miércoles, 12 de junio de 2013

Conversaciones con Gilou.

Silvia Sisto: - La idea es que charlemos un poco sobre tu experiencia en grupos de admisión, me contó Sergio Rodríguez de tu experiencia en el Hospital de Clínicas allá por el ’73.
Gilou Royer: - A veces, un poco se idealizan las cosas pero trabajamos mucho en el Hospital de Clínicas con lo que llamamos entonces los Grupos de Admisión, en el año ’73, ’74, en la cátedra de Psicología Médica.
S.: -¿Con un equipo?
G: - Cuando llegamos nosotros había en la cátedra trabajando un equipo bien formado sobre el modelo psicoanalítico, un grupo que venían o estaban relacionados con una orientación católica, no recuerdo si eran del Salvador o de la UBA. Había una enorme demanda de atención en la sala de clínica médica; al Hospital de Clínicas viene la gente del interior también, se hacían colas infinitas, y cómo había al mismo tiempo en el equipo nuestro un interés político de modificar las cosas para atender más pacientes y mejor, armamos un dispositivo que lo llamamos los Grupos de Admisión. En lugar de que la secretaria anote para más adelante, los poníamos a todos en grupo en cuanto llegaban. Hombres, mujeres, viejos, jóvenes, todos. Éramos varios médicos y psicólogos que manejábamos el grupo. Lo que tiene algo de la sala de espera, pero distinto es cuando se arma la antesala a la espera del turno asignado.
S.: -Claro, eso es lo que sucede en el barrio donde trabajamos, la gente va llegando, allí se encuentran y reúnen espontáneamente.
G.: -Bueno, todos los curanderos hacen eso y es uno de los factores curativos que Lacan empleo muchísimo, él ponía toda la gente junta a esperar que él los llame, uno por uno… él decía que en psicoanálisis hay que cuidarse de la sugestión, pero ese tiempo de espera es pura sugestión. Es decir, hay un líder - Lacan o el hospital- y un grupo que se identifica entre sí en relación a un Ideal del yo puesto en el líder, es Psicología de las masas.
S.: -Vos sabes que en nuestra experiencia el que ocupa ese lugar es el Pastor.
G.: -Además está más cerca de dios…(risas).
S.: -Volvamos al tema del dispositivo de admisión.
G.: -Fue muy revolucionario te diré, pero quedó archivado y hasta censurado por doble censura: la política represiva y la política psicoanalítica ortodoxa, y no entró en el conocimiento de la gente. Años después, cuando volví del exilio en México, una persona de Lanús vino a supervisar conmigo diciéndome que estaban haciendo grupos de admisión pero no tenían la menor noción que se habían hecho en algún momento, culpa también un poco de nosotros con la diáspora y todo eso… Entonces en los grupos éramos como cuatro o cinco de personal “soignant”. “Soignant” son todos los que constituyen el equipo encargado de atender: cuidadores, y los grupos tenían entre 10 y 12 pacientes que entraban y salía a medida que se resolvía su derivación.
S.: -¿Por qué se llamaban cuidadores?
G.: -En francés se llama soignant, los soignants son todos los médicos, enfermeros, psicólogos, asistentes sociales. Soigner quiere decir cuidar de, la gente que se ocupa de atender, son los soignants. Es una palabra tomada del discurso común francés que muchos lacanianos la importan como si fuera algo nuevo. Inclusive la cultura básica de Lacan es la cultura media alta común en Francia, no es la misma acá.
Bueno entonces, en los grupos se hacía una preselección y derivación de los pacientes que venían una, dos, tres, cuatro veces como querían ellos. Una vez por semana teníamos la hora de grupo y entraban los que estaban. Y fue muy interesante.
S.: -¿Y hablan de sus historias personales?
