En el artículo anterior
concluí planteando que pensar el fin de análisis como atravesamiento del
fantasma no alcanza, tema que retomo al final de este artículo.
Sigo ahora otro
camino, el de la identificación: ésta es lo que se cristaliza en una
identidad. El yo está hecho de identificaciones. El trabajo del análisis
consistirá en la rectificación pulsional por la vía de la interpretación del
deseo y va a producir lo que llamamos: caídas de identificaciones. Es lícito
aclarar aquí que este movimiento se puede dar en el caso de las neurosis. En la
psicosis tal vez se trate del camino inverso.
Entonces siguiendo
ésta lógica ¿si la identificación es lo que cristaliza en una identidad a qué
se identifica el sujeto en el fin del análisis?
Muchos sostienen que
el fin de análisis estaría dado por la identificación al analista pero
si antes planteé que el analista es semblante de objeto en la escena
fantasmática, si se identifica al analista se identifica a las vestiduras que
él mismo le puso al objeto en el fantasma. Si se identifica al analista este
aún porta sus vestiduras, no ha sido deshecho.
Tampoco se trataría
de una identificación al inconsciente porque éste es justamente lo que
resta, nada puede dar sentido al inconsciente. Por aquí andan los que plantean
un fin de análisis como: estar advertido de...
Sin embargo Lacan
plantea la siguiente pregunta: ¿Qué es lo que el sujeto mejor conoce? Su
síntoma.
¿Se
tratará entonces de una identificación al síntoma?
Conocer su síntoma quiere decir saber hacer
con, desembrollarlo, manipularlo.
Lacan dice
claramente en el seminario 24: saber hacer con su síntoma, ése es el fin de
análisis. Y agrega: ¿Cómo se practica?
Es una práctica
sobre el cuerpo, esto es lo que la hace consistir. Recordemos que hay un cuerpo
de lo imaginario, de lo simbólico y de lo real y lo que da coherencia a un
cuerpo es el significante… el psicoanálisis no es un progreso es un
sesgo práctico para sentirse mejor, ¿dónde? En la vida, en el cuerpo,
cuerpo organizado por el significante, y si hablamos de cuerpo y significante
estamos hablando de goce. La rectificación del recorrido de la pulsión permite
encontrarse con nuevas modalidades de goce.
Quiero volver a la
cuestión de cómo se practica. Es fundamental la función de corte, lo conciente
y lo inconsciente se articulan en un sólo movimiento, a cada corte operado
desde lo simbólico se hará un nuevo pliegue.
Lo novedoso de este
planteo es que lo Simbólico recubre allí en cada corte lo imaginario y lo real
y arma algo distinto al nudo de RSI, donde no había primacía de un registro
sobre el otro. Quienes transitamos esos mares sabemos “en carne propia” que hay
una experiencia del inconsciente que queda después de un análisis, que hace que
nada vuelve a ser igual. Con el trabajo de análisis lo simbólico reanuda lo
imaginario y lo Real en el instante del corte. Poner el acento en el saber de la
equivocación cambia todo.
- Una paciente, se
acuesta en el diván dice tres palabras y tiene un lapsus que hace que todo lo
que va a decir después no tenga sentido, yo no lo sabía porque aún no lo había
dicho. Ella lo sanciona con una carcajada. Venía pensando una cosa y cuando
empieza a hablar dice lo contrario. Ante lo cual larga una carcajada, después
lo aclara y me dice, - la verdad que me tendría que ir, ya nada
tiene el mismo sentido. Ella vino a producir por la vía de la transferencia
ese instante nuevo y re ordenador. Ese es el corte del que habla Lacan que se
produce por la vía de lo simbólico y orada el cuerpo: ella se ríe a carcajadas.
Experimentar un
psicoanálisis marca un pase.
