jueves, 6 de junio de 2013

El caso Maddie: ¿Un emblema de la época?


Madeleine, de 4 años, desapareció el 3 de mayo en el sur de Portugal. Sus padres dijeron que la dejaron durmiendo con sus hermanitos gemelos muy pequeños, en la habitación de un hotel para ir a cenar y que cuando volvieron ya no la encontraron.  A partir de entonces, iniciaron una campaña internacional pidiendo ayuda en la que obtuvieron más de un millón de libras en donaciones.
La nueva hipótesis dice que la madre de la nena británica le habría dado somníferos suficientes para provocarle una muerte accidental por sobredosis y luego se habría deshecho de su cuerpo arrojándolo al mar por la borda de un yate. En esta última tarea la habrían ayudado su marido y un amigo.
La hipótesis de los somníferos surgió a partir del hallazgo de líquidos corporales en un auto cuyo ADN coincidiría en un 88 por ciento con el de la nena. En el coche, alquilado por la familia 25 días después de la desaparición, también había pelos de Madeleine. Las dudas que surgieron con relación a la mamá consisten en que tal vez "haya matado accidentalmente a su hija".
Me pregunto: ¿Cuál es el accidente? Y  ¿Cómo se deja a tres niños pequeños solos para ir a cenar, más allá de los somníferos?
Kate, de 39 años, fue declarada oficialmente como "sospechosa”…El papá de la nena, el cardiólogo Gerry quedó en la misma situación que su mujer.
Los padres de la nena no quisieron usar parte del dinero que se juntó para costear la campaña de búsqueda de Madeleine, que fue donado por distintas personalidades del mundo del espectáculo, el deporte y empresarial. No quisieron usarlo hasta hace unos días en que  pagaron dos cuotas de la hipoteca de su casa.
En este caso policial detecté lo que creo podría ser uno de los modos del malestar en la cultura actual. El caso Maddie  en ese sentido, es emblemático. Hay de todo: es un caso mediático, con derivaciones en política  internacional. Padres, dinero, policías, también el Papa fue parte. Tiene todos los condimentos:
La flema británica infamada y una niña que vale “oro”. Bella, rubia y rica no logró escapar al lugar que como niña parece tocarle en esta sociedad donde: por las guerras!
-ese dato ya parece un chiste-, murieron 2 millones de niños en los últimos 10 años.
Los mismos últimos diez años donde la ciencia puede hacer  tener hijos  a una mujer menopáusica, a un hombre impotente, a una pareja gay que consigue un vientre, a una abuela que será madre  de vientre de sus nietos, nietos que serán hermanos de vientre de su madre. Nuevas familias en épocas dónde los niños valen  “oro” o sea, tienen precio.
Sabemos qué valor y precio van por caminos distintos. El precio de una criatura  genera el des-precio por su vida. El valor es el incalculable, es el resultado del anudamiento de deseos y goces que se entrama en cada “partenaire sexual” de los que se produce una concepción. En este sentido el valor se irá construyendo de acuerdo al cruce de esos deseos y goces. Sabemos que la situación de concepción puede ser tan variada como llegar a que el fruto de una violación sea deseado por la madre. Es muy frecuente que en jóvenes adolescentes la maternidad les haga tramitar su propia carencia de madre, empezando así a tejerse cierta genealogía apres coup.
Pero, cuando  el precio se  impone al valor los niños van a ocupar un lugar junto a muchos otros objetos del mercado que efectivamente tienen precio. Se vuelven así un adorno superpuesto. Junto a la pc, el celu, la tv, el mp4, el trabajo, las reuniones, la vida social. Eso parecen ser los niños muchas veces. Es decir, no tienen lugar propio, se superponen a otros intereses y goces de sus padres, entonces habrá que darles somníferos para ir a cenar.
Cuando los niños quedan ubicados en el lugar de adornos superpuestos son excluídos de la posibilidad de tener un lugar en la trama familiar, trama que está modificándose, más allá de la clase social.
Es evidente que el valor de los niños ha cambiado porque los adultos han cambiado de objetos para gozar, para ser felices. Otros objetos, objetos de la tecnología y del consumo que se superponen a los hijos, en la fantasmática de la pareja o de la familia les disputan el valor. Es común escuchar relatos respecto a la sensación de vacío que produce la pérdida… del celular. O la catástrofe que sobreviene si un virus infecta la PC. Modificaciones corporales con alta carga de angustia, mucho más intensa que si el pibe no llega a horario o no llega, hecho del que muchas veces se anotician al otro día.
Este fenómeno de superposición me hizo pensar en los conceptos de Ambivalencia, y Divalencia –este último un aporte de Pichón- . Es Bleger quien en su libro Simbiosis y ambigüedad trabaja muy detalladamente las diferencias.
Hasta aquí entonces: Superposición de niños junto a otros objetos, a causa de los cambios de intereses y fuentes de goce. Voy a hacer un breve recorrido para poder pensar esos articuladores teóricos en relación a esta problemática.
Dice Bleger: (no es literal) el término Ambivalencia debe ser conservado para los casos en que dos comportamientos antinómicos coincidan en el mismo objeto y al mismo tiempo: sean estas dos actitudes, afectos, ideas o tendencias opuestas y siempre que no haya llegado a la síntesis o a la elaboración del conflicto.
Cuando en cambio, no se reúnen los aspectos diferentes de un problema, estamos en el campo de la esquizofrenia. Caso en el cual dice Bleger es necesario tomar el concepto de Pichón Riviere- de divalencia , cuyo mecanismo es la disociación.
Ambos mecanismos: ambivalencia y disociación son trabajados también por Freud: en el primero se trata del amorodio que genera un objeto y en el segundo se trata de una escisión del contenido de la conciencia, un desgarrón del yo, dice Freud. Disociación de contenidos diferentes que no pueden ser asociados entre sí. Frente a lo cual o se acude al síntoma o se rechaza la realidad y estamos en el campo de la psicosis.
Así es como esa niña de ojos raros y bellos puede ser hoy la hija adorada y  cuando ese lugar entra en tensión con otros goces, es desconocida en ese lugar.  Hay entonces disociación y no hay registro de dos mociones contrapuestas, si hubiera  ambivalencia el sujeto podría  estar consternado y conflictuado por sentir afectos diferentes en relación al mismo aspecto. Pero tal vez es sólo desde este lugar,  se puede dejar a 3  niños pequeños solos para ir a cenar.

