Primero les cuento
que para pensar y escuchar un caso trato de tomar en cuenta dos o tres
articuladores teóricos que nos dejó Lacan: el nudo, los discursos y los tiempos
lógicos. Por otro lado, el caso no es sin el o la analista que relata, que está
con el paciente y que pone el cuerpo. Es decir no es sin la Transferencia. Tenemos
ahí un elemento fundamental en cualquier relación humana no sólo analítica, sólo
que los analistas solemos ser los que operamos con ella.
En este caso,
Verónica y yo compartimos un espacio de trabajo que supo armar allí una
Transferencia de trabajo y en ese caldo, en ese clima, surge el relato de este
caso. A mi me parece muy alentador que las cosas emerjan de ese modo. Son
además encuentros poco formales en cuanto a forma, lo mismo me sucedió con
Marisa que atiende a la mamá de la criatura y a veces en 15 minutos y de pasillo le damos una vuelta al
caso. Creo que se trata del entrenamiento que todos nosotros tenemos al
trabajar con urgencias, en condiciones poco favorables y a contra reloj.
Verónica en su
primer relato me transmite toda la complicación que se anuda en la relación
llamémosle: familia-escuela- salud mental- justicia. Hay por lo menos cuatro instituciones en juego entramadas en el
motivo de consulta. La analista está implicada en dos (salud y educación). La
situación es compleja a la hora de la escucha sobre todo porque se nos
anteponen nuestros conocimientos previos…lo que se supone puede pasar…
Creo que su logro
fue poner en espera esos pre-textos - relacionados con el instante de ver- para
escuchar a Fernando un poco más. También a la mamá.
En el primer golpe
de vista era claro que se hacía necesaria una derivación...pero aun no…había
que trabajar la separación.
Dice Verónica “En ese primer encuentro Fernando estaba en
brazos de su mamá medio dormido,” “En el primer encuentro Fer acepta entrar al
consultorio con la puerta entreabierta y los papás afuera. Lo primero que dice
es “no quiero hablar,” “no sé cosas de piratas,” “no sé canciones de la selva”.
Es evidente
que se instaló un tiempo de comprender,
a veces el más difícil ya que implica no entender nada, significa soportar lo
que Ulloa llamó: las conexiones insólitas. Hecho que se nos confirma cuando al
hacer la derivación esta mamá concurre a
esa consulta con su otro hijo, bebé. Ella es la que necesita a sus hijos para
sostenerse, Bueno, no es tan grave ni tan raro… ¿quien no se abrazó a su niño
frente a una gran angustia?
El “no” de Fer es
alentador. Es el “no” estructurante, el
que marca el momento de separación entre “yo y otro”. Sabemos que es entre los 3 y 4
años que se instala y luego en la adolescencia. El arte esta en poder
soportarlo. Verónica lo tuvo, no trató de convencerlo y se puso a jugar.
Sigue la analista: “A partir del segundo encuentro viene
acompañado por la mamá y como ella se tiene que ir al hospital se queda solo
conmigo”. Podríamos decir que el
“no” esta cumpliendo su función.
Comenta Vero que en
otra sesión entra diciendo: “soy pequeño
y quiero ser grande”, me indica que
dibuje un castillo y el nombra a la reina y le digo que entonces la dibuje él y
dice “las nenas son reinas” “yo no soy reina, soy rey”.
Por la intervención
del “no” la diferencia esta instalada. El pronóstico es alentador.
Un tema que creo es
central en este caso es cómo un triste y penoso episodio que puede marcar la
vida de una criatura de una manera tremenda, sin embargo al ser trabajada y
articulada a los significantes de que se disponen sin caer en posiciones
reivindicativas o victimizantes permiten que dicho episodio entre a formar
parte del entramado simbólico de esta criatura.
Es importante pensar en cómo cada niño y cada uno
de los miembros de su familia articulan dicha
situación en su particular anudamiento Real, Simbólico e Imaginario. Esto se
hace evidente en el modo diferente en que cada uno de los padres enfrenta el
problema: el padre grita, la madre se pregunta.
Si sabemos que un niño
aloja en su cuerpo las marcas que sus
padres desean trazar para sostenerse ellos mismos como sujetos, en estos casos
encontramos a veces un gran problema. Cuando los padres encuentran en el
episodio un punto de sostén a sus reivindicaciones o a la razón de su vida o
vaya uno a saber qué tipo de goce.
Provocando a veces un detenimiento o deterioro de la estructuración
de la estructura significante.
Intento decir -con
lo delicado y feo que esto puede sonar- que a veces no es el episodio en sí
mismo (siempre y cuando nos sea violento en el sentido de inflingir dolor y
maltrato) sino cómo es tramitado por la
familia, sobre todo cuando se trata de un niño tan pequeño, un niño alienado
aun al discurso de los padres y que encuentra en el consultorio la posibilidad
de empezar a decir que no.
Dice Vero sobre el
final: “En las sesiones se vuelve mas
curioso y explorador ( toca) , se interesa por otros juegos, juegos de competir
con reglas que intenta cambiar a su antojo.”
Con este juego nos
hace saber que reconoce las reglas, la
ley simbólica empieza a funcionar. También es muy importante la función del
trazo (hay dos dibujos muy importantes) ya que hablan de que hay un recorrido que esta criatura esta
pudiendo hacer. Hace marcas, está armando su gramática pulsional, dice: “No todos los profesores de música tocan la
cola”. Es impactante la función significante, ya que los profesores de música
“tocan”…instrumentos musicales. Su mamá “le toca” la cola. Los tiempos de la
pulsión se están haciendo presentes...él se hace tocar al decir que le duele.
Pasa de una posición pasiva a una activa.
El juego -dice
Lacan- es siempre juego significante pero no por eso inmaterial.
Lo que siguió fue
un interesante debate entre residentes, supervisores y el director del área.
Dicho intercambio lamentablemente no fue grabado.
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