jueves, 6 de junio de 2013

Talleres con chicos “en conflicto con la ley” –Entrevista a Claudia Stella.

Silvia Sisto: -Claudia, me interesa que cuentes tu experiencia al frente del Taller de Narración Oral y Música, para chicos “en conflicto con la ley”, como vos los nombraste.
Claudia Stella: - El taller forma parte de un programa pensado por un asistente social, Vicente (Enzo) Saíta, que trabaja en minoridad en los tribunales de Morón. Él veía que la única respuesta institucional para chicos que cometieron delitos es la Silvia Sisto: -Claudia, me interesa que cuentes tu experiencia al frente del Taller de Narración Oral y Música, para chicos “en conflicto con la ley”, como vos los nombraste.
Claudia Stella: - El taller forma parte de un programa pensado por un asistente social, Vicente (Enzo) Saíta, que trabaja en minoridad en los tribunales de Morón. Él veía que la única respuesta institucional para chicos que cometieron delitos es la internación en Institutos de Menores, y se le ocurrió llevar adelante esta idea, hoy concretada. Los que acuden al programa son chicos bajo custodia del juez, derivados por él, que cometieron algún delito, con causas abiertas, en situación ambulatoria. Algunos viven con sus familias, otros están en un Centro de Contención. Está sustentado por el Gobierno de la Provincia de Buenos Aires y trabaja conjuntamente con la Asociación Civil Salud Activa la que, entre otras cosas, nos brinda las instalaciones. 
S.S.: -¿Qué talleres hay?
C.S.: -Uno de Integración y Recreación, otro de  Expresión Artística y Artesanía, el taller de Derechos Humanos, y el nuestro que coordinamos Pablo Bertone (músico) y yo (narradora oral). Buscamos que los chicos puedan expresarse artísticamente, musicalmente, y en palabras. El año pasado, estuve en el programa y lo dejé, estaba saturada. Hay que tener un manejo de la frustración muy grande, uno puede  querer abrir ciertos espacios, inquietudes, y ellos…por ahí no…Pero sobre todo porque uno puede trabajar mucho en esas pocas horas pero el problema nos trasciende y el sistema a estos chicos, como a tantos otros, no les da una respuesta. Por ejemplo, los que están en el Centro de Contención, no saben cuanto tiempo tienen que permanecer allí, cuánto tiempo dura su castigo. Eso les genera una ansiedad enorme.
S.S.: -¿Cómo se llevan con vos en el taller?
C.S.: -Bien, pero la relación de ellos con las mujeres es todo un tema. Este año es más relajado por la presencia de Pablo. Se ponen más “pavos” conmigo, muy en contra, o vergonzosos, o más osados. Sin duda, con quien tienen grandes problemas es con sus madres, aunque no planteados como problemas. Por el contrario son grandes amores, penas. Las madres son las que sufren mucho y ellos tienen mucha culpa, parece que la victimas ahí fueran las madres. Y uno desde afuera ve claramente que fueron chicos abandonados en su propio hogar. A muchos de ellos les resultó fácil a los catorce años o antes, dejar la casa, quedando a expensas de un medio brutal, donde aprendieron “el oficio”. ¿Y la madre? no hubo una madre ahí que reaccionara. Esto de la madre del preso… parece ser todo un tema, incluso es un clásico el tatuaje que dice “MADRE”. Nadie se enoja con la madre. Tampoco aparece el padre. Nunca. Aunque esté, no lo nombran. Es raro.
S.S.: -¿Y en la relación con vos?
C.S.: -Es ambivalente como dije, son sumamente respetuosos, bastante tímidos. Poca confianza en ellos, son adolescentes! Este año se rebelaron algunos, sobre todo uno de ellos se había puesto muy agresivo, porque las tareas que planteábamos eran para ellos de mucha exposición. Tuvimos que replantear el trabajo. Creo que tuvimos que pelearnos mucho para volver a trabajar.
