Primera
parte
[1]Este es un tema que viene ocupando a
analistas practicantes y a sus maestros desde el inicio del
psicoanálisis. Leamos que decían cada uno de ellos en los tiempos del
psicoanálisis que les tocó vivir y atravesar. Lo repasaré brevemente, ya que
algunas de estas historias fueron haciendo marca.
En “Análisis
terminable e interminable” Freud
dice entre muchas otras cosas, que es un
asunto práctico y que todo analista debería hacerse de nuevo objeto de
análisis, quizás cada 5 años.
Ferenczi, dice que el análisis no es un
proceso sin término sino que puede ser llevado a un cierre natural si el
analista tiene la pericia y paciencia suficiente.
Otto Rank plantea la
necesidad de planificar el final como
regla técnica.
Melanie Klein, la voy a
citar un poco más a ella porque me parece que ha dejado una impronta fuerte en
muchos de nuestros análisis y analistas.
Cito: - “Se ha observado a menudo que la terminación de un análisis
reactiva en el paciente las situaciones más tempranas de separación… la
terminación puede definirse - tanto en niños como adultos- como la reducción de la ansiedad
persecutoria y depresiva, lo que presupone el análisis de la primeras
experiencias de duelo…la terminación de un análisis trae el surgimiento de
sentimientos penosos y hace revivir ansiedades tempranas; culminan en un estado
de duelo…el paciente tiene que llevar por su cuenta una parte del trabajo de
duelo”. Allí ubica Klein porqué después del análisis se consigue un mayor
progreso. Para ella es útil que el paciente conozca la fecha de finalización
con varios meses de anticipación. Para elaborar y disminuir el sufrimiento.
Otra indicación de Klein es que no era conveniente ver al paciente una vez
terminado el análisis por un tiempo, para que su presencia no se interpusiese
en su elaboración del duelo. Estas recomendaciones fueron muy tomadas y usadas
entre los analistas de por acá. En mi primer
análisis se trabajó el final de esa manera, se pactó con anticipación día y
hora… pero llegué tarde.
Lo que no estaba
contemplado, mi analista no supo que hacer con eso y entonces le dije chau y me fuí. Le dejé un regalito. Era
una especie de alhajero con forma de corazón. Evidentemente los problemas del corazón no habían terminado
allí aunque hubiéramos decretado el
final…sólo se los dejé, volví tiempo después buscando una derivación para
comenzar mi segundo análisis.
Si leemos atentamente, con Klein lo que no
está contemplado es el final de análisis para el analista que conduce. Freud de
alguna manera lo plantea al hablar de: volver cada cinco años, sin embargo de
esto se va a ocupar Lacan. De la estructura moebiana de ésta instalación y su
disolución.
Bleger también trabajó la
cuestión y es muy interesante su planteo para pensar algunos casos graves, que
también tendrán algún final posible.
Él habla del
encuadre como el depositario de la parte psicótica de la personalidad, de la
parte indiscriminada y no resuelta de los primitivos vínculos simbióticos. Según
Bleger el encuadre es mudo pero no por ello inexistente. Solo que entra en
una paradoja sin salida porque para que
caiga el encuadre hay que armar otro, es
un trabajo sistemático, dice él. Algo de esto sucede con el dispositivo de
pase. Se arma un dispositivo para trabajar lo que sucedió en otro dispositivo.
Para la concepción
lacaniana, el fin de análisis implica la
caída del lugar del sujeto supuesto saber, el establecimiento de la máxima
diferencia entre ideal y objeto, la experiencia de des-ser y la producción del
deseo de analista como resto.
De cómo se aproxima
cada quien a estas posiciones trabajará este artículo.
El dispositivo de
pase pensado por Lacan entiendo que trata de darle lugar a ese tiempo. Pero
después de leer muchos materiales sobre testimonios de pase y de escuchar a
algunos pocos colegas sobre sus experiencias de análisis creo que la escritura
es posible de distintas maneras. Lacan mismo dice que su pase es el dictado de
los seminarios.
En este sentido
entiendo que hay que partir de la concepción psicoanalítica del caso por caso y
de la capacidad de cada analista para moldear allí un recurso nuevo y creativo
con cada paciente.
Voy a ir
básicamente por el camino de la propia experiencia de mis propios análisis y
por el Seminario 24 de Lacan (clase
1y 2)- y el Seminario 11 (clase 3 y 20),
además de la Proposición del 9 de octubre.
Hay una frase que
me encontré diciendo un tiempo después de mi segundo análisis y cuando estaba
frente a un acto -tal vez para muchos de lo más común y sencillo-, sin embargo,
la frase fue: Esto no lo soñé. Era
algo en lo que estaba incursionando y sin darme cuenta estaba metida en cuerpo
y alma, gozando… era algo nuevo que ni siquiera había sido nombrado en el
transcurso de mi análisis, algo insospechado por mí. Esa frase me resonó
durante bastante tiempo, como es eso de estar en algo que ni siquiera se soñó,
fantaseó o anheló, ¿de qué se trataba? De algo absolutamente nuevo e impensado,
caído de quien sabe que nuevo lugar.
Entiendo
que nuestros análisis están hechos de eso, frases, restos de frases, retazos.
