jueves, 6 de junio de 2013

Fines y finales - Parte 2

En el artículo anterior concluí planteando que pensar el fin de análisis como atravesamiento del fantasma no alcanza, tema que retomo al final de este artículo. 
Sigo ahora otro camino, el de la identificación: ésta es lo que se cristaliza en una identidad. El yo está hecho de identificaciones. El trabajo del análisis consistirá en la rectificación pulsional por la vía de la interpretación del deseo y va a producir lo que llamamos: caídas de identificaciones. Es lícito aclarar aquí que este movimiento se puede dar en el caso de las neurosis. En la psicosis tal vez se trate del camino inverso.
Entonces siguiendo ésta lógica ¿si la identificación es lo que cristaliza en una identidad a qué se identifica el sujeto en el fin del análisis?
Muchos sostienen que el fin de análisis estaría dado por la identificación al analista pero si antes planteé que el analista es semblante de objeto en la escena fantasmática, si se identifica al analista se identifica a las vestiduras que él mismo le puso al objeto en el fantasma. Si se identifica al analista este aún porta sus vestiduras, no ha sido deshecho.
Tampoco se trataría de una identificación al inconsciente porque éste es justamente lo que resta, nada puede dar sentido al inconsciente. Por aquí andan los que plantean un fin de análisis como: estar advertido de...
Sin embargo Lacan plantea la siguiente pregunta: ¿Qué es lo que el sujeto mejor conoce? Su síntoma.
 ¿Se tratará entonces de una identificación al síntoma?
Conocer su síntoma quiere decir saber hacer con, desembrollarlo, manipularlo.
Lacan dice claramente en el seminario 24: saber hacer con su síntoma, ése es el fin de análisis. Y agrega: ¿Cómo se practica?
Es una práctica sobre el cuerpo, esto es lo que la hace consistir. Recordemos que hay un cuerpo de lo imaginario, de lo simbólico y de lo real y lo que da coherencia a un cuerpo es el significante… el psicoanálisis no es un progreso es un sesgo práctico para sentirse mejor, ¿dónde? En la vida, en el cuerpo, cuerpo organizado por el significante, y si hablamos de cuerpo y significante estamos hablando de goce. La rectificación del recorrido de la pulsión permite encontrarse con nuevas modalidades de goce.
Quiero volver a la cuestión de cómo se practica. Es fundamental la función de corte, lo conciente y lo inconsciente se articulan en un sólo movimiento, a cada corte operado desde lo simbólico se hará un nuevo pliegue.
Lo novedoso de este planteo es que lo Simbólico recubre allí en cada corte lo imaginario y lo real y arma algo distinto al nudo de RSI, donde no había primacía de un registro sobre el otro. Quienes transitamos esos mares sabemos “en carne propia” que hay una experiencia del inconsciente que queda después de un análisis, que hace que nada vuelve a ser igual. Con el trabajo de análisis lo simbólico reanuda lo imaginario y lo Real en el instante del corte. Poner el acento en el saber de la equivocación cambia todo.
- Una paciente, se acuesta en el diván dice tres palabras y tiene un lapsus que hace que todo lo que va a decir después no tenga sentido, yo no lo sabía porque aún no lo había dicho. Ella lo sanciona con una carcajada. Venía pensando una cosa y cuando empieza a hablar dice lo contrario. Ante lo cual larga una carcajada, después lo aclara y me dice,  - la verdad que me tendría que ir, ya nada tiene el mismo sentido. Ella vino a producir por la vía de la transferencia ese instante nuevo y re ordenador. Ese es el corte del que habla Lacan que se produce por la vía de lo simbólico y orada el cuerpo: ella se ríe a carcajadas.

