El trabajo que relato a continuación –como los otros de
esta serie- se enmarca en la tarea que hace más de 10 años realiza el Pastor
Sabino Ayala, responsable y Coordinador General del Proyecto Diaconico ASE
(Acción Social Ecuménica) de la Iglesia Evangélica del Río de la Plata, que funciona
en la zona Norte del Gran Bs. As. Y la Lic. Griselda Knodel,
Psicoanalista, fundadora y Coordinadora del servicio de Salud Mental que
funciona dentro del Programa ASE
Esta vez la escena
transcurre en el Centro Comunitario del barrio. Allí, junto a los talleres de
cocina, costura y computación, en el salón de peluquería cuando el peluquero se
va… llegamos nosotros, los de salud mental.
Hubo muchas
complicaciones. La resistencia de la gente del centro se hizo notar. Se olvidaban
de nosotros, nos dejaban en la calle. La llave no aparecía o el peluquero
cerraba el salón y si te he visto no me acuerdo. María, la manzanera va y viene
con la llave y los caprichos. Bueno, finalmente nuestra persistencia y
tolerancia hicieron que nos empezáramos a hacer un lugar.
En los comienzos, por
momentos no venía nadie. Decidí usar un recurso -muy extendido entre ellos al
igual que entre la mayoría de los adolescentes, pero no “entre”
paciente-analista- que es avisar por mensaje de texto que ya llegué. Y así uno
a uno se van acercando. Como llegan todos juntos se arma una ronda de mate que a
veces coordina el Pastor, otras, alguna de nosotras y mientras tanto hacemos
pasar a los consultantes.
Como hacía Lacan (¿?),
salgo, tomo un mate, miro a la concurrencia y pregunto quien está. Para mi
sorpresa el modo de funcionamiento y nuestra presencia dio lugar a que algunos
rasgos de civilización, hasta ahora impensables, empiezan a aparecer. -Que pase la señora que hace frío. O, -yo espero no hay apuro. Lo que yo creo
es que la ronda se volvió interesante. Se encuentran para charlar. Se
identifican en algunos malestares, se dan consejos.
Allí en esa ronda Lucas-
un muchachito de 13 años- tuvo allí, en ese espacio, la ocasión de pedirle
disculpas a la mamá de una amiga que los pescó besándose, y estaba muy enojada.
La escena él la relata así:
- Sabe que recién me acorde de lo que hablamos
el otro día (se refiere a su sesión anterior donde conversamos el tema que
lo apenaba) estaba la Mari (la casa
de Mari es un lugar de referencia muy importante parta él) ahí afuera y nos quedamos solos y yo me tape con la gorra y después
dije, yo le digo y como me dijo usted agarré y le pedí disculpas.
- Y??
- Re bien, ella me dijo, si Lucas está bien
que no vuelva a pasar y ahora está todo bien, no lo puedo creer, estoy re
contento.
Así este muchachito
sanciona para sí, la entrada de algo del orden de la cultura en su vida,
descubre algo tan sencillo como que hablando se entiende la gente. Podríamos
decir que pone a funcionar los recursos simbólicos de que dispone.
Cuando Lucas llegó
a la consulta estaba abrumado por pensamientos y pesadillas que no lo dejaban
dormir. En general se trataba del fin del mundo. Cuenta que de chico (como si
fuera muy grande) jugaba al fútbol pero como nadie le iba a ver decidió
abandonar. Abandono sostenido en la idea de que su cuerpo, sus pulmones están
quemados. –Es que fumo todo el día y ya
no puedo correr. Su papá antes de dejar de hablarle le dio esa orden, -Dejá de fumar. El humo de vaya a saber
qué malestar los tapó y ya no se miran ni se ven, aunque viven muy cera. El
padre para Lucas es esa orden.
Por este punto del
recorrido conmigo es que sin querer se descubrió jugando, corriendo junto a uno
de los colaboradores del Pastor, alguien a quien él quiere mucho y le pide que
sea su papá. Ese movimiento de su cuerpo, ese aire en los pulmones, lo alienta
a volver a jugar al fútbol. Recupera cierta seguridad. Es bueno y lo sabe. Fue entonces
que se presentó en un club y empezó su “carrera”, pasó las selecciones y quedó
en el equipo. Fue entonces que vino y dijo:
-Yo le quería agradecer, porque si yo no hubiera venido acá a hablar hoy no sé
donde estaría. La verdad que la felicito.
Su agradecimiento
me hace suponer que algo de la deuda simbólica empieza a instalarse, así Lucas
en deuda empieza a traer a sus amigos al “centro”.
El significante “centro”
es complejo. Cierto día mandé mi mensaje como siempre pero tal vez muy acotado,
simplemente: -Estoy en el centro.
El no vino porque
interpretó que yo estaba en mi casa, donde vivo, en el centro. O sea que el
malentendido se estaba instalando, el lenguaje y sus efectos se abrían paso
entre nosotros. El malentendido que se armó “entre” Lucas y yo, me hizo pensar
que este estar en el centro no es lo
mismo que ser el centro. Me alivió la
idea de que para ellos lo nuestro es un
estar que atrae.
Fue Fernando Ulloa
quien precisó muy bien esa posición, el
estar psicoanalista. Ese estar nuestro los hace acercarse o alejarse. Y así
punto por punto se fue armando una red donde uno trajo al otro, y al otro y a la
otra…al Centro Comunitario.