G.: -Ante nuestra sorpresa hablaban muchísimo de sus cosas, uno tenía la expectativa sobre el modelo del consultorio privado y no esperaba que pudieran hablar con bastante libertad, por supuesto variable. Primero yo fundé la Asociación de Grupos aquí en la Argentina con gran escándalo de la Asociación Psicoanalítica porque grupo no era psicoanálisis. Efectivamente no era psicoanálisis de consultorio… pero la visión psicoanalítica -siempre pensé yo bien freudianamente- que no era la del consultorio sino la de una teoría acerca del sujeto y de las interrelaciones. Entonces, hacíamos grupos en el hospital, en primer lugar porque de a uno no se da abasto, las necesidades del lugar producen preguntas y exigen caminos de respuestas, no digo respuestas pero caminos. También estaba el equipo anterior, que se sentía muy fastidiado, desplazado, enojado y criticaban todo, y uno también se autocriticaba. La inquietud básica era: ¿cómo una persona que necesita el secreto, que necesita la intimidad, que necesita todo eso, podía en un grupo y en un grupo móvil, hablar de sí. ¡Pues la verdad es que sí podían! Era una estructura móvil siempre, porque era para derivarlos. Lo interesante es que creo que ahí se daba algo de la “sala de espera” en el sentido de que lo que parecía una ruptura de la intimidad sin embargo, también era compartir una intimidad con otros, es decir que uno hablara de sus problemas estimulaba al otro a hablar también de los suyos. Bueno, ese momento es utilizado –ya sea por el curandero o el psicoanalista- en general sin ser explicitado; ahí tratamos de explicitarlo. Tengo hecho un trabajo acerca de esto que fue presentado en el año 1982 en La Matanza, y publicado en dos partes por la revista “Psyché”[1]. Y aproveché ese trabajo para hacer un análisis de la institución hospital., institución asistencial y docente simultáneamente.
S.:-Me contabas que fuiste fundadora de la Asociación de Grupos.
G.: -Si en el año ‘54, Con Usandivaras, con Morgan que era un Psiquiatra Psicoanalista, y con Rodrigué, ese fue el grupo básico. Usandivaras y Morgan se fueron al Primer Congreso Mundial de Grupos que había en Canadá. Cuando volvieron comentaron que les habían sugerido crear una institución que se ocupara del trabajo en grupos. Empezamos a charlar y la verdad que ellos sostuvieron la idea, yo era una “pendeja”, estaba en segundo año de Seminario. Ellos tuvieron la idea de fundar la Asociación de Grupo, invitamos a alguna gente de la Asociación Psicoanalítica, a Pichón, a María Langer, a A.Rascovsky, entraron algunos más. El núcleo básico eran cuatro, cinco personas. La fundación misma se hizo entre diez o quince personas, y los que tomaron un poco la posta de institucionalizar fueron María Langer y Grinberg que publicaron un libro algunos años después.
¿Por qué trajimos esto? ... Ah! trabajar con grupos ya era cuestionado psicoanalíticamente hablando…
S.: -Pero vos fuiste una precursora.
G.: -Claro, bueno, en el Hospital de Niños hacíamos psicodrama con niños en el año ‘56. Un psicodrama de las madres y padres por un lado y los niños por otro. También es una historia del psicoanálisis que no está contada. En el Clínicas a veces venían padres, madres e hijos y más adelante hicimos un esbozo de Hospital de día, hasta que vino la diáspora… Eso fue en el año ’73 y duró hasta mediados del ’74 cuando empezaron las tres A. O sea que fue una experiencia relativamente corta; yo me acuerdo que con Diego fuimos a París en el ‘75 y tratamos de ver si encontrábamos alguna estructura parecida, y encontramos, por ejemplo, el Hospital de día que hacíamos, con medios precarios de tiempo, de personal y de dinero. Tratábamos de que cada persona que concurría al Hospital de niños sirviera de agente de salud. Es decir, nosotros dejábamos un teléfono de guardia y además los intercomunicábamos entre ellos, así si había alguno que hacía una crisis, iban a la casa y se comunicaban con alguno de nosotros que quedaba de guardia.
S.: -Se armaba una red.
G.: -Claro, se armaba una red y ahí rompíamos la cosa de estructura que era muy fuerte en ese momento. Inclusive el trabajo con grupos, que suponía que había que agrupar a la gente por sintomatología o por edad o de la misma característica, o sea, la tendencia era al principio a hacer grupos homogéneos; el grupo de admisión o el agrupamiento para Hospital de Día era totalmente heterogéneo y funcionó bastante bien. En Francia, por ejemplo, lo que encontré como similar núcleo a lo nuestro era, lo que llamaban ellos, internaciones domiciliarias y habían decidido abandonar ese dispositivo porque promovía, decían ellos, la pasividad....
S.: -¿En el grupo del Clínicas estaba Diego también?