Frases dichas a tiempo, en tiempo, esas son las que quedarán como marcas.
También nuestra vida cotidiana, nuestra historia está hecha con frases, frases
dichas al pasar, en secreto, a los gritos, quedaron aquellas que hicieron
marca, porque fueron dichas al ritmo justo en el momento preciso. Aquellas que
trazaron el recorrido de la pulsión, el borde y su agujero. Sabemos que en un
análisis se produce una rectificación del recorrido de la pulsión. Recorrido que se articula en los
significantes de la demanda. Demanda que será apartada por la transferencia y
por la vía del “deseo de analista” será llevada a la pulsión nuevamente. (S.11,
clase 20) Es por ésta vía- de la transferencia y el rechazo de la demanda- que
se aísla el objeto “a” y se lo sitúa a la mayor distancia posible del Ideal.
La experiencia de un análisis lo que deja
entonces es la experiencia del inconsciente, produciendo esa rectificación. El
inconsciente es lo evasivo, lo que logramos asir en una estructura temporal
inaccesible a la contradicción y a la localización. Escapa al tiempo reloj. Se
trata de otro modo de tiempo, un tiempo lógico. Por eso Bleger se proponía
pescarlo en el encuadre.
¿No es acaso el
discurso el encuadre
para pescar al inconsciente?
Entonces el
inconsciente es de una estructura temporal nueva.¿De dónde emergió esa frase-esto no lo soñé- en un momento
de concluir que me ubicó en un nuevo instante
de ver, que no deja de ser misterioso? Recordemos
que la batería significante está dada desde el comienzo. Sobre esta base dice
Lacan que hay que introducir dos términos -requeridos por la función de la
repetición- el azar y la arbitrariedad.
Pero la función del
significante y la letra hacen a su no arbitrariedad. No es tan azaroso en ese
sentido sino que está desde el inicio en la “lalengua de ese sujeto o sea de la
aprehensión que hizo del conjunto de la batería significante”.
“Yo” no lo soñé…pero estaba en “eso” (el
inconsciente). “Eso” en francés es el ello, el
inconsciente
Sigamos ahora el
camino de la liquidación de la transferencia:
Lacan en el Seminario11, clase XX “En ti más que
tu”, plantea allí que todos se llenan la boca con el término liquidación de la
transferencia y dice: “Si la
Transferencia es la puesta en acción del inconsciente, mediante la liquidación
de la tranferencia se liquida el inconsciente? ¿Ya no tenemos inconsciente
después de un análisis?”
¿O es el sujeto al que se le supone saber quien tiene que
ser liquidado? Y el mismo se contesta : “Sería muy peculiar que al Sujeto al que se le supone saber algo sobre uno y que de
hecho nada sabe de eso, pueda
considerarse liquidado en el momento en que al final del análisis , empieza
precisamente a saber algo, al menos sobre uno.”
En tal caso lo
que se liquida es la relación narcisista por la que el sujeto se hace objeto
amable.
Estamos hablando de
la identificación que constituye el fantasma, que se escribe: i(a). Allí en el sustrato del fantasma
la pulsión parcial está operando.
Interpreto que la
presencia del analista permite que el “a”, aunque invisible, se encarne, y sea
el que reine en el dispositivo analítico. Así permite que el fantasma se
despliegue en la transferencia. En este sentido el analista a aniquilar está
formando parte de la escena, si es que hay análisis, y en tal caso la
rectificación del recorrido de la pulsión pasará por allí. Una intervención
acertada permite rectificar ese recorrido.
Recordemos que el
fantasma sostiene la repetición. Es decir, se va a repetir de acuerdo a esta
lógica y a esta estructura del fantasma.
Por esa razón, tiende a la fijeza. Y a mayor fijeza, más complicada se
le puede hacer la vida a alguien. Aún dentro de la fijeza, se produce una
secuencia temporal gramatical. Entonces atravesar ese fantasma, será trabajar
esas coagulaciones, esas letras, produciendo otra escritura. Otra estructura
gramatical. Plantear el fin de análisis con el atravesamiento del fantasma es
plantear sólo un aspecto del recorrido de un análisis, que puede darse de
distintas maneras en distintos tiempos de la construcción gramatical por la que el sujeto es representado.
Sabemos que el
discurso del amo es el que funda al
inconsciente, es allí donde se produce la caída del objeto por la vía de la división
subjetiva,
(en la parte de
abajo del discurso del amo ya están los elementos que después van a dar lugar a la
fórmula del fantasma. El sujeto
articulado al objeto $ ◊ a).
Se trata de
momentos diferentes en relación al objeto, que además no es el mismo en cada
momento pero tampoco es otra cosa que el objeto”a”: el objeto de la pulsión, el
objeto del fantasma y el analista semblanteando ese objeto en el discurso del
analista. Repaso el tema para pensar la función del objeto en distintos momento
de la constitución subjetiva y luego la destitución. Por eso pensar el fin de
análisis como atravesamiento del fantasma no alcanza.
[1] Parte del material
trabajado en este artículo surge de la clase dictada por la autora en el Seminario: Siglo XXI: Novedades en la
dirección de la cura, durante el año 2005. Seminario a cargo de Sergio
Rodríguez
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