba a
la configuración de una mentalidad simbólica que podía prescindir de las cosas”.
La misma idea insiste, según parece se puede prescindir del objeto concreto, de su
materialidad para entender la virtualidad. Será que los cuentos por CD y DVD
reemplazarán la voz de quien ama a un
niño. El “como sí” está instalado de una manera peligrosa. Lo
virtual existe, no tiene cuerpo, aunque es evidente que produce efectos sobre
él e intenta prescindir de él.
“Para la ‘Generación
Pokemon’ el esfuerzo pedagógico parece arraigar más en la búsqueda de las
grietas del espacio virtual por el que transitan los usuarios de los juegos
virtuales, con tanta comodidad, para acceder al espacio real del que poco
saben. Pero esa relativa incapacidad real, es a la vez compensada por la
hiper-capacidad virtual. En ese sentido podría profetizarse que el poder
lo tendrán los bidimensionales: quienes sepan manejarse con la misma soltura en
el mundo virtual y en el real también”.
¿Bidimensionales? Siempre fuimos
tridimensionales, entre el espejo y el niño la mirada de un tercero. No se
puede prescindir de cuerpo del otro, ¿o si? Habría que pensar que a falta de
función tercera fusión a la pantalla?
Freud[2] nos muestra la diferencia entre angustia, miedo y
susto. En la angustia se trata de cierto malestar frente a un peligro de alguna
manera esperable. En el miedo éste recae sobre un objeto determinado, en el
susto se trata del factor sorpresa, se
corre un peligro sin estar preparado. Es disruptivo, de golpe. Esos niños
frente a su dibujo favorito no estaban preparados para convulsionar, algo
parecido a lo que sucede en un accidente.
Entonces
si ese exceso de excitación visual y auditiva sigue el camino propuesto por
Freud, cabe esperar la formación de algunos síntomas -que se encargan de
aclarar fueron pasajeros-, síntomas seguramente de los cuales no tendremos
noticias en los medios; seguramente sí en los consultorios, escuelas. En el
caso de la nota de Clarín como la escena excedió en mucho, -aunque sea una
redundancia-, obligó a darle alguna explicación. Sin embargo los sujetos de
esta sociedad de consumo, consumen horas de pantalla diariamente por distintas
circunstancias. Seguramente la subjetividad de la época irá tomando nota no tan
pasajeramente de éstos sustos pasajeros…
Temas para seguir pensando,
invito a quienes se sientan convocados por esta temática a escribir y producir
algún entrecruzamiento posible. Allí donde los cambios de relación social muestran su cara más cruel. La del
“individuo”.
[1] Miguel Wiñazki. Editor de la nota en
clarín sociedad, Agosto 2004
[2] S. Freud; Mas
allá del principio del placer.
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