miércoles, 12 de junio de 2013

El orfanato.

El orfanato es una película conmovedora, una de esas que echa a andar los propios fantasmas, los de la infancia.
“Dirigida por el debutante Juan Antonio Bayona y producida por Guillermo del Toro, la película se centra en la historia de Laura (Belén Rueda), una mujer que compra la casa donde antes funcionaba el orfanato en el que se crió. Junto a su marido Carlos (Fernando Cayo) y su hijo adoptivo Simón (Roger Príncep), Laura se instala allí con la intención de abrir una residencia para niños discapacitados.
Sin embargo, la vida familiar comienza a volverse inquietante cuando Simón se involucra en juegos de fantasía cada vez más intensos junto a sus nuevos amigos imaginarios. A partir de allí Laura sospecha que existe algo en esa residencia que amenaza a su familia, y poco a poco va descubriendo la historia de la casa tras su marcha hace ya muchos años[1]. ”


Si miro la película desde mi quehacer como psicoanalista, puedo decir  que “El orfanato” es la historia de  un niño jugando con los fantasmas de su madre.
Madre que de niña vivió allí, dónde ahora todos irán a vivir. De pequeña  y sin que nadie le avise fue adoptada y retirada de la institución, fue  alrededor de sus 8 años que se la llevan de ese mundo de gallitos ciegos. Es la elegida. Es adoptada y aunque ella no lo sepa conscientemente, se salva. Es la sobreviviente. La que no pudo despedirse ni avisar a sus amigos, los pierde.
Laura vuelve ¿por qué? ¿para qué? Vuelve con su marido y su hijo a la antigua casa donde funcionó el orfanato.
El paisaje es tan bello que da miedo.
Su hijo también es adoptado, aunque  él no lo sabe, tampoco que tiene HIV. Pero es un niño muy inteligente y busca, y encuentra. Él no está sólo, allí están también los otros niños que sólo él ve. Los niños de la infancia de su madre, los compañeros de juegos que se quedaron sin ella.
En las noches de miedo en esa gran mansión Laura introduce a su hijo en el mundo del juego, inventa historias nocturnas para que no tema a la oscuridad. Juega e ilumina el afuera desde adentro con un bello truco que el niño no descubre.
 Iluminar el afuera desde adentro podría ser una de las formas de la función materna, ella puede con eso. Puede con eso respecto al niño pero no a ella. Hay cierta oscuridad interna que la perturba desde siempre.
 El niño también  la lleva a su juego: la búsqueda del tesoro. Pero en el juego de Simón, ese que hace con sus amigos imaginarios, no hay ficción. Según las reglas si se encuentra el tesoro después de descubrir muchas pistas se cumple un deseo. La madre acompaña al niño en esta búsqueda aunque no sabe bien de qué se trata. Finalmente Simón desaparece, jugando se va y ya nadie lo encuentra. Se va enojado porque desoían sus versiones de lo que estaba sucediendo. Se va porque él es objeto del juego, él es el tesoro escondido que Laura debe encontrar. Para lo cual decide consultar a una médium.
Es interesante la función de la médium, Géraldine Chaplin. Ella percibe a los niños en la casa, los oye, los ve. Una maquinaria especial permite que todos participen de la sesión, el marido y una psicóloga pero nadie cree lo que escucha. Se trata de unos niños autistas que gritan y se retuercen relata la médium. “¿Simón está allí?”…pregunta la madre, la única que es capaz de ir más allá (es que son sus fantasmas.)
La médium se despide con una frase increíble: “sólo usted sabe hasta dónde quiere llegar para recuperar a su hijo. No crea sólo en lo que ve. Crea para después ver.” Tal vez le dice que sólo podemos ver lo que entra en nuestro imaginario. Allí la mirada hace lugar al objeto.
Todos se van y abandonan la búsqueda pero Laura se queda a seguir jugando. Los niños  quieren jugar y entonces transforma la mansión con los muebles antiguos. En la búsqueda de objetos encuentra los cadáveres de los niños muertos por la malvada institutriz. Los cadáveres de sus compañeros.
Por fin Laura a través del juego encuentra a Simón, acurrucado, frío, muerto. No es justo, dice, te encontré y el juego no se cumple. Ella decide morir y justo allí es el deseo de Simón el que sí se cumple: “deseo que te quedes aquí a cuidarnos a todos”.
 Los niños del orfanato, sus compañeros de infancia esos que la cuidadora mató, están allí. El deseo de Laura siempre fue ese. Volver a cuidarlos, a jugar, a estar allí. Su culpa por haber sido la elegida sólo le hizo elegir volver.  Simón y Laura lograron que el padre crea. Una medallita en el piso del gran ambiente fue la señal, una puerta que se abre sóla despertó su sonrisa. Y allí va, él también a jugar.
Los fantasmas de la madre empujaron al hijo a morir deseándole la muerte a ella.
Para quienes trabajamos con el inconsciente esta película puede tener un tono especial. ¿Acaso no estamos acostumbrados a trabajar con aquellos que se quedaron a jugar con los fantasmas de su infancia? Como analistas ¿nos animamos a ocupar  en más de una ocasión ese preciso lugar?
Tal vez esta película es por lo menos… inquietante.


[1] Info tomda de www.Pochoclo.com

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