Es bastante
habitual la queja de los adultos
–padres, maestros, profesores- respecto
a no saber qué hacer con los niños y jóvenes a cargo. Es bastante común también
que dejen en manos de los pibes o del azar la resolución de algunas
situaciones. Pareciera que la tensión que genera en los adultos ese momento de
poner o imponer alguna norma es canjeada por la tensión que generará la falta
de dicha sanción. Y allí la ley social ¿actúa? ¿De qué manera? ¿Será que los
límites que al pibe no le pongan en la casa se los va a poner la sociedad? ¿Los
adultos descansan en este recurso?
Ese canje de
tensiones se veía en pequeñas escalas en nuestros consultorios, actualmente las
consultas por niños y adolescentes en riesgo han aumentado. Los pacientes con
hijos los traen a la consulta no sólo en el relato. También cada vez es más
frecuente citar a la familia, a los jóvenes y tratar de encauzar algún relato
perdido.
Me pregunto: ¿Qué discurso
se está expresando en este malestar?
Trabajando sobre el
tema me fui a investigar el apartado de nuestra constitución nacional sobre los
derechos del niño.
[1][2]Hago un poco de historia respecto del tema de la ley, “
en el año 1924 el primer
antecedente de la
Convención fue la Declaración de Ginebra impulsada por la disuelta
Sociedad de las Naciones, allí se conceptualiza a la niñez en su conjunto como
un grupo que debe ser objeto de medidas especiales de protección para
garantizar su normal desarrollo material y espiritual. La aprobación de ese
documento debe entenderse en el clima de sensibilización por los Derechos
Humanos que generó la experiencia de la Primera Guerra Mundial
y en particular, expresa la preocupación por la situación de los niños
huérfanos a raíz del conflicto.
Sus contenidos -muy generales y vagos - nunca se llevaron
a la práctica y más tarde, la humanidad vivió otra guerra, aun más brutal que
la anterior, donde los derechos de las personas y de los niños en particular,
sufrieron vulneraciones sin precedentes en el orden político moderno.
Recién en 1959, las Naciones Unidas retoman el
tema y aprueban la Declaración
de los Derechos del Niño, cuyos 10 principios han sido ampliamente
difundidos. Sin embargo, su aceptación por parte de las naciones implica sólo
una obligación moral y no están previstas las medidas operativas para su
implementación.
Veinte años más tarde -en 1979, Año Internacional del Niño- por iniciativa del gobierno
polaco, los representantes de 43 países iniciaron el trabajo de redacción de la Convención , cuya
culminación demandó 10 años más.
En nuestro país la
promulgación de dicha ley coincide con el comienzo del desastre, cuando la
economía mandaba a los chicos a la basura y se hipotecaba fuertemente nuestro
futuro, en 1989.”
Y en la primera
línea la ley dice: -Se establece su
protección –de los niños- contra toda discriminación. Ya está dicho: no se
los va a discriminar, con lo cual es muy probable que se los segregue.
Unas noticias para
contextuar el hecho en nuestro país, tomadas de
Muchos recordarán
que el 1 de julio de 1990, en la Sociedad Rural ,
Menem dijo: “Me duele y debe dolernos a
todos, que sigan existiendo hermanos con hambre y desocupación, niños sin
educación y sin salud, ancianos desprotegidos, en fin, que perdure la industria entre nosotros...digo, la injusticia
entre nosotros. Años después
se efectivizó el deseo de Menem... también dijo: “Eliminaremos totalmente la
educación primaria” –luego explicó que había querido decir “precaria”.
Las pruebas están a la vista, con el EGB (educación general básica)
implementado en la provincia de Buenos Aires en la última presidencia de Menem,
continuado por De la Rúa
y Duhalde, eliminaron la educación primaria y arrastraron al caos a la
secundaria.
Texto y contexto nos abren alguna lectura:
Las leyes sobre los derechos del niño son sancionadas en nuestro país en
el mismo tiempo en que la mayoría de la masa votaba al presidente más corrupto
de la historia, el mismo que declaraba públicamente a través de sus “furcios”,
que terminaría con la industria y la educación. La misma ley que surge como
recurso de la humanidad frente a la matanza de niños en las guerras, a la
orfandad y el abandono.
Después del
acto, la ley. Pero ¿y después?... ¿Se frena el siguiente acto o sólo hay más
margen de maniobra para producirlo?
Reformulo mi
pregunta inicial ¿Qué discurso perverso se está expresando?
Vuelvo al
tema inicial, sólo quería contextuarlo. Planteaba en el artículo [3]
“Anónimos” que con la llegada de los derechos del niño hay una declinación de la autoridad de los padres. Si
hacen falta leyes que protejan a los niños quiere decir que sus padres no lo
hacen bien. Hay un saber superior fuera de ellos, generalmente ubicable en los
especialistas, en la justicia o vaya a saber dónde. En el contexto que describí
y a la luz de esta ley la pregunta sobre el discurso me obliga a detenerme en
lo que Lacan llamó el Discurso del capitalista. Ese que gira sobre si mismo.
Por un lado, hago
observar la estructura “como sí,
moebiana” de dicho discurso, debido por un lado al cambio de
vectorización y por otro a que tiene una sola cara. En este dispositivo en
movimiento el producto es vuelto al
agente ¿Se lo traga?
Lacan lo plantea
como efecto de una alteración del discurso
del amo su cuarto de vuelta.
El
discurso del amo es el que funda el
inconsciente y el que permite leer también algunos movimientos fundantes. Desde
el discurso del Amo se puede ordenar un caos social o familiar y a partir de
ahí discursear. Pero si vuelvo al inicio, a la “queja de algunos adultos a
cargo de…” estamos en el discurso llamado de la histérica. Y entonces ¿Quién
comanda? ¿Quién está a cargo? ¿Quién carga con la responsabilidad del acto?
Me parece que ahí
el llamado discurso del capitalista encuentra su giro y se traga aquello que de
la queja emana.
¿Cómo girarlo? Tal
vez un modo sea sacándole el señuelo, pero sólo será si no rehuimos el acto de
encarnar ese Otro con mayúscula que un niño o un adolescente necesitan. Tanto
la construcción de una nación o de una familia precisan un discurso amo que
funde y luego… a discursear con leyes
mediante.
Si no, los derechos
del niño, del discapacitado, de la mujer, de los pobres… y así al infinito
seguirán empujando nuestro producto a la boca de ese Amo loco.
En criollo, si nos
seguimos quejando de lo que los otros no hacen o de lo que los niños no
“logran”… sólo engordamos un síntoma que tiende a reventar.
Y al reventar, ya
ni queja hay. ¿O acaso los chicos de la calle, los marginados, los más pobres,
se quejan? ¿Acaso ellos encarnan o encaran alguna protesta? Por lo general son
las capas sociales que se encuentran en mejores condiciones de vida las que
intentan un reclamo. En la calle la ley que rige es la del más fuerte, la de la
selva. ¿Los derechos del niño los empujaron allí?
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