Decía en un articulo anterior (¿Qué
marca al “marcador somático”? Parte I ) que me animaba a pensar que las instancias
trabajadas por Freud en el Proyecto: estados de rechazo y estados desiderativos
en relación con la función materna que los ordene, arman el andamiaje neural de
la represión primaria.
En este artículo voy a tratar de
enlazar también lo previo, antes de que haya diferencia entre estímulos
endógenos y Otro que los ordene. Lo prenatal.
Desde aquí parto para intentar un
nuevo espiral. Voy a tomar los aportes de Gabriel Federico[1] -músicoterapeuta.
Él va a plantear que la comunicación no comienza con la mirada sino que el
antecedente comunicacional más remoto son las voces y los sonidos. El sentido
que más podemos estimular en una persona antes de su nacimiento es el auditivo.
Este detalle no me parece menor
para nosotros, los psicoanalistas, que solemos empezar a pensar los casos y los
diagnósticos en relación al Estadio del Espejo, antes o después de éste. Lo que
se nos plantea acá es que el desarrollo neural del bebé en articulación con la situación
vivencial de la madre comienza antes. La posibilidad de que la represión
primaria se instale como tal, también.
Algunos detalles sobre el tema: “Los primeros receptores cutáneos se
empiezan a formar entre las semanas 8 y 10 de gestación, y desde la octava
semana pueden producirse reflejos espinales. Sin embargo, las neuronas
sensoriales que responden a estímulos dañinos o dolorosos, no aparecen sino
hasta la semana 19. Esto, no es suficiente para la percepción consciente del
dolor, ya que ésta no puede ocurrir mientras no se establezcan las vías
nerviosas y las sinapsis (conexiones funcionales entre las neuronas) entre la
médula espinal y el tálamo. Por esta razón, la capacidad de respuesta eléctrica
de la corteza a estímulos sensoriales se alcanza a las 29 semanas, y la
actividad eléctrica de la corteza cerebral característica de un estado
despierto (diferente del sueño), identificada mediante el electroencefalograma,
no se detecta sino hasta la semana 30 de gestación pero la recepción comienza
en la semana 10” [2].
Por el lado auditivo: a partir de
los cuatro meses de gestación es cuando el bebé ya tiene completo su aparato
auditivo, de modo tal que, dice Gabriel Federico, se empiezan a captar los
sonidos que hay en la atmósfera intrauterina. Me gustó como lo nombra, como
atmósfera, esta atmósfera incluye también el movimiento. Todos los agujeros,
incluido el oído están recubiertos de líquido, todo es ondas sonoras y
movimiento, por eso acunar al bebé lo calma.
El bebé, tiene su aparato
auditivo y no tiene porqué escuchar lo que escucha la madre pero sí
inevitablemente escuchará los latidos del corazón de ella. Si alguna situación
hace que se acelere el ritmo cardíaco de la madre, también se acelerará el de él.
Sabemos que cuando esto sucede por miedo, ansiedad o angustia, distintas
sustancias estresoras viajarán por sangre. Eric Kandel plantea que la primera
transmisión química celular que podría producir alteraciones genéticas comienza
en la gestación. Esto no es nuevo, lo que sí es posible pensar ahora es que
este azar congénito, estas mutaciones al azar que son bastante más comunes de
lo que por ahí creemos, son causadas por esos cambios y alteraciones producto
de las percepciones que activan en la madre cambios químicos. Acá podemos
empezar a ubicar muchas de las patologías congénitas y por qué no, la
complacencia somática de la que hablaba Freud.
El ambiente uterino en estado
normal, dice Federico que es un universo sonoro muy activo, algunos sonidos
como la respiración y el latido del corazón de la madre son permanentes, están
siempre. Y él plantea que el único ruido que puede alternadamente hacerse
presente o silenciarse es la voz de la madre, ubica allí un primer registro de diferencia.
Sin embargo, esta voz, con el tiempo, es reconocida. Es lo que todos hemos
observado alguna vez, cuando vemos que un bebé rápidamente escucha a la madre y
gira la cabeza, la reconoce. [3]Sergio
Rodríguez plantea que lo que va a ser radicalmente extraño es la voz del padre,
que la primer diferencia está allí. Creo que esta hipótesis no es menor a la
hora de pensar casos graves de psicosis y autismo.
Federico señala también que hay
niveles auditivos que pueden ser dañinos para el bebé, por ejemplo, una mujer
embarazada que trabaja en un lugar con altas frecuencias sonoras, estas
frecuencias producen lesiones en la criatura, afectando su normal desarrollo neural.
Según las investigaciones, los
sonidos intrauterinos contienen información muy importante para el desarrollo
del cerebro fetal. De hecho, un bebé que nace sordo lo hace con un déficit
neuronal mucho más grave que uno que nace ciego, porque se perdió un montón de
meses de estimulación de su cerebro. La corteza cerebral de un recién nacido es
apenas excitable pero durante el último mes de gestación quedan grabadas
huellas que no se borran por el resto de su vida.
Yo creo que acá también hay una
brecha para pensar los casos donde hubo sostén tecnológico, y las consecuencias
que puede haber en la ruptura de esa atmósfera intrauterina donde los ruidos de
fondo son absolutamente otros.