S.S.: -Qué bueno, si no pueden pelearse con la madre…
C.S.: -Si, se pelearon conmigo. Les dije que estaba harta, que no tenía por qué bancarme esas agresiones, o la falta de voluntad para el trabajo, y que iba a pensar si iba a seguir o no con el taller. Con este grupo a veces siento, que necesitan llegar al límite.
S.S.: -Encontrarlo a lo mejor…
C.S.: -Claro, llegar al extremo, para encontrar un límite. Después apareció la preocupación, le decían a Pablo: -“Che, no era para tanto, no queríamos cagar todo ¡Qué hicimos!” Me pareció muy simbólico, sentí que eso debe pasarles todo el tiempo. Después de eso empezamos a trabajar muy bien. Nosotros cambiamos las actividades. Ellos tienen mucho miedo a mostrarse, a trabajar con el cuerpo, no quieren jugar, y lo dicen así:- “¡Usted sabe que yo no juego! ¡Yo-no- jue-go!”
S.S.: -Es que son chicos que lo hicieron de verdad no “de jugando”.
C.S.: -Natalia Sambucetti (psicóloga del programa), plantea que a ellos les resulta muy fácil “hacer” por eso no quiere que se les proponga  “hacer por hacer”. Hacen, ponen el cuerpo, no precisamente para el juego. Nuestro taller propicia “el decir”, pensar, imaginar sobre cosas reales o ficticias. Los sacamos un poquito del hacer sin pensar. La frase que elegimos como motivadora de nuestro taller, es de la ONU de 1990, y dice: “Ser alfabeto significa no solo saber leer y escribir, sino poder asumir una voz, un espacio para actuar en su propia  sociedad”. Cuando la leímos juntos,  primero decían que no la entendían, están muy poco escolarizados, la mayoría esta haciendo la escuela primaria. Pero comprenden más de lo que ellos mismos creen. Luego surgió la pregunta “¿Qué es asumir una voz?”, y todos coincidieron en que votar es una forma. Parece que la única forma de participación que conocen es esa, a través del voto. A ninguno se le ocurrió que hacer un piquete o una marcha es participar.
S.S.: -Organizarse, discutir un proyecto…
C.S.: -No, claro, entonces les pregunté ¿Qué pasó en el 2001? Se acordaban, sobre todo de los saqueos. Les pregunté si eso no era asumir una voz y se quedaron pensando, creo que preocupados porque excedía el marco legal. Es muy contradictorio el tema con la ley, porque por un lado ven como válido el discurso escolar, social, institucional de las formas de participación, de lo que está bien y lo que está mal y sin embargo transgreden la ley. Cuando uno les plantea esta contradicción se sienten perdidos, aparece la queja. Otra cosa que empezó a pasar en el taller, es que hay un espacio de libertad y no saben qué hacer con eso, necesitan que uno les diga si está bien o si está mal, todo el tiempo.
S.S.: -Ellos no usan ese espacio de libertad para hablar y para contar su historia…
C.S.: -Sí y no. Algunas cosas, sí. Otras, más comprometidas, no. Creo que nos asocian con el juez. De alguna manera uno está de ese lado.
S.S.: -De todas maneras no esta tan mal quedar del lado del juez en estas circunstancias.
C.S.: -Sí, este año en nuestro taller nos pusimos más duros con normas de convivencia. Está prohibido fumar dentro de las aulas, tienen que limpiar las cosas que ensucian y ordenar. Parece lógico, pero no lo es. Hay que plantearlo. Y lo cumplen perfectamente.
S.S.: -Empieza a introducirse algo de la cultura en estos chicos.
C.S.: -Para ellos nada que les implique esfuerzo es bueno. Les cuesta moverse, pararse, siempre están cansados. Son también producto de una época terrible en el país, y todo eso está presente en ellos.
S.S.: -El taller es para contar, ¿Qué cosas cuentan?
