miércoles, 19 de junio de 2013

La obra como biografía: Melanie Klein

Voy a tomar algunos rasgos de una mujer que hizo marca como psicoanalista, en el trabajo con niños: Melanie Klein. Pienso que tal vez, Freud y Winnicott no pudieron intercambiar ideas entre ellos pero Klein pudo haber hecho de bisagra sin saberlo. Esa es la función que me interesa tomar y lo haré con diferentes autores, tomando nota de sus hallazgos en relación a sus historias de vida. Sólo algunas pinceladas. 
Esta mujer, cuenta [1]Julia Kristeva, que fue una esposa infeliz y una madre deprimida, que emprendió un análisis con Ferenczi y lo terminó con Abraham, que no era médica ni tenía ningún otro título, en 1919 realizó su primer estudio de psicoanálisis de niños pequeños, basándose en el análisis de sus propios hijos - no fue sin consecuencias para ellos- y se convirtió en psicoanalista en 1922, a los 40 años.
Winnicott supervisaba con ella, él quería que Klein analizara a la que fue su primera esposa, que tenía una gran fragilidad emocional, pero Klein no aceptó ya que prefirió que él analizara a su hijo Erich. Éste aceptó, lo que no aceptó fue la supervisión de Melanie en ese caso.
En su autobiografía -cuenta Kristeva- ella habla de sus inicios en el psicoanálisis bajo la dirección de Ferenczi -uno de los primeros discípulos de Freud que se destacó como uno de los más fervientes y talentosos, que junto a Jung, acompañó a Freud en su viaje a los Estados Unidos en 1909, para hacer conocer el descubrimiento freudiano.
Dice Melanie Klein: “Durante mi análisis con Ferenczi, él llamó mi atención sobre el don real que yo tenía de comprender a los niños, y sobre el interés que despertaban en mí, y me alentó sin reservas en mi idea de consagrarme al análisis, y en particular al análisis de niños. Por supuesto, en esa época yo tenía tres niños que eran los míos. Yo no encontraba que la educación bastara para proporcionar una comprensión total de la personalidad, y en consecuencia que tuviera toda la influencia que se puede desear. Tenía siempre la sensación de que, detrás, había algo que yo no llegaba a captar”.
El primer caso de análisis de niños que Melanie Klein presentó ante la Sociedad Húngara de Psicoanálisis, en 1919 le valió su admisión como miembro. Allí expuso el análisis de su propio hijo, Erich, presentado con el nombre de Fritz, al que observaba desde los 3 años de edad.
Klein fue y es cuestionada por haber tomado como objeto de estudio a sus propios hijos. Y si bien esto es cierto: Erich fue presentado como Fritz, Hans como Félix y Melitta como Lisa, hay un detalle que no es menor, también tomó a su propia maternidad, a ella misma, como objeto de su estudio. Ella hablaba de analista/madre o madre/analista, hablaba de la superposición de las funciones. Aun así, sobre el final de su obra no recomienda atender personas del entorno cercano, tal vez ella como Freud en su momento, no tuvo opción.
M. Klein realizó una exposición en el VII Congreso de Psicoanálisis realizado en 1922 en Berlín, el último al que asistió Freud, que parece que estuvo ausente en el momento de su intervención. Sin embargo evidentemente el maestro recibió noticias de ella, que aparecen en Más allá del principio de placer y su postulación de la pulsión de muerte (1920). Ya que ella fue la precursora en trabajar la hipótesis de la existencia de una pulsión de muerte en el bebé, como respuesta al miedo de ser aniquilado.
Para Klein, el inconsciente del niño nos confronta con otro saber, un saber enigmático propio de la fantasía, rebelde a las explicaciones, un saber que no quiere conocer el mundo real en el sentido de aprender y adaptarse a la realidad (en oposición a Ana Freud). Este saber inconsciente es filogenético e innato. ¿Qué hace entonces la madre-analista? Yo creo que acá está el hallazgo de Klein: fabula, juega, narra. Acompaña la curiosidad sexual y también el miedo a la castración o el miedo a la muerte que entretejen las fantasías del niño, sin vacilar en proponer ella misma pequeños relatos cuando el paciente no encuentra uno.
