Voy a tomar algunos rasgos de una
mujer que hizo marca como psicoanalista, en el trabajo con niños: Melanie
Klein. Pienso que tal vez, Freud y Winnicott no pudieron intercambiar ideas
entre ellos pero Klein pudo haber hecho de bisagra sin saberlo. Esa es la
función que me interesa tomar y lo haré con diferentes autores, tomando nota de
sus hallazgos en relación a sus historias de vida. Sólo algunas
pinceladas.
Esta mujer, cuenta [1]Julia
Kristeva, que fue una esposa infeliz y una madre deprimida, que emprendió un
análisis con Ferenczi y lo terminó con Abraham, que no era médica ni tenía
ningún otro título, en 1919 realizó su primer estudio de psicoanálisis de niños
pequeños, basándose en el análisis de sus propios hijos - no fue sin
consecuencias para ellos- y se convirtió en psicoanalista en 1922, a los 40
años.
Winnicott supervisaba con ella, él
quería que Klein analizara a la que fue su primera esposa, que tenía una gran
fragilidad emocional, pero Klein no aceptó ya que prefirió que él analizara a
su hijo Erich. Éste aceptó, lo que no aceptó fue la supervisión de Melanie en
ese caso.
En su autobiografía -cuenta Kristeva-
ella habla de sus inicios en el psicoanálisis bajo la dirección de Ferenczi
-uno de los primeros discípulos de Freud que se destacó como uno de los más
fervientes y talentosos, que junto a Jung, acompañó a Freud en su viaje a los
Estados Unidos en 1909, para hacer conocer el descubrimiento freudiano.
Dice Melanie Klein: “Durante mi
análisis con Ferenczi, él llamó mi atención sobre el don real que yo tenía de
comprender a los niños, y sobre el interés que despertaban en mí, y me alentó
sin reservas en mi idea de consagrarme al análisis, y en particular al análisis
de niños. Por supuesto, en esa época yo tenía tres niños que eran los míos. Yo
no encontraba que la educación bastara para proporcionar una comprensión total
de la personalidad, y en consecuencia que tuviera toda la influencia que se
puede desear. Tenía siempre la sensación de que, detrás, había algo que yo no
llegaba a captar”.
El primer caso de análisis de niños
que Melanie Klein presentó ante la Sociedad Húngara de Psicoanálisis, en 1919
le valió su admisión como miembro. Allí expuso el análisis de su propio hijo,
Erich, presentado con el nombre de Fritz, al que observaba desde los 3 años de
edad.
Klein fue y es cuestionada por haber
tomado como objeto de estudio a sus propios hijos. Y si bien esto es cierto:
Erich fue presentado como Fritz, Hans como Félix y Melitta como Lisa, hay un
detalle que no es menor, también tomó a su propia maternidad, a ella misma, como
objeto de su estudio. Ella hablaba de analista/madre o madre/analista, hablaba
de la superposición de las funciones. Aun así, sobre el final de su obra no
recomienda atender personas del entorno cercano, tal vez ella como Freud en su
momento, no tuvo opción.
M. Klein realizó una exposición en el
VII Congreso de Psicoanálisis realizado en 1922 en Berlín, el último al que
asistió Freud, que parece que estuvo ausente en el momento de su intervención.
Sin embargo evidentemente el maestro recibió noticias de ella, que aparecen en
Más allá del principio de placer y su postulación de la pulsión de muerte
(1920). Ya que ella fue la precursora en trabajar la hipótesis de la existencia
de una pulsión de muerte en el bebé, como respuesta al miedo de ser aniquilado.
Para Klein, el inconsciente del niño
nos confronta con otro saber, un saber enigmático propio de la fantasía,
rebelde a las explicaciones, un saber que no quiere conocer el mundo real en el
sentido de aprender y adaptarse a la realidad (en oposición a Ana Freud). Este
saber inconsciente es filogenético e innato. ¿Qué hace entonces la
madre-analista? Yo creo que acá está el hallazgo de Klein: fabula, juega,
narra. Acompaña la curiosidad sexual y también el miedo a la castración o el
miedo a la muerte que entretejen las fantasías del niño, sin vacilar en
proponer ella misma pequeños relatos cuando el paciente no encuentra uno.