Pasamos de pensar
como generar demanda a estar en el lugar de la oferta. Ofertamos algo que el
estado recorta y que la gente demanda a gritos. En este sentido estamos en el
centro de la tormenta. Ahí es donde se pone en tensión nuestra capacidad humana
y creativa. Nuestro espacio de supervisión de equipo piloteado por Sergio
Rodríguez hecha luz sobre la cuestión. Es necesario acotar la demanda desmedida
sin expulsar. Experiencias de otras épocas y otros colegas entre ellos la de
Gilou Royer de García Reinoso en el Hospital de Clínicas con el dispositivo de [1]Grupos
de admisión, nos hace pensar en darle estatuto al momento de llegada, a la sala
de espera.
Por ahora no hay quien
ocupe el lugar de coordinador fue ahí que sin pensarlo invité a los que
esperaban a un campeonato de [2]Senku.
Grandes y chicos querían aprender. En la siguiente ocasión mi compañera -la Lic.
Griselda Knodel- dejó una bolsa con bloques y autos. Sin preguntar se pusieron
a armar. Cuando alguna de las dos está libre, a la espera del único espacio que
hay, coordina el juego o mejor dicho acompaña.
En ese espacio hay
mucho movimiento ya que es un pasillo por donde pasan los que entran y salen
del centro comunitario, con bolsas, bicis y chicos. Sin embargo el juego no se
interrumpe. Es tanta la necesidad de ese momento que parece no importar qué
suceda alrededor. ¿Recuerdan el cono del silencio del súper agente? Bueno, es
como si algo de eso se produjera a tal punto que ahora la gente que pasa pide disculpas,
cuando en realidad se trata de un pasillo. O sea que se transformó el espacio.
Creo que la clave
para pensar el éxito y lo que a la vez puede ser causa del fracaso es la frase
del equivoco: -Estoy en el centro. Estar allí, permanecer. Se habituaron a nuestra
presencia, la ausencia de burocracia hace que no duerman, ni ellos ni nosotros.
Sin embargo esto mismo podría hacernos fracasar generando odios y amores
desmedidos cuando ya no podamos responder. Fue entonces que se armó una lista
de espera.
Sala de espera y
lista de espera son los dos recursos que intentan acotar y dosificar. Mientras
tanto las urgencias precipitan sin espera. Algunas asistentes sociales de la
zona vinieron a vernos para trabajar en conjunto. La maestra recuperadora que
trabaja allí tuvo que ser asistida frente a la crisis de uno de los alumnos. Si
no fuera por el Pastor que supo abrazar a ese niño, se caía el centro y no es
metafórico.
Lo cierto es que
hay demanda, la gente sufre y acude por ayuda, el incesto está a la orden de
día y las adicciones -en especial el paco- hacen estragos. En medio de este
clima Lucas y su amigo consiguieron trabajo los fines de semana. Ya no le hacen
[3]
“la segunda” al primo de Lucas que negocia armas en el barrio. Estar en el centro
como psicoanalistas está mejorando las posibilidades de vida de algunos de
estos chicos y también mi modo de estar psicoanalista.
Esta experiencia me
hace repensar mucho la idea de que la gente de bajos recursos y condiciones de
vida paupérrimas no demanda hablar. Se nos hace evidente que hay que instalarse
y estar allí en el territorio para que la demanda aparezca.
¿Es sólo cuestión
de territorios? Si, en el sentido de estar en el territorio de ellos pero
transformándolo y dejándonos transformar. Como el pasillo que se transformó en
sala de espera y los que pasan, como es lógico ya que no hay otro espacio,
lejos de molestarse piden disculpas y tal vez un ratito se detienen a ver de
qué se trata. Y no, porque siempre somos extra-territoriales. Estar en el lugar
del otro no es posible. Tal vez sólo les hacemos “la segunda” como dicen ellos,
para que encuentren sus propios recursos simbólicos y sus límites en la
transformación de los espacios.
Trataré de trabajar
este modo de estar psicoanalista con el matema del discurso del analista de
Lacan. Siendo los discursos una de las estructuras formales que no nos deja
enredarnos en el cuentito.
Discurso del analista:
En este caso, ubico en
el lugar del a, al analista
semblanteando a quien hace la segunda,
ahí el lugar de la oferta. El analista (a) oferta/semblantea ese lugar para
dirigirse al sufrimiento de un otro ( S ) que lo cree capaz de bancar ese lugar
y saber hacer algo allí. Un otro que demanda. Por otro lado el analista
semblantea ese objeto y opera con su saber hacer allí. Sin más saber que el de
su propio análisis y su formación (S2), tal vez también algunas experiencias de vida que anidan en la
elección de este espacio para producir. De esa articulación un nuevo
significante -tal vez el malentendido que relaté en el comienzo- irá a parar a
ese semblante que se irá modificando para relacionarse a un otro en cambio. Se
producirá así un significante nuevo que producirá una pérdida. Una modificación
en el modo de gozar. Sencillamente yo creo que les hacemos “la segunda” para
que se animen a ampliar sus territorios. Trabajar, estudiar, armar una familia.
Para que la muerte no sea algo tan predecible en esta vida, como dijo Lucas
cierto día:
- es una
bala que te entra en la cabeza y listo.
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