Ella propone juegos, inventa, y creo que ha dejado algunas marcas negativas que hace que no se pueda valorar esa estrategia, que solamente se tome lo que tiene de complicado. En realidad, cuando con un paciente se inventa una historia hay que preguntarse por qué se inventa esa y no otra, y en ese sentido no es cualquier historia, es la que el inconsciente de uno captó del inconsciente del paciente, en esa comunicación inconsciente-inconsciente algo se produjo.
En esas fábulas, esos relatos “ella se proyecta en la escisión de él; le da las palabras, las historias que está segura son “las de él y las de ella”.
Cuando dice que las historias son “las de él y de ella” está hablando de lo que Winnicott llamó Espacio Potencial de juego, lo que se produce “entre”.
Pero fue en Berlín, donde Melanie Klein, dirigida por Abraham, puso a punto la técnica del juego, lo utiliza como una escena onírica sometida a los procesos primarios (desplazamiento y condensación), conjuntamente con el lenguaje del niño, pero también con la semiología diversificada de sus afectos, que ella descifra en el comportamiento sensorial o emocional o en la gestualidad no verbalizada (Kristeva).
Por otro lado, Melanie Klein nos deja una pregunta, que es el punto más criticado de su clínica: ¿Se puede decir todo lo que se cree saber que ocurre en el inconsciente del paciente? ¿Sin tener en cuenta lo que Lacan llamó, los tiempos lógicos?
Lo que quiero resaltar también, es que Melanie Klein puso el acento en las sensaciones corporales: para ella las relaciones objetales existen desde el inicio de la vida, el primer objeto es el pecho materno, que se divide para el niño en un pecho “bueno” (gratificador) y un pecho “malo” (frustrador). Esto lleva a una separación del amor y el odio. La relación con el primer objeto implica también su introyección y su proyección.
En su teoría, el niño percibe muy pronto, no sólo el pecho como “objeto parcial” del amamantamiento, sino también otras partes del cuerpo materno (la voz, el rostro, las manos, el regazo, y yo agregaría el sostén, el tono muscular con que se lo sostiene),toda una “presencia, una intimidad física” con el conjunto por lo menos “vago” de un “otro” que aún está en vías de diferenciación respecto del yo, dice Klein..
El objeto interno kleiniano es un conglomerado de representaciones, sensaciones y sustancias, la complejidad del objeto interno, según Klein, resulta indispensable para seguir las particularidades de la fantasía en la infancia, así como en los estados límites o las psicosis.
El concepto de “posición” en Melanie Klein también es muy interesante, no equivale al de “estadio”, ni al de “estructura”. Klein habló de las “posiciones” designando con ese término la movilidad o la alternancia de un sitio psíquico al otro, desafiando con ello la cronología.
Las posiciones de Klein, la “posición esquizoparanoide” (predomina la escisión y la idealización no hay culpa, hay disociación) y la “posición depresiva” (hay integración y posibilidad de reparación también intensidad de la depresión y angustia), nombra una especie de estructura de la vida afectiva, que aparece en un cierto momento de la historia del paciente y es capaz de recurrencias en el inconsciente.
La posición depresiva es una invención teórica que Melanie Klein formuló después de un duelo que relatan, fue devastador para ella. En abril de 1934 murió en un accidente de montaña Hans Klein, su hijo mayor. La madre en duelo no asistió a las exequias de su hijo, y se presentó en el XIII Congreso Internacional de Psicoanálisis realizado en agosto del mismo año. Dice Kristeva: el duelo por el hijo y la postulación de la posición depresiva, están seguramente relacionados.
Aquí es nuevamente donde la producción es autobiografía. Como Klein supo precisar: “la sublimación tiene la ruda tarea de salvar los trozos a los que ha quedado reducido el objeto amado”.

Fragmento de la clase1 del Seminario: Los niños nos enseñan a psicoanalizar.


[1] El genio femenino. La locura II. M. Klein, de Julia Kristeva


Psyche Navegante N° 93 - www.psychenavegante.net – Agosto 2010
Psicoanálisis - Vida y Obra
Autor: Silvia Sisto



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