Experimentar un psicoanálisis marca un pase.
Sigamos el camino del corte y el pliegue, entonces en el final de un análisis hay un saber hacer con el síntoma. La suma de pasos y pases en un análisis es lo que conduce a cierta destitución. Se destituye al analista del lugar del sujeto supuesto saber quedando el analizante en posición de poder analizar sus producciones inconscientes. Produciéndose un des-ser, un vaciamiento de las antiguas modalidades de goce en el analizante, y en el analista… esa sensación rara. El analista “pasa” a ser un resto, un deshecho/echo.

Muchas veces no sabemos que pasó con el analizante, es algo que queda perdido, y en cierto sentido no puede ser de otra manera. Pero, la experiencia de des-ser en que queda el analista que condujo ese análisis, es muy fuerte y muchas veces inequívoca.
Recuerdo el caso de un niño muy grave[1], -que entiendo fue un análisis en el sentido de que tal vez se instaló algo del rasgo unario y la identificación al padre-, donde juntos  recorrimos el camino inverso al de una neurosis, lejos de hacer caer identificaciones se fueron armando. Ese final fue conmocionante para mí. Esa criatura me soltó, fue experiencia de des- hecho/echo. De haber sido semblante de objeto en aquellas escenas de constitución subjetiva a decirme chau que te vaya bien… hay un salto, un pase. Lo simbólico en ese chico hizo corte en lo imaginario y lo real. Fue marcando agujeros, rectificando recorridos pulsionales desbordados y posibilitando su goce de la vida. Hace unos días recibí noticias de él, solicitó mi dirección de mail a una persona conocida por ambos, para conversar conmigo. Ya tiene 12 ó 13 años y parece que muchos más recursos de lo que yo misma me hubiera imaginado.
Por otro lado según lo que he leído sobre testimonios y mi experiencia personal el fin de análisis no es sin resto, o sin síntomas. Si no sería imaginar un fin de análisis como completud.
Me parece que se trata de poder situar esas tres operaciones que no son excluyentes sino que se articulan:
- La destitución subjetiva y el des-ser, - el saber hacer con el síntoma y - la elaboración fantasmática, la elaboración de la fijeza del fantasma. Sabemos que el trabajo y la elaboración fantasmática es en un tiempo donde muchos análisis concluyen, tal vez la mayoría. A veces  llegan a la consulta porque algo en el fantasma vaciló y los angustió y se van cuando esto vuelve a estabilizarse, cuando la pantalla funciona en mejores condiciones, ya que sin fantasma la vida sería intolerable. Lo que se produjo es una mayor distancia, entre el ideal del sujeto y el objeto al cual se articula.
 El trabajo de análisis del fantasma hace que ese objeto pierda su brillo narcisista que retiene el amor, para hacer emerger al objeto caído, que es primero el objeto del fantasma. Si el analista ocupa este lugar de semblante del objeto, significante tras significante, el análisis operará entonces una distancia entre el Ideal del yo y el objeto de la pulsión que emerge del “amor narcisista”. Lo que intento es repensar  la idea de atravesar el fantasma en un fin de análisis. El trabajo consiste en trabajarlo; trabajar las frases, las coagulaciones, rectificar el recorrido de la pulsión por la vía del fantasma. No atravesar en el sentido de  romper la pantalla, sí  modificarla, porque sin pantalla no se podría vivir. En tal caso la experiencia de análisis lo que podría dejar es una mayor "plasticidad" de esa pantalla.
Finalmente entonces analizarse es hacer entrar al fantasma en discurso por la vía que abre la transferencia.
Tal vez  en el final se puede enlazar algo del inicio, se leerá caso por caso.   Tal vez ese significante cualquiera que cae como efecto del deseo de analista en el inicio de la transferencia, significante cualquiera que no es cualquiera significante: el síntoma sobre el que el paciente cree saber algo; se parece, a ese significante nuevo que representa  a un sujeto al final de un análisis: el saber hacer con su síntoma y… seguir analizándose.




[1]  Psyche Nº 60 y 62   -Un niño monstruo un huérfano de historia-

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