G.: -No, Diego en ese momento dirigía el Centro de Salud Mental de San Isidro, él era jefe de atención comunitaria en San Isidro. Fue una experiencia muy interesante ahí, porque en San Isidro hay lo más rico y lo más pobre, está la villa la Cava y está la gente elitista. De la experiencia en ese Centro no hay mucho escrito; al poco tiempo fue clausurado. Claro, fueron épocas tan revulsivas...
S.: -Era muy difícil escribir sobre eso seguramente.
G.: -Era muy difícil por la presión de los acontecimientos y la presión de las censuras políticas, ya no solo psicoanalítica...
S.: -¿Y ustedes del hospital se tuvieron que ir o pudieron seguir trabajado?
G.: -A los tiros nos fuimos del hospital!! Era fin del ’74, me acuerdo, yo trabajaba también en Medicina del trabajo y fui a hacer un trabajo en unas minas que se llamaban “Las Pirquitas” a cinco mil metros de altura, entramos ahí, fichados por gendarmería, y cuando volvimos habían matado al gobernador de Córdoba. Fue una época tremenda, terrible.
S.: -Qué valiente fuiste metiéndote por todos esos lugares.
G.: -Era una inconsciente. No, valiente también. La valentía también tiene una parte de inconsciencia, o por lo menos de no poner en primer plano la seguridad, pero la verdad muy expuestos, si…
S.: -El hospital quedó desmantelado también…
G.: -Claro…no sé que habrá pasado después con ese equipo, yo me fui al exilio…el jefe  también tuvo que irse.
S.: -A mí me resulta inquietante pensar cómo se les habrá ocurrido a ustedes esto de armar grupos, claro que era un momento de ebullición.
G.: - De ebullición y creativo, uno tomaba riesgos. En realidad estábamos en plena ruptura de convencionalismos y no nos ejercíamos tanta autocensura cómo después.
En realidad los fundadores -yo no he sido fundadora del psicoanálisis en la Argentina- pero los fundadores, Pichón Rivière, la negra Aberastury, Garma inclusive, María Langer, no tenían tanta censura, creaban, eran un poco sus propios amos, entonces en ese sentido tenían menos censuras.
S.: -Claro, cuando ustedes arman los grupos se trata de eso, de animarse a crear un dispositivo frente a la urgencia que había.
G.: - Nosotros tomamos al hospital como algo que nos preguntaba y que nos exigía. Y que poníamos a prueba nuestras teorías y nuestras prácticas. Es decir, no tratábamos de trasladar las prácticas del consultorio privado al hospital.
S.: -Claro, sin el hospital probablemente esa experiencia no era posible.
G.: -Claro, pero tampoco era posible con la institución si no la cuestionabas. Por eso el trabajo mío que te mencioné más arriba, es un análisis de la institución. Institución de asistencia, de enseñanza y de la institución del psicoanálisis también, mas allá de las instituciones en particular, en ese momento. Por ejemplo, las críticas que hacía el equipo anterior tenían algún fundamento: había gente de distinto nivel que entraba y trabajábamos a la par. A mí me llegaron a decir: “Usted -en ese entonces uno se “usteaba”- usted es la mosca blanca, porque acá cualquiera puede hacer cualquier cosa”. Se refería a que no actuábamos según jerarquías, intentábamos acercarnos a un trabajo más en cooperación. Lo que expresaba el equipo anterior era una exageración de ellos que se sentían desplazados, pero algo de eso era cierto. Evidentemente si querés crear todo de la nada… yo me sentía psicoanalista y creo que actuaba como psicoanalista, pero como psicoanalista no instituida sino tratando de ser instituyente.
S.: - Pero vos en el ’54 ya habías fundado la Asociación de Grupos con lo cual ya tenías toda una idea previa.
G.: -Sí claro, yo trabajé mucho con grupos.
S.: -Bueno, cuando uno trabaja con una familia, en un consultorio también trabaja con grupo.
G.: -Claro, eso vino después, eso vino con la negra Aberastury. Bueno, en el Hospital de Niños, era la sala de Escardó, que era un tipo muy revolucionario -lo que pasa que era bastante autoritario con sus innovaciones: el decía que era indispensable para un niño internado tener a su madre, entonces se internaban las madres con los niños.
S.: -Las obligaba de alguna manera.
G.: -Claro, pero además las internaba pero ¿cómo?... tenían una silla para estar al lado de sus niños día y noche... Y además los otros chicos quedaban solos en la casa.... Muy complicado. De todos modos era muy revolucionario en un sentido y dejaba hacer, promovía mucho que uno hiciera también. Pero nos estamos saltando de un tema a otro…
S.: -No importa porque son experiencias similares en algún sentido, que tienen que ver con lo innovador, con animarse a una clínica en los márgenes.
