Madeleine,
de 4 años, desapareció el 3 de mayo en el sur de Portugal. Sus padres dijeron
que la dejaron durmiendo con sus hermanitos gemelos muy pequeños, en la habitación de un hotel para ir a cenar y que
cuando volvieron ya no la encontraron. A
partir de entonces, iniciaron una campaña internacional pidiendo ayuda en la
que obtuvieron más de un millón de libras en donaciones.
La nueva hipótesis dice que la madre de la nena británica le habría
dado somníferos suficientes para provocarle una muerte accidental por sobredosis y luego se habría deshecho de su
cuerpo arrojándolo al mar por la borda de un yate. En esta última tarea la habrían
ayudado su marido y un amigo.
La hipótesis de los
somníferos surgió a partir del hallazgo de líquidos corporales en un auto cuyo
ADN coincidiría en un 88 por ciento con el de la nena. En el coche, alquilado
por la familia 25 días después de la desaparición, también había pelos de
Madeleine. Las dudas que surgieron con relación a la mamá consisten en que tal
vez "haya matado accidentalmente
a su hija".
Me pregunto: ¿Cuál
es el accidente? Y ¿Cómo se deja a tres
niños pequeños solos para ir a cenar, más allá de los somníferos?
Kate, de 39 años,
fue declarada oficialmente como "sospechosa”…El papá de la nena, el
cardiólogo Gerry quedó en la misma situación que su mujer.
Los padres de la
nena no quisieron usar parte del dinero que se juntó para costear la campaña de
búsqueda de Madeleine, que fue donado por distintas personalidades del mundo
del espectáculo, el deporte y empresarial. No quisieron usarlo hasta hace unos
días en que pagaron dos cuotas de la
hipoteca de su casa.
En este caso
policial detecté lo que creo podría ser uno de los modos del malestar en la cultura actual. El caso Maddie en ese sentido, es emblemático. Hay de todo:
es un caso mediático, con derivaciones en política internacional. Padres, dinero, policías, también
el Papa fue parte. Tiene todos los condimentos:
La flema británica infamada y una niña que vale “oro”. Bella, rubia y
rica no logró escapar al lugar que como niña parece tocarle en esta sociedad
donde: por las guerras!
-ese dato ya parece un chiste-, murieron 2 millones de niños en los
últimos 10 años.
Los mismos últimos diez años donde la ciencia puede hacer tener hijos
a una mujer menopáusica, a un hombre impotente, a una pareja gay que
consigue un vientre, a una abuela que será madre de vientre de sus nietos, nietos que serán
hermanos de vientre de su madre. Nuevas familias en épocas dónde los niños
valen “oro” o sea, tienen precio.
Sabemos qué valor y precio van por caminos distintos. El precio de una
criatura genera el des-precio por su
vida. El valor es el incalculable, es el resultado del anudamiento de deseos y
goces que se entrama en cada “partenaire sexual” de los que se produce una
concepción. En este sentido el valor se irá construyendo de acuerdo al cruce de
esos deseos y goces. Sabemos que la situación de concepción puede ser tan
variada como llegar a que el fruto de una violación sea deseado por la madre. Es
muy frecuente que en jóvenes adolescentes la maternidad les haga tramitar su
propia carencia de madre, empezando así a tejerse cierta genealogía apres coup.
Pero, cuando el precio se impone al valor los niños van a ocupar un
lugar junto a muchos otros objetos del mercado que efectivamente tienen precio.
Se vuelven así un adorno superpuesto. Junto a la pc, el celu, la tv, el mp4, el
trabajo, las reuniones, la vida social. Eso parecen ser los niños muchas veces.
Es decir, no tienen lugar propio, se superponen a otros intereses y goces de sus
padres, entonces habrá que darles somníferos para ir a cenar.
Cuando los niños
quedan ubicados en el lugar de adornos superpuestos son
excluídos de la posibilidad de tener un lugar en la trama familiar, trama que
está modificándose, más allá de la clase social.
Es evidente que el
valor de los niños ha cambiado porque los adultos han cambiado de objetos para
gozar, para ser felices. Otros objetos, objetos de la tecnología y del consumo que
se superponen a los hijos, en la fantasmática de la pareja o de la familia les
disputan el valor. Es común escuchar relatos respecto a la sensación de vacío
que produce la pérdida… del celular. O la catástrofe que sobreviene si un virus
infecta la PC. Modificaciones corporales con alta carga de angustia, mucho más
intensa que si el pibe no llega a horario o no llega, hecho del que muchas
veces se anotician al otro día.
Este fenómeno de
superposición me hizo pensar en los conceptos de Ambivalencia, y Divalencia
–este último un aporte de Pichón- . Es Bleger quien en su libro Simbiosis y
ambigüedad trabaja muy detalladamente las diferencias.
Hasta aquí entonces: Superposición de niños junto a otros objetos, a causa de los cambios
de intereses y fuentes de goce. Voy a hacer un breve recorrido para poder
pensar esos articuladores teóricos en relación a esta problemática.
Dice Bleger: (no es
literal) el término Ambivalencia debe ser conservado para los casos en que dos
comportamientos antinómicos coincidan en el mismo objeto y al mismo tiempo:
sean estas dos actitudes, afectos, ideas o tendencias opuestas y siempre que no
haya llegado a la síntesis o a la elaboración del conflicto.
