martes, 11 de junio de 2013

¿De dónde venimos? I



El clásico ¿de dónde venimos? se puede responder desde el camino religioso o científico, también la psicología y la psicopedagogía han aportado sus respuestas. Propongo que la pregunta que atraviesa distintos tiempos y generaciones, que se sostiene desde el origen mismo de la humanidad, va mucho más allá. Intenta ir más allá de la sangre aunque tal vez no sin ella.
 La pregunta es a mi entender, por  la genealogía. Esto que podría ser un rebuscado regodeo existencial  surge en mí  -estando de vacaciones- cuando una salteñita de 5 años y ojos negros, me dice:- seño me compra? mientras abre tímidamente una bolsita de  compras (esas rayaditas y de nylon). ¿Qué vendes? le pregunto –esto…y saca unas máscaras hechas en barro, pequeñas como su mano. ¿Quién las hace? le pregunto. Mi mami, responde haciendo un suave parpadeo de ojos.
Es evidente que me conmovió pero sobre todo, el lazo, la ligadura a su mami a través de ese objeto. Esa, una niña como tantas otras que trabajan en las ciudades, no había perdido aún su genealogía. Su mami estaba allí en esas piezas a través de su trabajo.
 En otro tramo de mi recorrido, camino a  Cachi desde la ciudad de Salta, una señora hace dedo en la ruta de montaña. La llevamos, eran las 12.30 del mediodía y el sol rajaba la tierra, ella esperaba desde la mañana  que alguien la llevara. Iba con su nena de 8 años al registro civil - para ponerle la fotito al documento-. Un viaje de media hora por camino de montaña le había llevado horas. Volví a conmoverme, esta mujer hacía un gran esfuerzo para documentar a su hija., sin embargo a pesar de las dificultades no desistía, ese acto tenía  un valor para ellas.
¿El documento, el trabajo, el nombre…? ¿Ese famoso y tan nombrado Nombre del padre, vendrá de la mano de estos actos?
¿Estos ciudadanos están sostenidos por la naturaleza que los acompaña?, pensé. Tal vez la naturaleza de la ciudad es más despiadada. Un niño que pide dinero al abrir la puerta de un taxi se perdió de ese lazo. Un lazo en relación al trabajo. Sin embargo ambos son niños trabajando en la calle. La diferencia es cualitativa: el trabajo por el trabajo mismo no alcanza.
Una nueva pregunta me interroga: ¿Las grandes ciudades roban sus genealogías a sus ciudadanos? ¿Niños o adultos nos perdemos en la marea de trámites y tránsito y transeúntes?   Porque si  la genealogía se pierde cuando el objeto que la soporta ya no cumple su función, que es dar un lugar al otro en la cadena, tal vez  en el paisaje ciudadano sea más fácil que se quiebre esa relación, hay apuro, tensión y lucha por el lugar mucho más veloz y feroz. La velocidad y el tiempo son cuerdas que se tensan de manera diferente en estas diferentes realidades.
En estos días un joven empresario se irá a pasar su cumpleaños sólo a una isla perdida. Su celular y su notebook lo acompañarán. Cuando él era pequeño su padre murió y parece que le dejó: dinero sin marca…sólo eso. Y él buscando un  padre sólo busca dinero, que casi no usa. Pero el dinero se consigue de muchas maneras. El dinero per se no ofrece un lugar en la cadena sino cualquier lugar. No importa qué se haga, sino que se haga dinero.
Vuelvo a la niña de las máscaras que parece estar muy lejos de eso, sin embargo ella sale a vender lo que su mami hace, sale en busca del dinero. Ojalá ella aprenda a hacerlas, ojalá disfrute de inventar diseños como su mamá, ya que cada máscara tenía  una expresión diferente y se lo hice notar. Entonces entre trabajo y dinero habrá un lazo.
La fórmula: Dinero x Dinero o Trabajo x Trabajo, no alcanza, hace falta un significante que haga diferencia,  que no nos deje afuera de la genealogía, que nos represente. Entonces deseo y goce marcharán juntos. El goce sin deseo es dinero por dinero o cualquiera de las variantes que se amparen detrás de alguna supuesta necesidad.
 Tomo acá  una idea de  Lacan: …el dinero es el significante que mata a todas las significaciones[1], podría agregar pensando el tema desde RSI: el dinero puede ser también, quien mata a la genealogía en tanto articulación  significante del significante o sea mata a la posibilidad de encontrar un significante que nos represente frente a otro significante. Mata a la posibilidad de hacer sujeto deseante en relación con su propio goce mostrando así su cara Real, no transfieriendo ese goce en relación a algún saber hacer particular.
Propongo que para que haya articulación  entre trabajo y dinero, un “significante cualquiera”, el portador de la genealogía, debe realizar la operación de “transferencia”
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Un muchacho que vive en una villa del gran Buenos Aires a la que concurro a trabajar una vez por semana, dice muy suelto de cuerpo:
 -“Acá (por su casa) todo estaría bien si todos saliéramos a trabajar”.
- ¿Vos trabajás?, le pregunto.
- “No, desde el accidente (se refiere a un accidente laboral)  que no puedo, no sé por qué. Antes yo tenía una vida normal, linda, me levantaba a las seis, me iba a trabajar, después vení, me bañaba, estábamos un rato. Después comíamos y listo a dormir. Yo era feliz. Pero no se por qué ya no puedo.”
Él, muy suelto de cuerpo,  habla de ese goce que lo habita, ese goce de no hacer nada. De transcurrir, de ir y venir, abrir y cerrar puertas. Movimientos errantes que en la escena que presencio se ponen en acto. Mucho movimiento, mucha agitación. Cigarrillos que se prenden uno tras otro. Creo que él responde mi pregunta del inicio. ¿De dónde venimos? Del trabajo, pero no de cualquier trabajo sino de ese que nos articula a cierto saber hacer particular, donde no se trata sólo de ganar dinero eso vendrá a posteriori. Este joven quiere trabajar de carpintero, no de cualquier cosa.  El trabajo que perdió después del accidente, ese que lo ponía en una serie familiar. En cierto punto la respuesta caída de su boca me da cierto alivio, porque nos da un margen para la construcción.

Para hacer algo con lo dado por poco que esto sea.
En una segunda lectura puse en itálica la expresión: muy suelto de cuerpo expresión que me devuelve a modo de interpretación la respuesta a la pregunta inicial:
 Sin genealogía no hay cuerpo, éste se suelta, se desanuda.
Continuará…


Bibliografía.
J. Lacan: Escritos I: La carta robada
J. Lacan seminario de la Transferencia



[1] No es textual, las itálicas son mías

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