jueves, 6 de junio de 2013

¿Derechos del niño?

Es bastante habitual la queja de los adultos –padres, maestros, profesores-  respecto a no saber qué hacer con los niños y jóvenes a cargo. Es bastante común también que dejen en manos de los pibes o del azar la resolución de algunas situaciones. Pareciera que la tensión que genera en los adultos ese momento de poner o imponer alguna norma es canjeada por la tensión que generará la falta de dicha sanción. Y allí la ley social ¿actúa? ¿De qué manera? ¿Será que los límites que al pibe no le pongan en la casa se los va a poner la sociedad? ¿Los adultos descansan en este recurso?
Ese canje de tensiones se veía en pequeñas escalas en nuestros consultorios, actualmente las consultas por niños y adolescentes en riesgo han aumentado. Los pacientes con hijos los traen a la consulta no sólo en el relato. También cada vez es más frecuente citar a la familia, a los jóvenes y tratar de encauzar algún relato perdido.
Me pregunto: ¿Qué discurso se está expresando en este malestar?
Trabajando sobre el tema me fui a investigar el apartado de nuestra constitución nacional sobre los derechos del niño.
[1][2]Hago un poco de historia respecto del tema de la ley, “ en el año 1924 el primer antecedente de la Convención fue la Declaración de Ginebra impulsada por la disuelta Sociedad de las Naciones, allí se conceptualiza a la niñez en su conjunto como un grupo que debe ser objeto de medidas especiales de protección para garantizar su normal desarrollo material y espiritual. La aprobación de ese documento debe entenderse en el clima de sensibilización por los Derechos Humanos que generó la experiencia de la Primera Guerra Mundial y en particular, expresa la preocupación por la situación de los niños huérfanos a raíz del conflicto.
Sus contenidos -muy generales y vagos - nunca se llevaron a la práctica y más tarde, la humanidad vivió otra guerra, aun más brutal que la anterior, donde los derechos de las personas y de los niños en particular, sufrieron vulneraciones sin precedentes en el orden político moderno.
Recién en 1959, las Naciones Unidas retoman el tema y aprueban la Declaración de los Derechos del Niño, cuyos 10 principios han sido ampliamente difundidos. Sin embargo, su aceptación por parte de las naciones implica sólo una obligación moral y no están previstas las medidas operativas para su implementación.
Veinte años más tarde -en 1979, Año Internacional del Niño- por iniciativa del gobierno polaco, los representantes de 43 países iniciaron el trabajo de redacción de la Convención, cuya culminación demandó 10 años más.
La Convención constituye un hito en la historia de la humanidad ya que en ella, por primera vez los niños y las niñas de todo el mundo son considerados -en tanto que Grupo Vulnerable- no sólo objeto de protección especial por parte de los adultos y del Estado, sino sujetos titulares de un conjunto de derechos civiles y políticos, que los equiparan a la condición de ciudadanos al otorgarles, por ejemplo, la libertad de expresión, de participación, de asociación y de información veraz y adecuada.
En nuestro país la promulgación de dicha ley coincide con el comienzo del desastre, cuando la economía mandaba a los chicos a la basura y se hipotecaba fuertemente nuestro futuro, en 1989.”
Y en la primera línea la ley dice: -Se establece su protección –de los niños- contra toda discriminación. Ya está dicho: no se los va a discriminar, con lo cual es muy probable que se los segregue.

Unas noticias para contextuar el hecho en nuestro país, tomadas de
Muchos recordarán que el 1 de julio de 1990, en la Sociedad Rural, Menem dijo: “Me duele y debe dolernos a todos, que sigan existiendo hermanos con hambre y desocupación, niños sin educación y sin salud, ancianos desprotegidos, en fin, que perdure la industria entre nosotros...digo, la injusticia entre nosotros. Años después se efectivizó el deseo de Menem... también dijo: Eliminaremos totalmente la educación primaria” –luego explicó que había querido decir “precaria”. Las pruebas están a la vista, con el EGB (educación general básica) implementado en la provincia de Buenos Aires en la última presidencia de Menem, continuado por De la Rúa y Duhalde, eliminaron la educación primaria y arrastraron al caos a la secundaria.
Texto y contexto nos abren alguna lectura:
Las leyes sobre los derechos del niño son sancionadas en nuestro país en el mismo tiempo en que la mayoría de la masa votaba al presidente más corrupto de la historia, el mismo que declaraba públicamente a través de sus “furcios”, que terminaría con la industria y la educación. La misma ley que surge como recurso de la humanidad frente a la matanza de niños en las guerras, a la orfandad y el abandono.
Después del acto, la ley. Pero ¿y después?... ¿Se frena el siguiente acto o sólo hay más margen de  maniobra para producirlo?
Reformulo mi pregunta inicial  ¿Qué discurso perverso se está expresando?


Vuelvo al tema inicial, sólo quería contextuarlo. Planteaba en el artículo [3] “Anónimos” que con la  llegada de  los derechos del niño hay una  declinación de la autoridad de los padres. Si hacen falta leyes que protejan a los niños quiere decir que sus padres no lo hacen bien. Hay un saber superior fuera de ellos, generalmente ubicable en los especialistas, en la justicia o vaya a saber dónde. En el contexto que describí y a la luz de esta ley la pregunta sobre el discurso me obliga a detenerme en lo que Lacan llamó el Discurso del capitalista. Ese que gira sobre si mismo.
Por un lado, hago observar  la estructura “como sí,  moebiana” de dicho discurso, debido por un lado al cambio de vectorización y por otro a que tiene una sola cara. En este dispositivo en movimiento el  producto es vuelto al agente ¿Se lo traga?
Lacan lo plantea como efecto de una alteración del discurso del amo su cuarto de vuelta.
El discurso del amo es  el que funda el inconsciente y el que permite leer también algunos movimientos fundantes. Desde el discurso del Amo se puede ordenar un caos social o familiar y a partir de ahí discursear. Pero si vuelvo al inicio, a la “queja de algunos adultos a cargo de…” estamos en el discurso llamado de la histérica. Y entonces ¿Quién comanda? ¿Quién está a cargo? ¿Quién carga con la responsabilidad del acto?
Me parece que ahí el llamado discurso del capitalista encuentra su giro y se traga aquello que de la queja emana.

¿Cómo girarlo? Tal vez un modo sea sacándole el señuelo, pero sólo será si no rehuimos el acto de encarnar ese Otro con mayúscula que un niño o un adolescente necesitan. Tanto la construcción de una nación o de una familia precisan un discurso amo que funde y luego… a  discursear con leyes mediante.
Si no, los derechos del niño, del discapacitado, de la mujer, de los pobres… y así al infinito seguirán empujando nuestro producto a la boca de ese Amo loco.
En criollo, si nos seguimos quejando de lo que los otros no hacen o de lo que los niños no “logran”… sólo engordamos un síntoma que tiende a reventar.
Y al reventar, ya ni queja hay. ¿O acaso los chicos de la calle, los marginados, los más pobres, se quejan? ¿Acaso ellos encarnan o encaran alguna protesta? Por lo general son las capas sociales que se encuentran en mejores condiciones de vida las que intentan un reclamo. En la calle la ley que rige es la del más fuerte, la de la selva. ¿Los derechos del niño los empujaron allí?





1-www.me.gov.ar/derechos/
[3] Art. Publicado en Psyche Nº74

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