jueves, 29 de noviembre de 2012

El juego de la transferencia: -Peón 2 Dama-


La transferencia, en su estructura moebiana, propone un juego que se instala “entre” paciente y analista, implicándolos en el saber inconsciente producido allí.

En el número anterior (Artículo: Oiga, qué me quiso decir?) presenté un caso donde traté de poner en tensión la relación paciente - analista en su estructura moebiana y en lo que “eso” operó allí, tal vez en este caso pueda seguir rodeando el tema y precisar algo mas sobre lo que trabajé  como el primer aspecto del acto psicoanalítico : la transferencia. Me interesa plantearla también en su estructura moebiana, para salir de la especular contratransferencia.

Recuerdo aquel paciente que jugando al ajedrez me pregunta ¿de qué se trata en este juego en realidad? –era un pibe de unos 10 años-. Él sabía jugar pero pedía un relato, una historia entre reinas, reyes y valientes alfiles, los caballos se desbocaron y para darle un final contundente digo: “ se trata de matar al padre” glup...!, quise decir de matar al rey.

Fue un lapsus mío pero en la relación discursiva de este paciente en particular. Traté entonces – no en ese momento claro - de analizar que había ocurrido allí, qué entrecruzamiento transferencial se había producido. Momento crucial de apertura o cierre?, ya nos advirtió Freud que  intervenir sobre la transferencia no es de buenos augurios, las defensas se levantan y a dormir la eternidad. Aunque también Freud dice que hay que esperarla para empezar a dar la interpretación. Parece el juego del gran bonete...pues entonces quien lo tiene?

Como en un sueño, “entre” – percepción y conciencia - irrumpió el lapsus, me despertó del ritual del juego, de la cadencia propia de ese encuentro tantas veces repetido, con muchas jugadas pre-establecidas, siempre la misma apertura: -Peón dos Dama- , las negras él, las blancas yo, cada pieza en su lugar.

Seguí entonces el camino de las asociaciones:  hacía poco tiempo había fallecido mi padre y el juego era una herencia de él. Bueno, en realidad no es que mi padre me lo donara especialmente antes de morir, yo me lo quedé, siempre me había gustado.
El nene tenía un síntoma, robaba, a su mamá y a sus hermanos. De alguna manera al quedarme con el juego de mi padre sin consultar con mi familia, estaba apropiándome de un objeto en cierto sentido“robado”.

Guiada por mi lapsus convoqué a una entrevista, viene  la mamá - el papá casi nunca podía - y relata la siguiente historia: Resulta que el papá  de M. no era el verdadero padre y ni el niño ni el hombre lo sabían, ella tenía un amante,- un amigo de la familia- que veía regularmente y el padre era ese hombre que tampoco sabía que ese era su hijo.

Claro, estamos hablando del saber de la conciencia, el del yo pienso, sin embargo el saber del inconsciente por boca del analista supo. Para matar al padre hay que saber que se lo tuvo. El mío había muerto, la vida por la vía de la muerte lo había robado, emprendía yo el camino del duelo con un pequeño robo. Pero a M. le robaron su historia. El no sabía que no sabía quien era su papá. El síntoma entonces toma otra dimensión, el ladrón había sido robado.

Pero el lapsus se produce antes que la madre haga el relato, justamente éste lo precipita en esa entrevista.

Algo con el padre estaba sucediendo, alguna historia de luchas y batallas ese niño me pedía y en medio del fragor del relato...el lapsus. No fue este el único lapsus en la conducción de un tratamiento, pero sí uno de los que más me ha conmovido y más recuerdo. Ese que afectó mi propia subjetividad y me lanzó a producir un movimiento en la cura- escuchar a la madre – y a un trabajo de análisis personal.

Este es el punto donde Lacan plantearía que “ la transferencia es un fenómeno donde sujeto y analista van juntos”. El analista encarnando al sujeto supuesto al saber- en el caso de este niño, el sabía jugar ajedrez, lo que me pide es una historia, que supone yo conozco y en algún punto no se equivoca- Entonces el analista encarnando al sujeto supuesto al saber denota  la presencia de la transferencia.

Esta encarnadura no es vital para el psicoanalizando, plantea Lacan en “La proposición del 9 de Octubre”,  lo que interesa es  qué hace el psicoanalista con ese saber supuesto que en realidad no sabe nada, lo no sabido . Justamente lo no sabido plantea el armazón del saber.

Saber del inconsciente,  que en este caso,  pide por boca del analista la apertura. Los padres de M. interrumpen el tratamiento del hijo en el momento en que éste los interroga sobre el origen de ese señor al que él llama padrino. A éstas alturas el síntoma había dado lugar a la pregunta. M. inauguraba así su entrada a la adolescencia... seguramente éste joven caballerito sería capaz de dar batalla a esa “madre- reina” que él insistió durante muchas de  las partidas de ajedrez en sacar del juego rápidamente, con su insistente apertura  -Peón 2 Dama-.


*Artículo publicado en la revista Psyche Navegante N° 57 - www.psychenavegante.net 

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