miércoles, 12 de junio de 2013

Escenas de la vida cotidiana en una villa de emergencia III- Intervenciones Psicoanalíticas – Juegos marginales

El trabajo que relato a continuación –como los otros de esta serie- se enmarca en la tarea que hace más de 10 años realiza el Pastor Sabino Ayala, responsable y Coordinador General del Proyecto Diaconico ASE (Acción Social Ecuménica) de la Iglesia Evangélica del Río de la Plata, que funciona en la zona Norte del Gran Bs. As. Y la Lic. Griselda Knodel, Psicoanalista, fundadora y Coordinadora del servicio de Salud Mental que funciona dentro del Programa ASE

Esta vez la escena transcurre en el Centro Comunitario del barrio. Allí, junto a los talleres de cocina, costura y computación, en el salón de peluquería cuando el peluquero se va… llegamos nosotros, los de salud mental.
Hubo muchas complicaciones. La resistencia de la gente del centro se hizo notar. Se olvidaban de nosotros, nos dejaban en la calle. La llave no aparecía o el peluquero cerraba el salón y si te he visto no me acuerdo. María, la manzanera va y viene con la llave y los caprichos. Bueno, finalmente nuestra persistencia y tolerancia hicieron que nos empezáramos a hacer un lugar.
En los comienzos, por momentos no venía nadie. Decidí usar un recurso -muy extendido entre ellos al igual que entre la mayoría de los adolescentes, pero no “entre” paciente-analista- que es avisar por mensaje de texto que ya llegué. Y así uno a uno se van acercando. Como llegan todos juntos se arma una ronda de mate que a veces coordina el Pastor, otras, alguna de nosotras y mientras tanto hacemos pasar a los consultantes.
Como hacía Lacan (¿?), salgo, tomo un mate, miro a la concurrencia y pregunto quien está. Para mi sorpresa el modo de funcionamiento y nuestra presencia dio lugar a que algunos rasgos de civilización, hasta ahora impensables, empiezan a aparecer. -Que pase la señora que hace frío. O, -yo espero no hay apuro. Lo que yo creo es que la ronda se volvió interesante. Se encuentran para charlar. Se identifican en algunos malestares, se dan consejos.
Allí en esa ronda Lucas- un muchachito de 13 años- tuvo allí, en ese espacio, la ocasión de pedirle disculpas a la mamá de una amiga que los pescó besándose, y estaba muy enojada. La escena él la relata así:
- Sabe que recién me acorde de lo que hablamos el otro día (se refiere a su sesión anterior donde conversamos el tema que lo apenaba) estaba la Mari (la casa de Mari es un lugar de referencia muy importante parta él) ahí afuera y nos quedamos solos y yo me tape con la gorra y después dije, yo le digo y como me dijo usted agarré y le pedí disculpas.
- Y??
- Re bien, ella me dijo, si Lucas está bien que no vuelva a pasar y ahora está todo bien, no lo puedo creer, estoy re contento.
Así este muchachito sanciona para sí, la entrada de algo del orden de la cultura en su vida, descubre algo tan sencillo como que hablando se entiende la gente. Podríamos decir que pone a funcionar los recursos simbólicos de que dispone.
Cuando Lucas llegó a la consulta estaba abrumado por pensamientos y pesadillas que no lo dejaban dormir. En general se trataba del fin del mundo. Cuenta que de chico (como si fuera muy grande) jugaba al fútbol pero como nadie le iba a ver decidió abandonar. Abandono sostenido en la idea de que su cuerpo, sus pulmones están quemados. –Es que fumo todo el día y ya no puedo correr. Su papá antes de dejar de hablarle le dio esa orden, -Dejá de fumar. El humo de vaya a saber qué malestar los tapó y ya no se miran ni se ven, aunque viven muy cera. El padre para Lucas es esa orden.
Por este punto del recorrido conmigo es que sin querer se descubrió jugando, corriendo junto a uno de los colaboradores del Pastor, alguien a quien él quiere mucho y le pide que sea su papá. Ese movimiento de su cuerpo, ese aire en los pulmones, lo alienta a volver a jugar al fútbol. Recupera cierta seguridad. Es bueno y lo sabe. Fue entonces que se presentó en un club y empezó su “carrera”, pasó las selecciones y quedó en el equipo. Fue entonces que vino y dijo: -Yo le quería agradecer, porque si yo no hubiera venido acá a hablar hoy no sé donde estaría. La verdad que la felicito.
Su agradecimiento me hace suponer que algo de la deuda simbólica empieza a instalarse, así Lucas en deuda empieza a traer a sus amigos al “centro”.
El significante “centro” es complejo. Cierto día mandé mi mensaje como siempre pero tal vez muy acotado, simplemente: -Estoy en el centro.
El no vino porque interpretó que yo estaba en mi casa, donde vivo, en el centro. O sea que el malentendido se estaba instalando, el lenguaje y sus efectos se abrían paso entre nosotros. El malentendido que se armó “entre” Lucas y yo, me hizo pensar que este estar en el centro no es lo mismo que ser el centro. Me alivió la idea de que para ellos lo nuestro es un estar que atrae.
Fue Fernando Ulloa quien precisó muy bien esa posición, el estar psicoanalista. Ese estar nuestro los hace acercarse o alejarse. Y así punto por punto se fue armando una red donde uno trajo al otro, y al otro y a la otra…al Centro Comunitario.