Ella propone juegos, inventa, y creo
que ha dejado algunas marcas negativas que hace que no se pueda valorar esa
estrategia, que solamente se tome lo que tiene de complicado. En realidad, cuando con un
paciente se inventa una historia hay que preguntarse por qué se inventa esa y
no otra, y en ese sentido no es cualquier historia, es la que el inconsciente
de uno captó del inconsciente del paciente, en esa comunicación
inconsciente-inconsciente algo se produjo.
En esas fábulas, esos relatos “ella
se proyecta en la escisión de él; le da las palabras, las historias que está
segura son “las de él y las de ella”.
Cuando dice que las historias son
“las de él y de ella” está hablando de lo que Winnicott llamó Espacio Potencial
de juego, lo que se produce “entre”.
Pero fue en Berlín, donde Melanie
Klein, dirigida por Abraham, puso a punto la técnica del juego, lo
utiliza como una escena onírica sometida a los procesos primarios
(desplazamiento y condensación), conjuntamente con el lenguaje del niño, pero
también con la semiología diversificada de sus afectos, que ella descifra en el
comportamiento sensorial o emocional o en la gestualidad no verbalizada (Kristeva).
Por otro lado, Melanie Klein nos deja
una pregunta, que es el punto más criticado de su clínica: ¿Se puede decir todo
lo que se cree saber que ocurre en el inconsciente del paciente? ¿Sin tener en
cuenta lo que Lacan llamó, los tiempos lógicos?
Lo que quiero resaltar también, es
que Melanie Klein puso el acento en las sensaciones corporales: para ella las
relaciones objetales existen desde el inicio de la vida, el primer objeto es el
pecho materno, que se divide para el niño en un pecho “bueno” (gratificador) y
un pecho “malo” (frustrador). Esto lleva a una separación del amor y el odio.
La relación con el primer objeto implica también su introyección y su
proyección.
En su teoría, el niño percibe muy
pronto, no sólo el pecho como “objeto parcial” del amamantamiento, sino también
otras partes del cuerpo materno (la voz, el rostro, las manos, el regazo, y yo
agregaría el sostén, el tono muscular con que se lo sostiene),toda una
“presencia, una intimidad física” con el conjunto por lo menos “vago” de un
“otro” que aún está en vías de diferenciación respecto del yo, dice
Klein..
El objeto interno kleiniano es un
conglomerado de representaciones, sensaciones y sustancias, la
complejidad del objeto interno, según Klein, resulta indispensable
para seguir las particularidades de la fantasía en la infancia, así como en los
estados límites o las psicosis.
El concepto de “posición” en Melanie
Klein también es muy interesante, no equivale al de “estadio”, ni al de
“estructura”. Klein habló de las “posiciones” designando con ese término la
movilidad o la alternancia de un sitio psíquico al otro, desafiando con
ello la cronología.
Las posiciones de Klein, la “posición
esquizoparanoide” (predomina la escisión y la idealización no hay culpa, hay
disociación) y la “posición depresiva” (hay integración y posibilidad de
reparación también intensidad de la depresión y angustia), nombra una especie
de estructura de la vida afectiva, que aparece en un cierto momento de la
historia del paciente y es capaz de recurrencias en el inconsciente.
La posición depresiva es una
invención teórica que Melanie Klein formuló después de un duelo que relatan,
fue devastador para ella. En abril de 1934 murió en un accidente de montaña
Hans Klein, su hijo mayor. La madre en duelo no asistió a las exequias
de su hijo, y se presentó en el XIII Congreso Internacional de Psicoanálisis
realizado en agosto del mismo año. Dice Kristeva: el duelo por el hijo y la
postulación de la posición depresiva, están seguramente relacionados.
Aquí es nuevamente donde la
producción es autobiografía. Como Klein supo precisar: “la sublimación
tiene la ruda tarea de salvar los trozos a los que ha quedado reducido el
objeto amado”.
Fragmento de la clase1 del Seminario: Los niños nos
enseñan a psicoanalizar.
[1] El genio femenino. La locura II. M. Klein, de
Julia Kristeva
Psicoanálisis - Vida y Obra
Autor: Silvia Sisto
No hay comentarios:
Publicar un comentario