C.S.: -Tenemos dos objetivos: el primero es que ellos puedan reconstruir su propia historia en un relato, que puedan “contarse” y es muy complicado, porque parece que no tuvieran recuerdo de su historia, de familia, de la infancia. Dicen que no se acuerdan.
Trabajan mucho con collage, recortando palabras, imágenes, escriben con dificultad,  el collage subsana un poco la dificultad.
S.S.: -Es que no hubo infancia, no hay familia, lo único que podrían tal vez  relatar es el tema de la calle, pero lo tienen vedado por estar desconfiados…
C.S.: -El grupo del año pasado a veces hablaban en código entre ellos. En el Centro de Contención son penalizados si hablan así. Nosotros no planteamos nada al respecto y se ve que no tienen la necesidad de hacerlo. El grupo de este año es más inocente, al menos los siento así, en el sentido de ingenuos. Se ríen mucho, por ejemplo. No puedo dejar de pensarlos en relación con una realidad política clara, son producto de años terribles. En otro momento histórico hubieran sido hijos de obreros, con posibilidad de pensar un futuro de progreso, pero hoy…qué posibilidades tienen?
S.S.: -¿Captás cierta dificultad para entrar en lazo social?
C.S.: -Aparece poco lo individual, se mueven medio en masa, si fuma uno fuman todos. De a poquito empieza a aparecer la individualidad, es parte de nuestro objetivo, trabajar la identidad.
S.S.: -El trabajo de ustedes es tratar de sacarlos de esa posición de masa.
C.S.: -Sí, y es difícil. Hay categorías grupales: “los pibes”, “el barrio”, “la esquina”. El bardo, y ellos están ahí, como atrapados en esa gelatina. En un trabajo tenían que poner lo feo del barrio y coincidieron todos en que lo feo era “la noche” y “el bardo” como algo que los acosa. Y por otro lado creo, “la ley”, representada por la policía, que cumple un rol muy difícil y jodido para ellos. Por supuesto la odian, creo que porque no manda un mensaje claro. Le tienen miedo, le tienen bronca, pero se sabe que en los barrios hay chicos que “trabajan” para la policía, a veces es una forma de poder robar tranquilos, entonces???... ¿Dónde está la ley?  Se les manda mensajes muy ambiguos.
S.S.: -Son mensajes enloquecedores.
C.S.: -Sí, absolutamente. Por eso yo siento que ellos nos piden a nosotros, los docentes, mensajes claros y coherencia. Algunos grupos de música rock que ellos descubren ahora, yo los escuchaba a los 20 años. Les conté que yo iba siempre a los recitales de Los redonditos de Ricota y no les gustó mucho. Ellos necesitan que yo sea esta mujer que soy ahora, joven pero “una mina grande”, como dicen. Nada de pensar que puedo haber ido a descontrolar a un recital de los Redondos. Creo que tiene que ver con eso. Algunas de las mamás de ellos tienen mi edad.
S.S.: -Volviendo al tema de la relación con las mujeres, ¿hubo algún trabajo que lo bordeara?
C.S.: -Propusimos que una hoja del diario personal que están armando, se llamara “Mis mujeres”, como hay otra “Mis amigos”, etc. Mujeres familiares, las queridas, las soñadas, todas. A mí me llamó mucho la atención que no aparecieran las madres, o no con tanto fanatismo como esperaba… De a poquito cada uno está armando este diario y reconstruyendo su historia. Por otro lado vamos trabajando la ficción. Intentamos varios juegos de relato espontáneo, inventando historias y les da vergüenza, patinan en lo mismo, aparece el barrio, la droga, nada nuevo. Entonces se me ocurrió llevarles una historieta sobre un personaje llamado el Escupitajo, y les gustó. Primero leyeron algo de este personaje pero luego tenían que completar los cuadritos ellos, armar una historia en relación a las imágenes que mostraba al Escupitajo en diferentes situaciones. Hicieron ficción…También hacen música, tocan instrumentos pero hay que ser muy sutiles, tienen que llegar a eso “sin darse cuenta”, porque ellos parten de la idea de que no pueden inventar porque no son escritores, ni tocar porque no son músicos.