Tomo un aporte de [4]Roberto
Rossler sobre el tema, él dice: “La
migración neuronal ventrículo – cortical que se produce en el segundo trimestre
del embarazo es una ‘ventana’ temporal de vulnerabilidad cerebral ante los
traumas ambientales, o sea, en el segundo trimestre especialmente durante el
sexto mes. Se ha observado que entre los hijos de madres embarazadas que fueron
sometidas a traumas ambientales durante el segundo trimestre hubo un aumento de
la incidencia de Esquizofrenia. Ejemplos de esto último es el aumento de
pacientes con Esquizofrenia luego de la epidemia de Influenza de 1957 en
Helsinki, luego de la desnutrición sufrida en Holanda durante 1944 por el
bloqueo nazi y a posteriori del estrés psicológico severo sufrido por madres
embarazadas finlandesas informadas de la muerte de sus esposos en el frente
durante la segunda guerra mundial. El trauma intrauterino también aumenta el
riesgo de Esquizofrenia.”
Todos estos ejemplos apoyarían la hipótesis
ontogénica donde el trauma, el estrés psicológico o nutricional y el virus actuarían
como un “segundo golpe” sobre
la vulnerabilidad genética y los circuitos neuronales anormales aumentando las
posibilidades de la expresión de la enfermedad.
Un feto de 29 semanas puede
sobresaltarse, asustarse, pegar sacudones o relajarse frente a los estímulos de
la madre. En este momento para el bebé no hay diferencia entre su cuerpo y el
de ella pero para ella debería haberlo, aquí es donde podemos empezar a pensar
cómo el contexto Real –Simbólico- Imaginario de la madre afecta a la criatura.
En cómo la intuye.
En este sentido, Winnicott, en una
serie de charlas transmitidas por radio, dirigidas fundamentalmente a madres, en
la época de la Segunda Guerra, dice: “su
bebé en el momento de nacer ya atesora una considerable experiencia, tanto
agradable como desagradable y usted ya sabe algo acerca de las características
de su bebé por los movimientos que ha aprendido a esperar de él ya en su
vientre. Y supongo, que él ha llegado a conocerla bastante. Ha compartido sus
comidas, su sangre a fluido con mayor velocidad mientras usted toma un té o
espera un ómnibus. En cierto sentido diría que la conoce mejor que usted a él.”
Me parece que el texto de
Winnicott a la luz de los descubrimientos neurobiológicos nos permite dar
cuenta de aquellos casos donde uno se pregunta cómo hizo esta criatura para
sobrevivir… a esa madre. Es que la conoce muy bien, hay un saber inconsciente,
en el sentido también que lo plantea la neurobiología.
[5]Antonio
Damasio dice que en la amígdala quedarán los registros inconscientes de cambios
filológicos, hormonales y de las experiencias que llegaron a la corteza en
épocas muy tempranas. Y la época prenatal es una época muy temprana. Damasio
habla de emociones primarias y secundarias. La primarias dependen de sistema
límbico, amígdala y cingulada anterior. Si estas áreas se reseccionan se
produce indiferencia afectiva. Las emociones secundarias, en cambio, tienen
lugar una vez comenzadas las experiencias de la vida. Éstas se apoyan sobre la
maquinaria de las emociones primarias.
Hasta aquí entonces un panorama -porque
es simplemente un breve panorama- de los registros posibles en y de la criatura
respecto de las condiciones de vida de su madre y cómo ésta se las arregla con
ellas estando embarazada.
De alguna manera, todos los caminos conducen
a las series complementarias de Freud.
En este sentido el tratamiento
con niños nos obliga y a la vez nos da el margen -que el tratamiento con
adultos muchas veces no- de pensar desde aquí, qué provocó el desajuste, qué
presión de lo Real lo lleva a sintomatizar y cuando empezó.
¿Lo acontecido en la vida
prenatal podría habilitarnos lecturas sin caer en el puente cronológico?
Yo creo que es desde la
modulación temporal que plantea Lacan con sus tiempos lógicos, que los
psicoanalistas podemos aportar una herramienta interesante y diferente a la
cronológica y servirnos a la vez de las herramientas que nos aportan los
descubrimientos neurobiológicos y embriológicos para nuestra práctica.
Sabemos que la lectura
cronológica y en etapas conduce al signo. A tal edad, tal cosa. En cambio el
tiempo lógico -herramienta que junto al nudo y los discursos nos deja Lacan- se
lee en una modulación del tiempo.
En la clínica con niños creo que el mayor arte reside en
poder captar las diferencias de los tiempos de los chicos, de los padres y
también el tiempo nuestro.
Fundamentalmente respecto de la articulación de cada uno a
la castración y a cómo esté funcionando o no el ordenamiento fálico. Captar en
ese golpe de vista, de ese instante de ver: “Con
qué orden fálico entra una criatura a la trama edípica para hacer de ésta su
orden existente” (dice Lacan en el Seminario 4). Desde ahí es que son muy
importantes las entrevistas con los padres, con los chicos, con los padre sin
los chicos, con los abuelos en muchas ocasiones funcionando como orientadores.
¿Orientadores de qué? Tal vez orientarlos en el camino de
las conexiones insólitas -esta es una expresión de Fernando Ulloa que me
pareció muy interesante para pensar el tiempo de comprender, hablar, conectar,
pensar, hacer teoría e inventar, sin asustarse- para que no se pierdan, para
que no teman y para que puedan encontrar a su niño allí. Para ayudarlos a transitar
ese tiempo de comprender donde en realidad no se comprende nada.
[2] Ricardo Tapia Investigador Emérito. Departamento de
Neurociencias del Instituto de Fisiología Celular. Universidad Nacional
Autónoma de México. Vicepresidente del Colegio de Bioética, A.C. Publicado en junio de 2007.
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