Paulo tiene 17 años, es un delincuente de
ley... parece una
contradicción, pero…
A Paulo lo manda el juez, forma parte de un programa
de atención de chicos judicializados.
La escena transcurre en un centro comunitario
en una villa del gran Buenos Aires.
La primera vez que nos vimos fue duro él y
dura yo. Nos miramos desconfiados y calculamos distancias. Pregunté preciso y
concreto, no dejé mucho margen. Casi me sentía interrogándolo: -edad, nombre,
teléfono, con quien vivís. Él esquivo, apurado y amenazante.- “me tengo que ir rápido, me esperan afuera”. Se mostraba
inquieto y zozobrante, todo el tiempo mirando hacia afuera. Miraba su celular y
su reloj.
-Aún no, yo te digo
cuando te vas. Tres minutos después le di el ok. – Andá, te espero el jueves
que viene. El detalle importante es que antes de su partida ambos agendamos el
celular del otro en el propio.
Jamás creí que
volvería. Pero volvió, creo que mi
estilo inquisidor lo captó. Él esperaba encontrar a la psicóloga y -lamento decirlo- pero yo
parecía una celadora de instituto de menores. A “la psicóloga” como él y otros
chicos dicen, nos tiene muy caladas. El
semblante tenía que ser otro. Este no lo calculé salió casi visceralmente, mi
cuerpo respondió a su adrenalina,
Probablemente ante
este semblante, su masoquismo encontró una buena horma, su sadismo parece que podía
esperar.
Al siguiente jueves
Paulo fue puntual en varios sentidos,
dijo:
-Yo para salir a robar ni tomo, ni me drogo, salgo bien
consciente. Empecé a los 14, me agarraron dos veces y ahora me manda el juez.
- ¿Y cómo te sentís?
- Bien, ahora bien, voy a la escuela, me está yendo
bien y cuido a mi hermanito de 12 años, si se llega a meter a chorro lo cago a
patadas.
- Ah!!! mira que
piola y vos para qué te metiste a chorro?
- No sé, la verdad no sé, las juntas, estaba ahí me
dijeron y fui... ¿Vamo
a trabajar un Mac Donals?...bueno, vamo”
-¿A trabajar?
-Si, así se le dice para que los que escuchan
cuando hablas no te descubran, vamos a trabajar un Coto, un Norte, lo que sea.
- ¿Te acordás de la
primera vez?
Como en cualquier
cosa los debuts marcan sesgos para bien y para mal, la primera vez no es la
primera, sabemos que por lo menos es la segunda, pero es la que Paulo puede
relatar y pasar rápidamente a la serie. Cuenta entonces del miedo de la primera vez, él miraba lo que
hacían los otros, él estaba atrás y observaba.
- Temblaba de miedo y los guachos iban rápido. Después me
cansé de andar con ellos porque los agarraron, se mandaban cagadas y entonces me
junté con otros pibes y casi siempre yo daba las órdenes.
-¿Y eso cómo se
decide?
- Ahí en el momento, el que manda, manda y
listo. Yo grito ehh guacho pa’ ya
…ehhh guacho cuidado atrás, y listo
- ¿Guacho?
- Si, para que no te conozcan el nombre.
- Que cosa...porque
guacho es el que no tiene ni padre ni madre
- Y si…la verdad…mis viejos ni se la imaginaban...
- Los sorprendiste
-(sonríe) Y siii
Cuenta Paulo que
ese miedo de la primera vez pasó rápidamente, en realidad pasó cuando él empezó
a mandar. Él que no se droga, ni está borracho y cuida al “hermano”. Él que
parece poder ejercer la autoridad que en sus padres es sólo sorpresa. Entonces en realidad el mayor
miedo es que nadie mande, por eso que yo me plante frente a él mandando, en
cierto sentido lo alivió. En los episodios en que cae preso, eso sucede por la
falta de líder o de líder “consciente”, como él dice.
Cuenta también de
las reglas y las pautas que hay que cumplir para que no te maten, una es de
ley: “si un “mulo” (llama así a los
empleados de seguridad de los supermercados, que son menos que “gorras”,
policías, son los que llaman a la policía y muchas veces no están armados), bueno si un mulo se te viene encima tirale
pero no para bajarlo, siempre a las piernas”. Le pregunto si esto le sucedió,
si tuvo que disparar. Y dice:
- “Si, en un video club, el tipo me quiso abrazar y yo
estaba armado, así que miré para abajo, tranquilo y le tiré en una pierna. Yo no entiendo porque
la gente se hace matar por la plata.”
Tiene tan clara la respuesta
a la pregunta que yo demoro en hacerle y está tan lejos de subjetivarla, me dan
ganas de gritarle:- Pibe!! Vos hacés lo mismo!!! Para qué??
Y ahí caigo. Caigo,
cuando me cuenta que tiene ahorros, que logró juntar plata para su cumpleaños
de 18, va a hacer una gran fiesta. También tiene una moto escondida y ropa que
nadie le pregunta de donde la saca.
Él se podría hacer matar por lo que no tiene,
da su cuerpo para conseguir lo que no tiene, los otros arriesgan su vida –según él- por lo que tienen, son unos estúpidos. Podríamos arriesgar:
él tiene cuerpo los otros vida. En el cambio siempre pierde pero lo hace para
ganar una vida más allá de su propio cuerpo, ese que cuida desde atrás, como dijo en
sus primeros relatos sobre la primera vez.
¿Será que Paulo está
hablando de amor?, dar lo que no se tiene a alguien que no lo es. Entrega su cuerpo
creyendo que lo que le falta es eso que el otro tiene, vida. Se arma
entonces un encierro amoroso. Ahora que él tiene ahorros suficientes ya no sale
a robar, dice sentirse seguro así, con plata guardada para una fiesta.
Si en algo me
sorprendió este caso es en este punto del ahorro, de cierta dosificación en
post de lograr su objetivo.
Otros pibes de la
zona que no roban, que trabajan, no logran ahorrar y como ellos dicen: - “se deliran la plata en cerveza, paco o lo
que pinte.”
Creo que la gran
diferencia es que a Paulo lo ordena cierta significación fálica, su modalidad
discursiva, su forma de relatar, su respuesta a mis intervenciones hablan de la
posibilidad de cierta articulación. Me pregunto si él podrá descubrir alguna otra manera de encontrar
vida. En este sentido ¿será el robo un acto de amor?, ¿a quien estará dirigido?
Podría ser a los padres, ya que reconoce haberlos sorprendido pero no más que
eso, lo cual es un problema.
Finalmente me
pregunto ¿Su adrenalina en el primer encuentro, estaba en relación al encuentro
conmigo fuera de las reglas de su juego o pensaba robarme? Tal vez si, por eso
al apurarlo de entrada le gané la parada
de jefe. Acá mando yo y además en esta vamos juntos.
Aun no hemos
avanzado en historias de su infancia o de su vida familiar, los únicos relatos
que aparecen son los de la banda. Hace de estas historias su valuarte fálico,
él ocupa el lugar de jefe luego que otros jefes se mandaron macanas. Igual que
con su hermano, ya que él controla que no afane. Sus padres están separados y
su mamá trabaja todo el día. Al padre casi no lo ve. Tal vez sólo asoma cuando
Paulo lo sorprende.
Y no puedo dejar de
recordar a Winnicott cuando habla del antisocial
que asoma subjetivamente en su acto delictivo, es de esperar y de suponer entonces
que Paulo sigue o seguirá robando, ahí puede ser jefe y someterse a las leyes
que como tal lo implican.
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