S.S.: -Seguramente les permite despegarse de ellos. Hay otro personaje allí.
C.S.: -Fue muy interesante, porque el Escupitajo va al analista, nadie lo quiere porque es feo y hasta el analista mientras él habla, hace crucigramas. Sin embargo el tipo sale bien de la sesión. Uno de los chicos dijo: Sale mejor porque se desahogó.  Quedó claro que para ellos es importante decir aunque les cueste y se resistan.
S.S.: -Te convocan a inventar. Es difícil armar una historia con lo poco que disponen.
C.S.: -El año pasado, al terminar cada encuentro, contaba un cuento y se enganchaban. Este año probé contar un cuento en capítulos. Armamos los cinco minutos del cuento, Pablo toca un instrumento que es como un llamado, y ya quedó instaurado. Suena el llamado y se inicia el momento del cuento. Con esto apareció la decepción con el “continuará”.
S.S.: -Fijáte que de alguna manera los ayudás a introducirse en la frustración. Les das algo y se lo retirás antes de que termine para volver a retomarlo después.
C.S.: -Y en el próximo encuentro ellos tienen que recordar hasta donde llegamos. Y se acuerdan de todo, con detalles. El primero de estos cuentos fue “El Hombre que ríe” de Salinger, fue fantástica la recepción. Y ahora empezamos con “El Hombre invisible” de H. G. Wells, uno de ellos me dijo:- ¿Quién es?¿El primo de “El hombre que ríe”? Y me dio una gran idea, en algún momento les voy a pedir que armen ese encuentro.
S.S.: -Ese pibe armó una trama. Y me parece que les diste la posibilidad de que empiecen a armar una familia.
C.S: -Por lo menos ficcional, y distinta a lo conocido.
Cuando volvíamos en un taxi con Claudia camino cada una a lo suyo, ella recuerda la siguiente anécdota:
En el encuentro del cierre del taller del año pasado, el coordinador, les pregunta a los chicos delante mío si piensan que este taller les sirvió. Uno, que este año pidió repetir, le contesta: -No.
Y a los minutos dice: -Bueno, no sé si no, quizá me sirvió y todavía no me di cuenta.” en Institutos de Menores, y se le ocurrió llevar adelante esta idea, hoy concretada. Los que acuden al programa son chicos bajo custodia del juez, derivados por él, que cometieron algún delito, con causas abiertas, en situación ambulatoria. Algunos viven con sus familias, otros están en un Centro de Contención. Está sustentado por el Gobierno de la Provincia de Buenos Aires y trabaja conjuntamente con la Asociación Civil Salud Activa la que, entre otras cosas, nos brinda las instalaciones. 
S.S.: -¿Qué talleres hay?
C.S.: -Uno de Integración y Recreación, otro de  Expresión Artística y Artesanía, el taller de Derechos Humanos, y el nuestro que coordinamos Pablo Bertone (músico) y yo (narradora oral). Buscamos que los chicos puedan expresarse artísticamente, musicalmente, y en palabras. El año pasado, estuve en el programa y lo dejé, estaba saturada. Hay que tener un manejo de la frustración muy grande, uno puede  querer abrir ciertos espacios, inquietudes, y ellos…por ahí no…Pero sobre todo porque uno puede trabajar mucho en esas pocas horas pero el problema nos trasciende y el sistema a estos chicos, como a tantos otros, no les da una respuesta. Por ejemplo, los que están en el Centro de Contención, no saben cuanto tiempo tienen que permanecer allí, cuánto tiempo dura su castigo. Eso les genera una ansiedad enorme.
S.S.: -¿Cómo se llevan con vos en el taller?