Pasamos de pensar como generar demanda a estar en el lugar de la oferta. Ofertamos algo que el estado recorta y que la gente demanda a gritos. En este sentido estamos en el centro de la tormenta. Ahí es donde se pone en tensión nuestra capacidad humana y creativa. Nuestro espacio de supervisión de equipo piloteado por Sergio Rodríguez hecha luz sobre la cuestión. Es necesario acotar la demanda desmedida sin expulsar. Experiencias de otras épocas y otros colegas entre ellos la de Gilou Royer de García Reinoso en el Hospital de Clínicas con el dispositivo de [1]Grupos de admisión, nos hace pensar en darle estatuto al momento de llegada, a la sala de espera.
Por ahora no hay quien ocupe el lugar de coordinador fue ahí que sin pensarlo invité a los que esperaban a un campeonato de [2]Senku. Grandes y chicos querían aprender. En la siguiente ocasión mi compañera -la Lic. Griselda Knodel- dejó una bolsa con bloques y autos. Sin preguntar se pusieron a armar. Cuando alguna de las dos está libre, a la espera del único espacio que hay, coordina el juego o mejor dicho acompaña.
En ese espacio hay mucho movimiento ya que es un pasillo por donde pasan los que entran y salen del centro comunitario, con bolsas, bicis y chicos. Sin embargo el juego no se interrumpe. Es tanta la necesidad de ese momento que parece no importar qué suceda alrededor. ¿Recuerdan el cono del silencio del súper agente? Bueno, es como si algo de eso se produjera a tal punto que ahora la gente que pasa pide disculpas, cuando en realidad se trata de un pasillo. O sea que se transformó el espacio.
Creo que la clave para pensar el éxito y lo que a la vez puede ser causa del fracaso es la frase del equivoco: -Estoy en el centro. Estar allí, permanecer. Se habituaron a nuestra presencia, la ausencia de burocracia hace que no duerman, ni ellos ni nosotros. Sin embargo esto mismo podría hacernos fracasar generando odios y amores desmedidos cuando ya no podamos responder. Fue entonces que se armó una lista de espera.
Sala de espera y lista de espera son los dos recursos que intentan acotar y dosificar. Mientras tanto las urgencias precipitan sin espera. Algunas asistentes sociales de la zona vinieron a vernos para trabajar en conjunto. La maestra recuperadora que trabaja allí tuvo que ser asistida frente a la crisis de uno de los alumnos. Si no fuera por el Pastor que supo abrazar a ese niño, se caía el centro y no es metafórico.
Lo cierto es que hay demanda, la gente sufre y acude por ayuda, el incesto está a la orden de día y las adicciones -en especial el paco- hacen estragos. En medio de este clima Lucas y su amigo consiguieron trabajo los fines de semana. Ya no le hacen [3] “la segunda” al primo de Lucas que negocia armas en el barrio. Estar en el centro como psicoanalistas está mejorando las posibilidades de vida de algunos de estos chicos y también mi modo de estar psicoanalista.
Esta experiencia me hace repensar mucho la idea de que la gente de bajos recursos y condiciones de vida paupérrimas no demanda hablar. Se nos hace evidente que hay que instalarse y estar allí en el territorio para que la demanda aparezca.
¿Es sólo cuestión de territorios? Si, en el sentido de estar en el territorio de ellos pero transformándolo y dejándonos transformar. Como el pasillo que se transformó en sala de espera y los que pasan, como es lógico ya que no hay otro espacio, lejos de molestarse piden disculpas y tal vez un ratito se detienen a ver de qué se trata. Y no, porque siempre somos extra-territoriales. Estar en el lugar del otro no es posible. Tal vez sólo les hacemos “la segunda” como dicen ellos, para que encuentren sus propios recursos simbólicos y sus límites en la transformación de los espacios.
Trataré de trabajar este modo de estar psicoanalista con el matema del discurso del analista de Lacan. Siendo los discursos una de las estructuras formales que no nos deja enredarnos en el cuentito.
Discurso del analista:


En este caso, ubico en el lugar del a, al analista semblanteando a quien hace la segunda, ahí el lugar de la oferta. El analista (a) oferta/semblantea ese lugar para dirigirse al sufrimiento de un otro ( S ) que lo cree capaz de bancar ese lugar y saber hacer algo allí. Un otro que demanda. Por otro lado el analista semblantea ese objeto y opera con su saber hacer allí. Sin más saber que el de su propio análisis y su formación (S2), tal vez también algunas experiencias de vida que anidan en la elección de este espacio para producir. De esa articulación un nuevo significante -tal vez el malentendido que relaté en el comienzo- irá a parar a ese semblante que se irá modificando para relacionarse a un otro en cambio. Se producirá así un significante nuevo que producirá una pérdida. Una modificación en el modo de gozar. Sencillamente yo creo que les hacemos “la segunda” para que se animen a ampliar sus territorios. Trabajar, estudiar, armar una familia. Para que la muerte no sea algo tan predecible en esta vida, como dijo Lucas cierto día:
- es una bala que te entra en la cabeza y listo.



[1] Ver texto sobre el tema en esta misma publicación.
[2] Jugo de ingenio
[3] Modismo para referirse a cuando se acompaña a otro a hacer algo.

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