Sigamos
el camino del corte y el pliegue, entonces en el final de un análisis hay un
saber hacer con el síntoma. La suma de pasos y pases en un
análisis es lo que conduce a cierta destitución. Se
destituye al analista del lugar del sujeto supuesto saber quedando el
analizante en posición de poder analizar sus producciones inconscientes. Produciéndose un des-ser, un vaciamiento de las antiguas
modalidades de goce en el analizante, y
en el analista… esa sensación rara.
El analista
“pasa” a ser un resto, un deshecho/echo.
Muchas veces no
sabemos que pasó con el analizante, es algo que queda perdido, y en cierto
sentido no puede ser de otra manera. Pero, la experiencia de des-ser en que
queda el analista que condujo ese análisis, es muy fuerte y muchas veces
inequívoca.
Recuerdo el caso de
un niño muy grave[1], -que
entiendo fue un análisis en el sentido de que tal vez se instaló algo del rasgo
unario y la identificación al padre-, donde juntos recorrimos el camino inverso al de una
neurosis, lejos de hacer caer identificaciones se fueron armando. Ese final fue
conmocionante para mí. Esa criatura me soltó, fue experiencia de des- hecho/echo.
De haber sido semblante de objeto en aquellas escenas de constitución subjetiva
a decirme chau que te vaya bien… hay un salto, un pase. Lo simbólico en ese
chico hizo corte en lo imaginario y lo real. Fue marcando agujeros,
rectificando recorridos pulsionales desbordados y posibilitando su goce de la
vida. Hace unos días recibí noticias de él, solicitó mi dirección de mail a una
persona conocida por ambos, para conversar conmigo. Ya tiene 12 ó 13 años y
parece que muchos más recursos de lo que yo misma me hubiera imaginado.
Por otro lado según
lo que he leído sobre testimonios y mi experiencia personal el fin de análisis
no es sin resto, o sin síntomas. Si no sería imaginar un fin de análisis como
completud.
Me parece que se
trata de poder situar esas tres operaciones que no son excluyentes sino que se
articulan:
- La destitución
subjetiva y el des-ser, - el saber hacer con el síntoma y - la elaboración
fantasmática, la elaboración de la fijeza del fantasma. Sabemos que el trabajo
y la elaboración fantasmática es en un tiempo donde muchos análisis concluyen,
tal vez la mayoría. A veces llegan a la
consulta porque algo en el fantasma vaciló y los angustió y se van cuando esto
vuelve a estabilizarse, cuando la pantalla funciona en mejores condiciones, ya
que sin fantasma la vida sería intolerable. Lo que se produjo es una mayor distancia,
entre el ideal del sujeto y el objeto al cual se articula.
El trabajo de análisis del
fantasma hace que ese objeto pierda su brillo narcisista que retiene el amor,
para hacer emerger al objeto caído, que es primero el objeto del fantasma. Si
el analista ocupa este lugar de semblante del objeto, significante tras
significante, el
análisis operará entonces una distancia entre el Ideal del yo y el objeto de la
pulsión que emerge del “amor narcisista”. Lo
que intento es repensar la idea de atravesar el fantasma en un fin de análisis. El trabajo consiste en
trabajarlo; trabajar las frases, las coagulaciones, rectificar el recorrido de
la pulsión por la vía del fantasma. No atravesar en el sentido de romper la pantalla, sí modificarla, porque sin pantalla no se podría
vivir. En tal caso la experiencia de análisis lo que podría dejar es una mayor
"plasticidad" de esa pantalla.
Finalmente entonces analizarse es hacer entrar al fantasma en discurso
por la vía que abre la transferencia.
Tal vez en el final se puede
enlazar algo del inicio, se leerá caso por caso. Tal vez ese significante
cualquiera que cae como efecto del deseo de analista en el inicio de la
transferencia, significante cualquiera que no es cualquiera significante: el
síntoma sobre el que el paciente cree saber algo; se parece, a ese significante
nuevo que representa a un sujeto al
final de un análisis: el saber hacer con su síntoma y… seguir analizándose.
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