Tomando el planteo de la superposición de objetos ¿Podemos conjeturar que lo insoportable de la ambivalencia empuja a la divalencia?
¿Lo insoportable del amorodio empuja a la disociación?
Por otro lado si pensamos en las criaturas - que es sobre quienes se  deposita ese mecanismo -lo que seguramente produce es el efecto de lo siniestro, donde lo familiar se les vuelve extraño. Una infancia de cara a lo siniestro es probable que empuje a la disgregación.
¿Podríamos pensar que la pasan mejor aquellos niños expulsados al exterior de sus hogares armando fratrias y hermandades? O sólo se trata de jóvenes y niños perturbados agrupados por pertenecer a una pandilla, un grupo cuya cohesión depende del manejo de la persecución:- dice Winnicott.
Creo que en ambos casos: el aislamiento en el hogar o la expulsión del mismo abren diferentes circunstancias pero sin dudas es el camino a lo que Winnicott supo llamar el antisocial. En una caso tal vez el autismo o la esquizofrenia en el otro se le puede sumar la delincuencia. Tal vez el único beneficio en las llamadas ranchadas sea que algún jovencito erigido en jefe ordene el caos y genere algún ambiente posible  para la mediatización con el mundo. En el aislamiento  al interior, tal vez no hay muchas más posibilidades que las que encontraron algunos Juniors  que pueblan la aldea. Me refiero al jovencito que disparó contra sus compañeros en la comarca Viedma / Carmen de Patagones y en éstos últimos días dos muchachos de 17 años, uno en Concordia mató a su familia y otro en Santa Fé que: - mató a su padre, llevó a su hermano al colegio y como iba a alta velocidad en el auto camino a la escuela, la policía lo paró y …todo se descubrió- Por supuesto no podemos generalizar y cada caso tendrá su particularidad.
Pero la primera pregunta que me hago frente a estas problemáticas es qué lleva a una madre o padre a privarse de su hijo, a cambiarlo por otros objetos, ¿de qué goce se trata allí? Porque algo que me impactó del planteo de Winnicott es que los padres son muy importantes para los hijos pero éstos también lo son para los padres. Entonces en la cultura actual hay un empuje a producir sufrimiento por ambas vías. Tal vez empujando a producir hijos como objetos donde no hay deseo de madre y padre.
Dice Winnicott que una de las causas de la transformación de antisocial (el aislado adentro o afuera) a la persistencia en  la delincuencia es la prolongada separación de la madre en épocas muy tempranas. Aquí toma valor el término deprivación, que si bien surge en Winnicott en relación a los niños refugiados y separados de sus familias tempranamente y a causa de la guerra, encuentra que esto sucede también en estados sociales de paz.
Un niño deprivado es aquel que es retirado de ciertas características esenciales de la vida hogareña, manifestando entonces su conducta antisocial adentro o afuera. Es una forma de compeler a alguien a ocuparse de él, ya que la familia no ha funcionado como mediatizadota con el ambiente, decía Pichon Riviere. Esta tendencia implica una esperanza, y justamente la  falta  de ella es la característica del deprivado. Sólo en los momentos antisociales ésta aparece… en un robo, en un crimen, en su aislamiento.
En estos casos no se trata de una privación cualquiera sino que aconteció en épocas donde la criatura no pude retener nada del objeto, fue deprivado, hay una muerte del objeto interno. Winnicott se refiere a todo lo acontecido antes de los 2 años o sea antes del lenguaje, cuando lo perceptivo manda y algún significante es necesario para ordenar el caos. Algún tono, ritmo y modo de arrullar que calme las pulsiones, que sujete. Cuando esto falta un niño es deprivado y sus padres, también de él.
 Trabajar con estos pibes es seguramente trabajar y soportar ese riesgo: que asome  la esperanza del antisocial, su demanda a que alguien, se ocupe de él.


Silvia Sisto | Psicoanalista. Directora Área Sociedad de la revista Psyche Navegante

No hay comentarios:

Publicar un comentario