C.S.: -Bien, pero la relación de ellos con las mujeres es todo un tema. Este año es más relajado por la presencia de Pablo. Se ponen más “pavos” conmigo, muy en contra, o vergonzosos, o más osados. Sin duda, con quien tienen grandes problemas es con sus madres, aunque no planteados como problemas. Por el contrario son grandes amores, penas. Las madres son las que sufren mucho y ellos tienen mucha culpa, parece que la victimas ahí fueran las madres. Y uno desde afuera ve claramente que fueron chicos abandonados en su propio hogar. A muchos de ellos les resultó fácil a los catorce años o antes, dejar la casa, quedando a expensas de un medio brutal, donde aprendieron “el oficio”. ¿Y la madre? no hubo una madre ahí que reaccionara. Esto de la madre del preso… parece ser todo un tema, incluso es un clásico el tatuaje que dice “MADRE”. Nadie se enoja con la madre. Tampoco aparece el padre. Nunca. Aunque esté, no lo nombran. Es raro.
S.S.: -¿Y en la relación con vos?
C.S.: -Es ambivalente como dije, son sumamente respetuosos, bastante tímidos. Poca confianza en ellos, son adolescentes! Este año se rebelaron algunos, sobre todo uno de ellos se había puesto muy agresivo, porque las tareas que planteábamos eran para ellos de mucha exposición. Tuvimos que replantear el trabajo. Creo que tuvimos que pelearnos mucho para volver a trabajar.
S.S.: -Qué bueno, si no pueden pelearse con la madre…
C.S.: -Si, se pelearon conmigo. Les dije que estaba harta, que no tenía por qué bancarme esas agresiones, o la falta de voluntad para el trabajo, y que iba a pensar si iba a seguir o no con el taller. Con este grupo a veces siento, que necesitan llegar al límite.
S.S.: -Encontrarlo a lo mejor…
C.S.: -Claro, llegar al extremo, para encontrar un límite. Después apareció la preocupación, le decían a Pablo: -“Che, no era para tanto, no queríamos cagar todo ¡Qué hicimos!” Me pareció muy simbólico, sentí que eso debe pasarles todo el tiempo. Después de eso empezamos a trabajar muy bien. Nosotros cambiamos las actividades. Ellos tienen mucho miedo a mostrarse, a trabajar con el cuerpo, no quieren jugar, y lo dicen así:- “¡Usted sabe que yo no juego! ¡Yo-no- jue-go!”
S.S.: -Es que son chicos que lo hicieron de verdad no “de jugando”.
C.S.: -Natalia Sambucetti (psicóloga del programa), plantea que a ellos les resulta muy fácil “hacer” por eso no quiere que se les proponga  “hacer por hacer”. Hacen, ponen el cuerpo, no precisamente para el juego. Nuestro taller propicia “el decir”, pensar, imaginar sobre cosas reales o ficticias. Los sacamos un poquito del hacer sin pensar. La frase que elegimos como motivadora de nuestro taller, es de la ONU de 1990, y dice: “Ser alfabeto significa no solo saber leer y escribir, sino poder asumir una voz, un espacio para actuar en su propia  sociedad”. Cuando la leímos juntos,  primero decían que no la entendían, están muy poco escolarizados, la mayoría esta haciendo la escuela primaria. Pero comprenden más de lo que ellos mismos creen. Luego surgió la pregunta “¿Qué es asumir una voz?”, y todos coincidieron en que votar es una forma. Parece que la única forma de participación que conocen es esa, a través del voto. A ninguno se le ocurrió que hacer un piquete o una marcha es participar.
