jueves, 27 de junio de 2013

Llora el río negro

Escrito por Silvia Sisto
Llora a sus niños, a sus jóvenes, llora a sus mayores consternados. Parece que en sus aguas yacen desde hace años, después de la dictadura dicen algunos, las almitas de esos jóvenes que encontraron un bello lugar para morir.
-          Acá se está muriendo todo, hay que irse...
Dijo Juan de 21 años, el conserje del hotel de Viedma donde pasé los tres días que duraba mi seminario sobre clínica con niños, ese que había sido programado desde hace meses. Ese que había pensando en quien sabe cuántas variantes para este tema en estos tiempos, donde se toman niños de rehenes o se los manda a la guerra, donde los niños trabajan. ¿Hay niñez allí?
Y a cuatro días del viaje, sucede “lo de Patagones”. Y me empiezo a preguntar si es solo de Patagones o si responde a un fenómeno global, donde nuestros jóvenes están enfermos de futuro y no solo de pasado como creíamos. Decido tomar el tema y ponerlo a trabajar con los concurrentes al seminario.
Están tensos, angustiados, enojados con los medios. Resulta que ese dibujo que circuló sobre un terrorista pintado en la pared de la escuela Islas Malvinas había sido sacado de contexto. Se trataba de un mural sobre la guerra y la paz. El fotógrafo solo tomó lo que consideró mas efectista.
El efecto... el efecto y las causas cuales habrán sido? Intentamos despejar las que pudieran ser psiquiátricas, con esas no hay dudas, sobre todo cuando planteo si tal vez Rafael se habrá intentado suicidar suicidando a otro, a un par, ya que el escenario no es cualquiera. No acuerdo con los que dicen que podría haber sido en cualquier lado, en un supermercado o en un cine. Fue donde había otros como él, donde hacer la diferencia “yo - no yo” era mas difícil. Ocurrió donde tal vez su espejo se fragmentó.
Es entonces que una colega interviene diciendo:
-          Sí, los chicos de la escuela dicen que Rafael también está muerto, hablan de él en pasado.
Un pasado demasiado reciente, donde el futuro anterior de la infancia:- Dale que yo era, se tornó:- Yo soy ..., yo me siento como él, quiero hacer lo que él hizo. Hubo más de una consulta por dichos de adolescentes en este sentido. Los docentes, lo padres, los colegas están perplejos.
Creo que el seminario operó sobre esta perplejidad y abrió la posibilidad de ponerle nombre a aquello que no lo tiene. En tal caso tiene el nombre que los medios le pusieron, “La masacre de la escuela”, “Terror en la escuela”, canal 9 tituló: “Rafael un asesino muy normal”.
Mientras tanto, tal vez se trate de soportar la incógnita, esa que tan bien nos pinta Goya en su cuadro:- “El cántaro roto”. Allí hay una madre, un niño y un cántaro roto, el cuadro tiene una leyenda que dice: “No importa que ha pasado con el cántaro, si la culpa es de la madre o del niño, el cántaro ya está roto”. Habrá que soportarlo y trabajar sobre eso.
Y “eso” corre en el discurso y allí en las paredes del colegio aparece escrito:
-          “Cuerpo docente cuídennos, pónganse las pilas”, los alumnos.
Escribí la frase en la pizarra en el comienzo de la segunda clase, un silencio se apoderó de la escena. El tema era el discurso.
¿De qué pedido se trataba allí? –Pónganse las pilas- ¿Se tratará de lo que suele hacerse: ir rápido, limpiar, tapar, tratar de que todo vuelva a la normalidad?. Vivimos en un tiempo de “ponerse las pilas”, “tirar para adelante”, “está todo bien”. Un tiempo de tiempo veloz, rápido y eficiente.
¿Estos jóvenes estarán pidiendo más de lo mismo?, me pregunto. Lo que me llama la atención es la expresión: “cuerpo docente”. Hay allí un pedido a un cuerpo.
Es ahí que una muchacha levanta la mano y con voz quebrada dice:
-          Mi marido es docente del turno tarde de la escuela y él y yo no podemos entender que pasó con los adultos en ese momento. Porque en los relatos de los chicos no aparece ninguno...
-          ¿Y qué pasó?
-          Salieron todos corriendo a buscar a la policía, los dejaron solos, ellos piden la presencia del adulto, que pongan el cuerpo.