G.: -Claro, ahora se llama “Clínica de márgenes”; entonces te diré que no se veía bien a los profesionales que iban a los hospitales, no se veía bien, porque -cada época tiene su retahíla-, la razón por la que no se veía bien en ese momento, dentro del grupo de Rascovsky y Garma sobre todo, era porque uno era “masoquista” si iba al hospital, porque las condiciones de trabajo no eran buenas…
Por otro lado, cambiar el dispositivo implica interrogarse sobre el cambio también.
S.: - ¿Cuando trabajaron en lo grupos llevaban cierto registro escrito de los pacientes?
G.: -Si, inclusive cuando empezamos a trabajar con grupos… una cosa instituida que era una aberración, era el llamado observador, estaba el que coordinaba el grupo y otro que estaba ahí que, o tomaba nota o escribía después, observaba y no hablaba; sólo hablaba con el coordinador.
S.: Claro, eso era de Pichón, de los grupos operativos, donde estaba el coordinador y el observador no participante…
G.: -Era una aberración para mi gusto, tener un convidado de piedra ahí, eso después lo modificamos.
S.: A lo mejor es una presencia inquietante para el grupo.
G.: Claro, ver a un tipo que toma nota…Yo hice de observadora, no podía participar, con María Langer durante bastante tiempo. Es una experiencia bárbara pero al mismo tiempo me parece que distorsionaba, se transformaba en una cosa de formación por un lado y de precaución por otro.
Después trabajé mucho en co-terapia en México, en grupos con Carlos Plá por ejemplo, que era un tipo bárbaro, trabajamos muy bien. Bueno, yo empecé con Usandivaras, teníamos un grupo de monjas en consultorio. Usandivaras era un tipo muy católico. Militante católico. Era muy interesante. Y después tuvimos un grupo de hipertensos, y ahí yo que era una “pendeja” total hice un trabajo que fue el que llevaron al Primer Congreso de Grupos. Ahora…¡¡lo gracioso es que se quemaron los papeles, se quemaron de verdad!!
S.: -¿No los tenés?
G.: -No, se quemaron de verdad, no me acuerdo cómo fue, un accidente, o en la Asociación de Grupos se quemó algo no me acuerdo cómo fue, pero se quemaron.
S.: -Qué bárbaro. Qué experiencia Gilou. Cuántas experiencias.
G.: -En ese momento hacía tantas cosas… estudiaba medicina, estudiaba psicoanálisis, trabajaba, tenía dos chicos. Pero no corría uno tanto cómo corren ahora, porque ahora todo el mundo corre, entonces no hay tiempo para nada, por ejemplo eso de poder reunirse después del grupo es interesantísimo e importante. Actualmente la gente no hace eso, porque tiene una cita acá, y la otra y la otra, y entonces hay una especie de aceleración…
S.: -Claro distinto es un dispositivo pensado porque hay mucha demanda y no sólo para ir más rápido.
G.: -Claro, a mí me parece, viendo retroactivamente, que era mucho más rico verlos una hora y media en un grupo que verlos quince minutos uno y después otro y después otro.
En el grupo todos hablábamos, todos interveníamos. Además ahí introdujimos el no tener guardapolvo blanco. Porque el equipo anterior eran los médicos con guardapolvo blanco como un emblema. Es que eran símbolos también de Poder. Pero creo que tienen efecto real.
Y después hicimos un intento de Hospital de día que fue más experiencial que otra cosa. Fueron seis meses de trabajo, muy poco para poder dar cuenta de eso, pero… Psicología médica se llamaba la cátedra.…
S.: - ¿No era salud mental?
G.: -No, no existía salud mental. Psicología médica se llamaba. Era una cátedra que de todos modos introducía algo nuevo en la Facultad de Medicina, ya no era solo fisiología y anatomía y especialidades sino una dimensión nueva al conocimiento médico. En ese sentido el equipo anterior era un equipo idóneo para una práctica que no se cuestionaba…
S.: -Claro, porque ustedes cuestionaban a dos puntas, la propia práctica y la de la institución.
G.: -Exacto, y estábamos dispuestos a cuestionar la nuestra.



[1] Publicado también en este mismo nº: Grupos de admisión. Experiencia clínica y analizadora institucional.

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