Cuando en cambio, no
se reúnen los aspectos diferentes de un problema, estamos en el campo de la esquizofrenia.
Caso en el cual dice Bleger es necesario tomar el concepto de Pichón Riviere-
de divalencia , cuyo mecanismo es la disociación.
Ambos mecanismos:
ambivalencia y disociación son trabajados también por Freud: en el primero se
trata del amorodio que genera un objeto y en el segundo se trata de una
escisión del contenido de la conciencia, un desgarrón del yo, dice Freud.
Disociación de contenidos diferentes que no pueden ser asociados entre sí.
Frente a lo cual o se acude al síntoma o se rechaza la realidad y estamos en el
campo de la psicosis.
Así es como esa
niña de ojos raros y bellos puede ser hoy la hija adorada y cuando ese lugar entra en tensión con otros
goces, es desconocida en ese lugar. Hay entonces
disociación y no hay registro de dos mociones contrapuestas, si hubiera ambivalencia el sujeto podría estar consternado y conflictuado por sentir
afectos diferentes en relación al mismo aspecto. Pero tal vez es sólo desde este
lugar, se puede dejar a 3 niños pequeños solos para ir a cenar.
Tomando el planteo
de la superposición de objetos ¿Podemos conjeturar que lo insoportable de la
ambivalencia empuja a la divalencia?
¿Lo insoportable
del amorodio empuja a la disociación?
Por otro lado si
pensamos en las criaturas - que es sobre quienes se deposita ese mecanismo -lo que seguramente
produce es el efecto de lo siniestro, donde lo familiar se les vuelve extraño. Una
infancia de cara a lo siniestro es probable que empuje a la disgregación.
¿Podríamos pensar
que la pasan mejor aquellos niños expulsados al exterior de sus hogares armando
fratrias y hermandades? O sólo se trata de jóvenes y niños perturbados agrupados por pertenecer a una pandilla, un
grupo cuya cohesión depende del manejo de la persecución:- dice Winnicott.
Creo que en ambos
casos: el aislamiento en el hogar o la expulsión del mismo abren diferentes
circunstancias pero sin dudas es el camino a lo que Winnicott supo llamar el
antisocial. En una caso tal vez el autismo o la esquizofrenia en el otro se le
puede sumar la delincuencia. Tal vez el único beneficio en las llamadas ranchadas
sea que algún jovencito erigido en jefe ordene el caos y genere algún ambiente
posible para la mediatización con el
mundo. En el aislamiento al interior,
tal vez no hay muchas más posibilidades que las que encontraron algunos Juniors que pueblan la aldea. Me refiero al jovencito
que disparó contra sus compañeros en la comarca Viedma / Carmen de Patagones y
en éstos últimos días dos muchachos de 17 años, uno en Concordia mató a su familia
y otro en Santa Fé que: - mató a su padre, llevó a su hermano al colegio y como
iba a alta velocidad en el auto camino a la escuela, la policía lo paró y …todo
se descubrió- Por supuesto no podemos generalizar y cada caso tendrá su
particularidad.
Pero la primera
pregunta que me hago frente a estas problemáticas es qué lleva a una madre o
padre a privarse de su hijo, a
cambiarlo por otros objetos, ¿de qué goce se trata allí? Porque algo que me
impactó del planteo de Winnicott es que los padres son muy importantes para los
hijos pero éstos también lo son para los padres. Entonces en la cultura actual
hay un empuje a producir sufrimiento por ambas vías. Tal vez empujando a
producir hijos como objetos donde no hay deseo de madre y padre.
Dice Winnicott que
una de las causas de la transformación de antisocial (el aislado adentro o
afuera) a la persistencia en la
delincuencia es la prolongada separación de la madre en épocas muy tempranas.
Aquí toma valor el término deprivación, que si bien surge en Winnicott en
relación a los niños refugiados y separados de sus familias tempranamente y a
causa de la guerra, encuentra que esto sucede también en estados sociales de
paz.
Un niño deprivado
es aquel que es retirado de ciertas características esenciales de la vida
hogareña, manifestando entonces su conducta antisocial adentro o afuera. Es una
forma de compeler a alguien a ocuparse de él, ya que la familia no ha
funcionado como mediatizadota con el ambiente, decía Pichon Riviere. Esta
tendencia implica una esperanza, y justamente la falta
de ella es la característica del deprivado. Sólo en los momentos
antisociales ésta aparece… en un robo, en un crimen, en su aislamiento.
En estos casos no
se trata de una privación cualquiera sino que aconteció en épocas donde la
criatura no pude retener nada del objeto, fue deprivado, hay una muerte del
objeto interno. Winnicott se refiere a todo lo acontecido antes de los 2 años o
sea antes del lenguaje, cuando lo perceptivo manda y algún significante es
necesario para ordenar el caos. Algún tono, ritmo y modo de arrullar que calme
las pulsiones, que sujete. Cuando
esto falta un niño es deprivado y sus padres, también de él.
Trabajar con estos pibes es seguramente trabajar
y soportar ese riesgo: que asome la
esperanza del antisocial, su demanda a que alguien, se ocupe de él.
Silvia Sisto | Psicoanalista. Directora Área Sociedad de la
revista Psyche Navegante
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