En el momento de crisis cada uno responde desde su propia subjetividad y con los recursos de que dispone en su particular anudamiento Real- Simbólico-Imaginario. Los adultos salieron a buscar la ley encarnada en la policía y los jóvenes se quedaron en el caos sin ley de la locura desatada por Rafael Junior.
Sí, Junior era su nombre legal, no un sobrenombre. Es que su papá -fanático de Boca- quería que llevara ese nombre. Hizo una pelea con el registro civil y lo anotó con ese nombre. “Hijo” en inglés, tal vez por eso Rafael se crió mirando y escuchando clases de inglés en video, hablaba inglés a la perfección. En su casa le decían que no parecía de la familia porque hablaba en otro idioma:- Vos tenés que hablar como tu familia (Clarín del 1/10).
¿El había sido colocado bajo un signo y desde allí hablaba? Junior hablaba en inglés, parece tener cierta lógica.
Rafael disparó a las paredes de la escuela, al cuerpo de la escuela, los gritos tal vez lo llevaron a sus compañeros. Dante no gritaba, era el amigo de Junior. Rafael no le disparó.

Es interesante pensar la cuestión del nombre, de los nombres. La escisión del objeto se vislumbra allí. Todos los actores de esta historia lo nombran Junior, Rafael apareció después del episodio.
Y vuelvo a la pregunta inicial, cómo nombrar lo que pasó. ¿Será que estamos en presencia de un fenómeno de ampliación del borde de lo Real sobre lo Simbólico e Imaginario que afecta a cada uno según sus condiciones subjetivas?.
Este proceso lo trabaja un psicoanalista de niños, Afredo Jerusalinsky[1]. Él plantea que en la infancia el borde de lo Real se duplica y allí aparecen fenómenos típicos de la infancia. En ese doble borde ubica a los Objetos Transicionales, al Jugar y al lugar del Otro encarnado. Lugar necesario para el niño.
Si algo fallara en la subjetivación del niño ese campo se solidifica y tiende a cristalizar estos fenómenos e instalar la dependencia y la debilidad mental (esto es mío).
En la infancia será la madre la que tramite la relación de objeto por el proceso de frustración. Hará soportable en el mejor de los casos la desilusión que provoque el encuentro con el objeto. De este armado irá dependiendo la capacidad de ilusión-desilusión. La madre en quien la función del padre está operando, es quien agencia este discurso.
Tal vez el discurso que agencia la ruptura de lazos sociales empujada por la precarización y el deterioro simbólico que la falta de trabajo y lo que esto implica como andamiaje de estructura, junto a la corrupción como modalidad de intercambio en gran parte de la sociedad, sea una forma de situar la causa de la duplicación de lo Real sobre S, I, desborde que retira al sujeto de una línea de producción, y esto es mucho más que la máquina, la mercancía y el valor de uso. Es el valor de cambio, incalculable, es el linaje y un lugar con un nombre que sea propio. Con este agente de discurso es probable que los fenómenos típicos de la infancia se cristalicen y la dependencia a un Otro encarnado por falla de los recursos simbólicos se perpetúen. Así los jóvenes y los niños se han quedado sin un lugar propio. Aquella idea de que la generaciones nuevas empujan a las viejas se encuentra con esta dificultad.
En este sentido creo que lo que paso en Patagones es de Patagones aunque no sólo, la humanidad en su conjunto está mostrando lo que podríamos llamar fenómenos particulares de este particular momento. La tecnología y el “avance” de la comunicaciones dan viabilidad a estos fenómenos.
Aunque crímenes hubo siempre, no siempre se mató niños como ramilletes en Bagdad, no siempre los Chechenos y putines tomaron escuelas y llevaron a la muerte a cientos de niños. No siempre la guerra ni las ejecuciones se televisaron. Cada época muestra sus garras y los psicoanalistas no podremos evitarlo. Sí, podemos leerlo y tal vez muchas veces propiciar condiciones para que a falta de Objeto Simbólico con que responder, lo Real no desborde innecesariamente.

Sobre el final de la tercer clase una directora de escuela levanta la mano y dice:
-          Te agradezco que hayas hablado, a mí me alivia escucharte pero yo por ahora no puedo.
Tal vez está diciendo que el relato propio en la voz de quien semblantea un objeto en falta, una carencia, un lugar vacío, a la vez que provoca, modula la angustia y permite su recorrido... Cuando el azar mete la cola cada uno verá como se las arregla, en este caso tomarlo fue sumamente interesante para mí y para quienes me acompañaron en este seminario sobre “El dolor en la infancia.”



[1] Psicoanálisis en problemas del desarrollo infantil- Nueva Visión



Psyche Navegante N° 65 - www.psychenavegante.net – Diciembre 2004
Actualidad - Dossier “Tragedia en Patagones: ¿Quién es el dos en la Folie-á-deux?


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