S.S.: -Organizarse, discutir un proyecto…
C.S.: -No, claro, entonces les pregunté ¿Qué pasó en el 2001? Se acordaban, sobre todo de los saqueos. Les pregunté si eso no era asumir una voz y se quedaron pensando, creo que preocupados porque excedía el marco legal. Es muy contradictorio el tema con la ley, porque por un lado ven como válido el discurso escolar, social, institucional de las formas de participación, de lo que está bien y lo que está mal y sin embargo transgreden la ley. Cuando uno les plantea esta contradicción se sienten perdidos, aparece la queja. Otra cosa que empezó a pasar en el taller, es que hay un espacio de libertad y no saben qué hacer con eso, necesitan que uno les diga si está bien o si está mal, todo el tiempo.
S.S.: -Ellos no usan ese espacio de libertad para hablar y para contar su historia…
C.S.: -Sí y no. Algunas cosas, sí. Otras, más comprometidas, no. Creo que nos asocian con el juez. De alguna manera uno está de ese lado.
S.S.: -De todas maneras no esta tan mal quedar del lado del juez en estas circunstancias.
C.S.: -Sí, este año en nuestro taller nos pusimos más duros con normas de convivencia. Está prohibido fumar dentro de las aulas, tienen que limpiar las cosas que ensucian y ordenar. Parece lógico, pero no lo es. Hay que plantearlo. Y lo cumplen perfectamente.
S.S.: -Empieza a introducirse algo de la cultura en estos chicos.
C.S.: -Para ellos nada que les implique esfuerzo es bueno. Les cuesta moverse, pararse, siempre están cansados. Son también producto de una época terrible en el país, y todo eso está presente en ellos.
S.S.: -El taller es para contar, ¿Qué cosas cuentan?
C.S.: -Tenemos dos objetivos: el primero es que ellos puedan reconstruir su propia historia en un relato, que puedan “contarse” y es muy complicado, porque parece que no tuvieran recuerdo de su historia, de familia, de la infancia. Dicen que no se acuerdan.
Trabajan mucho con collage, recortando palabras, imágenes, escriben con dificultad,  el collage subsana un poco la dificultad.
S.S.: -Es que no hubo infancia, no hay familia, lo único que podrían tal vez  relatar es el tema de la calle, pero lo tienen vedado por estar desconfiados…
C.S.: -El grupo del año pasado a veces hablaban en código entre ellos. En el Centro de Contención son penalizados si hablan así. Nosotros no planteamos nada al respecto y se ve que no tienen la necesidad de hacerlo. El grupo de este año es más inocente, al menos los siento así, en el sentido de ingenuos. Se ríen mucho, por ejemplo. No puedo dejar de pensarlos en relación con una realidad política clara, son producto de años terribles. En otro momento histórico hubieran sido hijos de obreros, con posibilidad de pensar un futuro de progreso, pero hoy…qué posibilidades tienen?
S.S.: -¿Captás cierta dificultad para entrar en lazo social?
C.S.: -Aparece poco lo individual, se mueven medio en masa, si fuma uno fuman todos. De a poquito empieza a aparecer la individualidad, es parte de nuestro objetivo, trabajar la identidad.
S.S.: -El trabajo de ustedes es tratar de sacarlos de esa posición de masa.
C.S.: -Sí, y es difícil. Hay categorías grupales: “los pibes”, “el barrio”, “la esquina”. El bardo, y ellos están ahí, como atrapados en esa gelatina. En un trabajo tenían que poner lo feo del barrio y coincidieron todos en que lo feo era “la noche” y “el bardo” como algo que los acosa. Y por otro lado creo, “la ley”, representada por la policía, que cumple un rol muy difícil y jodido para ellos. Por supuesto la odian, creo que porque no manda un mensaje claro. Le tienen miedo, le tienen bronca, pero se sabe que en los barrios hay chicos que “trabajan” para la policía, a veces es una forma de poder robar tranquilos, entonces???... ¿Dónde está la ley?  Se les manda mensajes muy ambiguos.
S.S.: -Son mensajes enloquecedores.
