miércoles, 12 de junio de 2013

Escenas de la vida cotidiana en una villa de emergencia II- Intervenciones Psicoanalíticas.

En el escrito anterior quedó planteado el tema: La confianza o mejor dicho, la falta de confianza que se instaló a partir de robos en el ámbito de la familia.
La confianza y su falta, en transferencia.

Llegamos puntualmente con el pastor -a la casa de la familia que visitamos regularmente- y el clima estaba tenso, había una especie de danza macabra que no era habitual, casi no se miraban. Estaban esquivos, enojados. El tema que empezó a desplegarse  muy fragmentadamente es que -falta plata, me robaron- dice la hija  mayor. -Yo tenía $400 y me los sacaron
- ¿Acá adentro? Pregunto ingenuamente.
- Y sí, alguien de acá. Esto está pasando hace rato.
Todos y cada uno tienen una experiencia para contar sobre el tema, a todos les faltó algo y nadie dice nada directamente ni hay acusaciones, sólo miradas cómplices entre los que parecen saber de qué se trata. El Bebe (otro de los hijos) y su mujer no hablan, son los únicos callados. Nuevamente y como planteo en otro artículo de este número[1], nadie quiere romper la masa. En medio de esta tensión se decide que pondrán una llave en la última pieza, la del Bebe y su mujer. A él le faltó algo, poca cosa, hace un tiempo.
Decidieron balizar el terreno (me entero en conversaciones individuales que todos los cañones apuntan a la mujer del Bebe y él ni enterado. Ella lo engaña en varios sentidos). Por eso “la llave irá en su pieza y si a él le vuelve a faltar algo quedará evidenciado quién fue.”
Con este acuerdo tácito y una aparente calma nos retiramos.
Les adelanto el final, nunca más faltó nada. O sea, estuvieron muy bien en la estrategia que pensaron para evitar una fractura familiar violenta. Emma, la madre, no quiere que el Bebe se vaya a lo de los suegros. Entre otras cosas porque es el único que trabaja actualmente. Pero además la familia de ella es non sancta para Emma, es decir también tiene que ver con el cuidado.

En el siguiente encuentro se repite el triste y conocido:- está todo bien.
Intervengo recordando el tema de la semana anterior, algo así como que no se hagan los tontos, que se trata de un tema que antes estuvo en relación a la hermana menor[2], - sólo que sin tantos riesgos de ruptura o enfrentamientos- a ella no le importa robarles y que lo sepan porque se considera tributaria de eso que les roba. -Si no me lo dan lo tomo, yo me lo merezco soy la más carenciada de todos. En realidad, es la que más tiene empeñado su cuerpo. Lo empeña con algún “novio” con dinero y pieza propia.
Entonces, en medio del “está todo bien”, es que el Negro[3] desde el marco de la puerta ametralla:
- Mirá, déjense de joder, porque estamos bien, el otro día después que ustedes se fueron nos quedamos re mal. Nos peleamos todos contra todos, esto fue un quilombo. Para ustedes es fácil vienen tiran la bomba y se van.
Ahí, justo ahí, es que lo freno. –¿vos crees que la bomba no está acá, que las cosas pasan porque las hablamos, o el problema está acá?
También justo ahí es que el pastor ofendido e histriónicamente, retruca.
- Ah bueno!! si el problema somos nosotros entonces nos vamos, y empieza a saludar a todos muy afectuoso pero impiadosamente. Mientras la mayoría decía: -“no, eso piensa el Negro, -Yo no, -Yo tampoco”,  y así finalmente el Negro apenadísimo insiste en hablar. (Es evidente que se empiezan a dividir en sus posiciones, no a fracturarse)
Y ahí, justito ahí, nuestro protestante pastor se dirige al modesto aparador, toma un vaso y se para en medio de la escena, los pibes hacían chistes tratando de aflojar-: “No!! No lo tires!! Se va a romper!!”
-Ah... ¡¿si la tiro se rompe?!, dice el pastor
-Sí, dejate de joder que hay pocos
- ¿Si se rompe que pasa?
-Y no sirve más, o por ahí se puede pegar
-Ah… ¿Y acá que se rompió?
-La confianza, dijo el Negro
Fin de la danza macabra, se abrió el discurso.
El protestante pastor –como lo nombro amablemente- se sentó calmado y empezamos a hablar sobre el tema de la confianza. Tema que se pone en acto -y en el que entra a jugar mi función - cada vez que uno de ellos habla conmigo en privado sobre los otros y luego en la ronda general obviamente no puedo decir nada de lo escuchado. Cada uno trata de saber que me dijo el otro. Algo bastante parecido a lo que hacen con la madre. Hay allí un llamado a que mi función en transferencia sea ocupar ese lugar de objeto idéntico para todos (como la madre) y diferente con cada uno (como la madre no puede hacer). Casi la misma estrategia que usaríamos cuando enfrentamos el tratamiento de algunas simbiosis. La gran diferencia en esta ocasión es que tengo la posibilidad de intervenir en el lugar, tal vez desde una posición “entre” analista / acompañante terapéutico. Contando con las paredes, los olores y los colores de la escena.
Vuelvo entonces a la intervención del pastor, que fue decisiva. Tomó un vaso y concretamente dramatizo el drama.
Luego de lo concreto del acto con un elemento concreto y visualmente claro, luego vino la palabra. La palabra aun hoy sigue circulando y va tomando diferentes sentidos. La palabra confianza se volvió así significante.
Ellos operaron así desde el inicio: Colocaron una llave en la puerta indicada y desde ahí produjeron un cambio sin confrontaciones ni acusaciones. Pero la gran diferencia entre el primer y el segundo acto es que en el primero no hay ni culpa ni responsabilidad, sino algo así como estrategia de guerra frente a un enemigo común. La pista me la dan además, las palabras que elegí a la hora de narrar la historia: apunta, cañones, ametralla (ver negritas).
En el segundo acto hay culpa y porque no, deuda, con su querido pastor que se retiraba ofendido.
Si algo de la deuda se empieza a instalar tal vez salir de la cueva tenga algún sentido para estos jóvenes.



[1] Sección Práctica: “Una maja de Botero en la villa”
[2] Ver Psyche 82: “Mejor puta que limpia baños de señora” de Sergio Rodríguez..
[3] Ver psyche 81: “Yo nací” de Sergio Rodríguez

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