C.S.: -Sí, absolutamente. Por eso yo siento que ellos nos piden a nosotros, los docentes, mensajes claros y coherencia. Algunos grupos de música rock que ellos descubren ahora, yo los escuchaba a los 20 años. Les conté que yo iba siempre a los recitales de Los redonditos de Ricota y no les gustó mucho. Ellos necesitan que yo sea esta mujer que soy ahora, joven pero “una mina grande”, como dicen. Nada de pensar que puedo haber ido a descontrolar a un recital de los Redondos. Creo que tiene que ver con eso. Algunas de las mamás de ellos tienen mi edad.
S.S.: -Volviendo al tema de la relación con las mujeres, ¿hubo algún trabajo que lo bordeara?
C.S.: -Propusimos que una hoja del diario personal que están armando, se llamara “Mis mujeres”, como hay otra “Mis amigos”, etc. Mujeres familiares, las queridas, las soñadas, todas. A mí me llamó mucho la atención que no aparecieran las madres, o no con tanto fanatismo como esperaba… De a poquito cada uno está armando este diario y reconstruyendo su historia. Por otro lado vamos trabajando la ficción. Intentamos varios juegos de relato espontáneo, inventando historias y les da vergüenza, patinan en lo mismo, aparece el barrio, la droga, nada nuevo. Entonces se me ocurrió llevarles una historieta sobre un personaje llamado el Escupitajo, y les gustó. Primero leyeron algo de este personaje pero luego tenían que completar los cuadritos ellos, armar una historia en relación a las imágenes que mostraba al Escupitajo en diferentes situaciones. Hicieron ficción…También hacen música, tocan instrumentos pero hay que ser muy sutiles, tienen que llegar a eso “sin darse cuenta”, porque ellos parten de la idea de que no pueden inventar porque no son escritores, ni tocar porque no son músicos.
S.S.: -Seguramente les permite despegarse de ellos. Hay otro personaje allí.
C.S.: -Fue muy interesante, porque el Escupitajo va al analista, nadie lo quiere porque es feo y hasta el analista mientras él habla, hace crucigramas. Sin embargo el tipo sale bien de la sesión. Uno de los chicos dijo: Sale mejor porque se desahogó.  Quedó claro que para ellos es importante decir aunque les cueste y se resistan.
S.S.: -Te convocan a inventar. Es difícil armar una historia con lo poco que disponen.
C.S.: -El año pasado, al terminar cada encuentro, contaba un cuento y se enganchaban. Este año probé contar un cuento en capítulos. Armamos los cinco minutos del cuento, Pablo toca un instrumento que es como un llamado, y ya quedó instaurado. Suena el llamado y se inicia el momento del cuento. Con esto apareció la decepción con el “continuará”.
S.S.: -Fijáte que de alguna manera los ayudás a introducirse en la frustración. Les das algo y se lo retirás antes de que termine para volver a retomarlo después.
C.S.: -Y en el próximo encuentro ellos tienen que recordar hasta donde llegamos. Y se acuerdan de todo, con detalles. El primero de estos cuentos fue “El Hombre que ríe” de Salinger, fue fantástica la recepción. Y ahora empezamos con “El Hombre invisible” de H. G. Wells, uno de ellos me dijo:- ¿Quién es?¿El primo de “El hombre que ríe”? Y me dio una gran idea, en algún momento les voy a pedir que armen ese encuentro.
S.S.: -Ese pibe armó una trama. Y me parece que les diste la posibilidad de que empiecen a armar una familia.
C.S: -Por lo menos ficcional, y distinta a lo conocido.
Cuando volvíamos en un taxi con Claudia camino cada una a lo suyo, ella recuerda la siguiente anécdota:
En el encuentro del cierre del taller del año pasado, el coordinador, les pregunta a los chicos delante mío si piensan que este taller les sirvió. Uno, que este año pidió repetir, le contesta: -No.

Y a los minutos dice: -Bueno, no sé si no, quizá me sirvió y todavía no me di cuenta.”

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